Historias sin Cuento

–¡Aleluya, y que el año que entra sea una nueva obra de Puccini!

AMNESIA IMAGINARIA

El vecino más notorio de los alrededores nos convocó aquella mañana para hacernos saber, a su estilo, melodramático por naturaleza:

–El otoño acaba de fallecer, y como es su costumbre se ha desvanecido sin dejar huella. Lo que está aquí es el primer respiro del invierno. ¡Brindemos por el frío inminente!

Y todos los que estábamos a su alrededor alzamos nuestras copas, que él acababa de llenar con vino proveniente de los viñedos más próximos.

Alguien advirtió entonces:

–Ya nos vamos, para cubrirnos con los abrigos que tenga cada quien a la mano. No queremos exponernos a los caprichos del clima. ¡Vámonos!

Un instante después, el lugar se hallaba sin ninguna presencia humana, y entonces hubo una especie de brote de señales luminosas, como si el aire quisiera hacerse sentir como protagonista del momento. Y aunque nadie podía oírlo, el pálpito dejó fluir su mensaje:

–Aquí estoy, ¿me recuerdan?

Todas las ramas respondieron, agitando las pocas hojas que les quedaban, y el mensaje podía traducirse así:

–Aunque no eres nuestro amigo favorito, te recibimos con toda la naturalidad que nos corresponde por el hecho de convivir en el mismo espacio y respirar el mismo aire.

En ese instante regresábamos y, sin saber por qué vía auditiva, percibimos el breve diálogo que acababa de suceder a nuestro lado.

–¿No sienten que el frío se ha vuelto de repente más intenso? –preguntó uno de los asiduos.

–Eso es pura percepción voluntaria –comentó otro, abriéndose el abrigo.

–Cuidado, que el invierno puede sentirse aludido…

–¿Y? Hagámonos los desentendidos para que los abrigos y las cobijas nos aguanten.

–Bueno, después de todo el invierno sólo se ocupa de sus cosas. Hoy debe estar alistando sus chimeneas, recorriendo sus roperos y dándoles atención a sus trineos…

–Ah, pues que se olvide de nosotros, y mejor vámonos a nuestro bar favorito para que nos renazcan líquidamente las buenas vibras. ¡Perfecta práctica para olvidar todo lo demás! ¿Saben quiénes me han enseñado esto?

–¿Quiénes?

–Los tres Reyes Magos, que después de cumplir su misión se van a tequilear al mismo lugar al que ahora vamos. ¡Que la memoria obsesiva no nos interrumpa!

SI ALGUIEN PREGUNTA POR MÍ

Había sido siempre un ciudadano común y corriente, con las responsabilidades y los hábitos que son característicos de tal condición. Pero de un tiempo a esta parte tanto los hábitos como las responsabilidades parecían estársele volviendo cada vez más imprevisibles, como si la libertad quisiera tomar control de su vida. Una libertad que apuntaba hacia el libertinaje. Los que lo conocían apenas lo notaban porque esos cambios direccionales se mantenían recluidos en su intimidad más estricta.

Hasta que aquella tarde sufrió un desmayo de origen desconocido ya cuando iba a dejar su escritorio de trabajo. Los compañeros de oficina corrieron a atenderlo, y llamaron de inmediato a sus familiares y también a una ambulancia que lo llevara al hospital donde se atendía a los asegurados. En unos cuantos minutos se hallaba en el área de emergencias.

Cuando concluyó el examen inicial, el médico de turno se acercó a él, que estaba solo en su cama, porque ningún familiar había llegado todavía.

–¿Qué me pasó, doctor?

–Aún no lo sé a ciencia cierta. Pudo ser una descompensación cerebral repentina. Hay que hacer varios exámenes.

–Yo sí sé lo que me pasó, pero le ruego que no se lo diga a nadie. Me distraje al volante.

–¿Pero cómo si usted estaba en su oficina, ya para concluir la jornada?

