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¿Los hombres tenemos privilegios?

Las ventajas sociales que pueda tener un hombre, blanco, heterosexual, y clase alta, no serán las mismas que pueda tener una mujer trans, indígena, lesbiana, y clase baja.

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Empecemos por algo básico: Todos los hombres, solo por el hecho de serlo, tenemos privilegios. La visión androcéntrica bajo la cual se ha constituido esta sociedad, nos ha posicionado en una escala jerárquica más elevada que a las mujeres. Y los valores machistas bajo los que nos han educado han normalizado esta situación.

Hablando desde mi experiencia, a mí nunca se me han increpado por la forma en cómo me visto, tampoco he recibido acoso callejero, mucho menos mi integridad física o psicológica ha sido violentada por una mujer. Si me enojo, o ando de malhumor, nadie me dirá que es por culpa de la menstruación. Si consigo un empleo, o un ascenso, nadie pensará que ha sido porque me encamé con mi jefe.

Un hombre heterosexual jamás recibirá discriminación o ataques de odio por su heterosexualidad. La vida de un hombre heterosexual jamás estará en peligro por amar a una mujer. La vida de un hombre heterosexual no correrá peligro simplemente por ser quien es. ¿Por qué? Porque hay un sistema heteronormativo y patriarcal que ha impuesto relaciones heterosexuales y excluye a la población LGBTIQ+. Debido a esto, se reproducen patrones y conductas de discriminación y odio que pueden ir desde la negación de su identidad, hasta poner en peligro su integridad física. Y, así, hay una larga lista de privilegios que los hombres tenemos y que muchas veces ignoramos tener.

De por sí, las mujeres, solo por el hecho de serlo, tienen obstáculos en diferentes ámbitos, como el laboral, político, familiar. No obstante, existen otros factores de discriminación que aumentan su vulnerabilidad. Nos quedaríamos cortos si pretendiéramos analizar las desigualdades y abordar sus soluciones tomando en cuenta solo una arista. En un país tan desigual como El Salvador, existen estructuras de dominación que generan desigualdad de género, etnia, clase social, religión, edad, entre otros. Entender y analizar estos problemas de desigualdad, conlleva el realizar un análisis desde la interseccionalidad.

Es decir, entender las desventajas que tiene una persona o una población específica no se puede hacer de forma aislada (especialmente, cuando son desigualdades sistémicas). Diferentes estructuras de poder se interrelacionan y generan exclusión: el patriarcado, androcentrismo, colonialismo, xenofobia, racismo, el capitalismo, entre otros. Así, por ejemplo, las ventajas sociales que pueda tener un hombre, blanco, heterosexual, y clase alta, no serán las mismas que pueda tener una mujer trans, indígena, lesbiana, y clase baja.

Admitir y reconocer estos privilegios puede que no sea un proceso fácil, sobre todo, cuando nos beneficiamos de ellos. De hecho, está tan normalizado que cuando se nos increpa, automáticamente nos defendemos y buscamos de alguna forma victimizarnos. El privilegio «per sé» no es malo, el problema está en mantenernos dentro de esa burbuja de ecpatía y pasividad. El problema está en no querer hacer nada con nuestros privilegios. No basta con ser solidario, también implica empatía y acciones acordes a la forma en cómo pensamos.

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