De cuentos y cuentas

Nos mataron a todos

El gremio periodístico en el país no es tan unido como quisiéramos, pero ahora, en el dolor y la impotencia tras este caso, tenemos en común la sensación de que nos han matado un poco a todos.

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Periodista

¿Usted conoce a alguien que haya sido víctima de la delincuencia? ¿Lo ha sido usted mismo? ¿La víctima ha sido alguna persona cercana? ¿Ha perdido a algún ser querido por la violencia que se vive en el país?

Hemos llegado a un punto en el que la mayoría podemos responder que sí a varias de las preguntas anteriores. Y eso es algo triste, lamentable, una normalidad que es más bien abominación.
A mi gremio le arrebataron a un miembro esta semana. Samuel Rivas era un joven camarógrafo de Grupo Megavisión, enamorado de este ingrato oficio, apasionado por las imágenes y la comunicación, con una sonrisa que no solía negar y un gran entusiasmo contagioso.

El trabajo periodístico es agotador, demandante, extenuante. Aun así, Samuel, quien el día que fue asesinado iniciaba sus vacaciones, no dedicó ese primer día libre a descansar, sino a ayudar en los trabajos de reparación de la iglesia en la que se congregaba.

Así lo encontró la muerte, colaborando con la obra en la que creía. Unos casquillos de bala y varios de sus hermanos en la fe asustados tras presenciar el homicidio quedaron en la escena. No hay más, por el momento, y muchos tememos que el de Samuel se convierta en uno de los miles de casos en los que la impunidad se impone, en los que se les niega el derecho a la justicia tanto a víctimas como a dolientes.

Y ahora me incluyo en estos últimos. El gremio periodístico en el país no es tan unido como quisiéramos, pero ahora, en el dolor y la impotencia tras este caso, tenemos en común la sensación de que nos han matado un poco a todos.

En un entorno donde no hay garantías de terminar el día y donde la violencia no discrimina y llega a casi todos los ámbitos, se mezclan, junto al dolor y la impotencia, el miedo. Y sí, el coraje al ver la inoperatividad de quienes tienen a su cargo la seguridad pública.

Porque, a parte de la impunidad, de que se nos niega la justicia, tenemos que tolerar a diario oírlos repetir un discurso falaz en el que destacan supuestos logros y pintan una realidad distinta a la que enfrentamos el resto día a día. Porque creen que a fuerza de propaganda y maquillaje de cifras nos convencerán de que todo está bien, cuando sabemos de sobra que no, nada está bien.
Y luego caen en el absurdo de reportar que “solo hubo un homicidio” o que “hay 260 municipios con cero asesinatos”. Como si uno no doliera, como si uno no importara.

No sé hasta donde tengamos que llegar para que nuestras autoridades despierten, pero al menos nosotros, usted y yo, todos los que no contamos con guardaespaldas ni portones de seguridad ni vehículos blindados, todos nosotros que ya estamos más que hastiados y asqueados de no poder vivir tranquilos debemos empezar a exigir en serio nuestro derecho a vivir en paz.

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