–Cuando me refiero al volante quiero decir: mi vehículo mental. Ahora mismo vuelvo a tomar la ruta, y lo haré con más cuidado. Las carreteras interiores son las más peligrosas. Y por eso si alguien pregunta por mí, hágase el desentendido. No quiero interrupciones en mi camino…

PASAR LA PÁGINA

Sam fue a buscar a su clóset aquella chamarra que le había regalado Susan en la Navidad anterior a su separación. Susan ya no estaba ahí, porque desde que tomaron en presunta armonía el propósito de reiniciar cada uno su camino, ella decidió retirarse y él decidió permanecer. Y desde entonces no había habido comunicación alguna, porque tampoco existía ningún vínculo para hacerlo. Buscaron en su momento tener un hijo, pero todos los embarazos se frustraron, y ese fue sin duda uno de los motivos de la separación concertada.

Ya con su chamarra puesta, Sam salió a la calle en dirección hacia el café que se hallaba justo a la par de la sala de exposiciones en la que Susan tenía montada su colección de cuadros más recientes; porque desde que tomó dirección propia, el ímpetu de la creatividad pictórica se le fue volviendo impulso vívido.

Llegó al café, y cuando atisbó que la sala inmediata se iba llenando de público, se escabulló hasta ahí como uno más, con la intención de pasar inadvertido.

No hubo ceremonia de inauguración, pero Susan se adelantó a decir unas palabras, y en lo que hablaba descubrió a Sam entre los presentes. Se interrumpió por un segundo, como si aquella presencia inesperada le trajera aleteos mentales ya prácticamente dejados en el baúl de los recuerdos.

Lo que dijo después pareció una ligera perorata de la que apenas se enteró. Tenía el pensamiento poblado de otras imágenes. El aplauso de los concurrentes pareció devolverla al plano de los hechos. Vinieron los saludos, y ella esperó que Sam apareciera, aunque ya no lo identificaba entre el flujo de concurrentes.

En una mesa rinconera estaban las bebidas y los bocadillos. Cuando se acercó a ese lugar tuvo a Sam junto a ella, con un libro en la mano.

–Hola, ¿qué haces?

–Aquí, mi tarea de los últimos tiempos.

–¿Con un libro? ¿Es tu nuevo libro? ¿Has vuelto a la escritura?

–No, este libro no es mío. Lo encontré por ahí, y me sirve para seguir en esa tarea…

–¿Cuál?

–La de darle vuelta a la página. No es fácil, porque algunas páginas se resisten…

–¿Quieres que te ayude? Quizás es eso podamos coincidir, y a lo mejor…

Y sus sonrisas coincidentes eran la novedad del día.

AMAR AL AIRE LIBRE

–¡Qué pregunta! El amor no da explicaciones.

–Es que yo no te pido explicaciones: sólo una respuesta en forma de monosílabo. Sí o no.

–Ah, pues entonces te voy a responder con un movimiento de cabeza.

Y ese movimiento, como sucede con todos los de su especie, se prestaba a interpretaciones. Ella se quedó impávida, como si estuviera gozando de la incertidumbre creada. Pasado un par de minutos, ella hizo su comentario:

–Hoy me toca preguntar a mí: Te gusta dejarme en Babia, ¿verdad?

–No fui yo el del gesto.

–Pero ese gesto me nació de muy adentro, de ese lugar al que sólo tú tienes acceso.

–Quiere decir que ese lugar existe.

–¿No lo sabías? ¿O al menos no lo imaginabas?

–Es que los ensueños personales nunca sueltan prenda.

–Bueno, si es así, ya te puedes dar por respondido.

–No es tan fácil, Melissa.

–¿Y qué quieres, entonces: una declaración de amor?

–Me encantaría.

–Pues ahí la tienes. Si algo se resiste a las palabras fáciles es el amor.

–¡Aleluya! Tengo el mensaje entre los labios, y está a punto de convertirse en beso. El beso a la intemperie para que sea más entrañable.

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Séptimo Sentido

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