“Ningún diputado de izquierda tuvo el valor de encabezar estas luchas”

Keyla Cáceres abandera las reivindicaciones feminista y del colectivo LGBT+. Fue candidata a diputada suplente en las pasadas elecciones.

Este 26 de junio, Keyla Cáceres participará en el desfile del Orgullo que se realizará en San Salvador. Asistirá como parte de un bloque que llevará música y que, desde ya, se anuncia así: “Convocamos a las disidencias sexuales, donde todes cabemos, y nadie discrimina”. 

Cáceres corrió como candidata a diputada suplente en las pasadas elecciones. Fue compañera de Fórmula de Bertha María de León, por el partido Nuestro Tiempo. Desde ahí advierte sobre el retroceso en representatividad en el que ha caído el país, pero no deja de tener esperanza en que la vocalización de los problemas otorgue a las nuevas generaciones un mejor criterio para elegir. 

Esta es la tercera de un ciclo de cinco entrevistas en el que se aborda, desde sus protagonistas, el cruce entre política y género. LGBT+: una entrega por cada letra y símbolo.

Esta es la Asamblea Legislativa con menos mujeres desde 2012. ¿Qué se puede esperar?

Vamos tener una disminución en el presupuesto de políticas públicas dirigidas a mujeres, niñas y adolescentes, sobre todo en las que tienen que ver con su cuerpo. Esto, de hecho, ya quedó totalmente reducido a un par de proyectos que, al final, vienen de cooperación internacional. Y, si queremos ver qué sigue, solo hay que ver a Nicaragua, en donde se han perdido todos los proyectos de la cooperación internacional por las mismas decisiones del gobierno central. Si analizamos el patrón que lleva este gobierno salvadoreño, lo que nos espera es más retroceso. Esto va camino a que se elimine lo poco que hay en garantías sociales y políticas. Por ejemplo, sé que las mujeres no van a querer competir en las próximas elecciones legislativas.  Esto debido a que se ha validado el acoso como estrategia. He hablado con otras candidatas que no fueron electas y están arrepentidas, no quieren volver a participar. Con respecto a la esperanza de tener autonomía del cuerpo a través del aborto por causales o por el derecho a decidir, hay que decir que cada día se aleja más. Esta bancada no va atreverse a hacer ninguna discusión y muchos menos va a incluir el tema en las reformas constitucionales.

Ya hubo dos gobierno de izquierda y se negaron a discutir el aborto y las reivindicaciones LGBT+. ¿Qué más queda?

Creo que el aborto en este país ha pasado por diferentes facetas. Creo que en el periodo de 2000 a 2010 hubo un silencio total alrededor del tema y podemos ir a revisar las fuentes, yo estudié historia. En 2010 empezaron campañas por las consecuencias de la penalización absoluta del aborto. En 2018 tuvimos oportunidad de ver esta discusión en la Asamblea Legislativa. Para mí, la ganancia está en que, hoy por hoy,  el aborto no es un tabú. Hablamos de aborto en cenas familiares, en los trabajos, en estudios y seguimos encontrando gente conservadora, pero ellos  también hablan del aborto. Recuerdo que cuando entré al feminismo, yo no sabía que el aborto estaba penalizado en el país; ahora, mi sobrina,  que tiene 6 años, sabe que existe la penalización absoluta, sabe que hay mujeres condenadas. Vamos generando una red de conocimiento en la que es probable que estas nuevas generaciones ya no se conformen con el hecho de que solo les reciban la pieza de correspondencia, como pasó en la legislatura de 2015 y 2018. Ahora, es posible que la fuerza venga muchísimo más grande.  Y ahí es donde tenemos que poner la confianza.

Al reconocerse como oposición al gobierno, el colectivo LGBT+ se coloca al lado de figuras de izquierda y derecha que antes les negaron reivindicaciones. ¿Cómo se maneja eso?

Es una cosa compleja porque, no quiero ser mala, es bien bonito ver a Anabel Belloso y a Dina Argueta salir todas las veces que llega una marcha. Pero, cuando mandaron todas las piezas a archivo, en la comisión de la Mujer y de puntos de legislación,  ellas no sabían qué era lo que se estaba mandando a guardar, más allá de alguna ley que sí era muy controversial, porque tenía que ver con los periodistas y con el derecho humano al agua. Pero de ahí, nada. Y estaba la Ley del Aborto, ahí estaba la Ley de Identidad de Género. Entonces, no conocer todo eso y que ahora nos reciban en la Asamblea es una cosa para no olvidar. No podemos olvidar que ninguno de ellos tuvo el valor de encabezar estas luchas. El tema del aborto y de la Ley de Identidad tenían todas las bases necesarias para que se hubiera dado una discusión firme y con altura; una que no vamos a tener ahora, ya que toda la sensatez se ha terminado en la Asamblea Legislativa. No están parlando, que es el deber de ese Órgano de Estado. Están aprobando lo que viene de Casa Presidencial. No debemos olvidar lo que pasó. 

¿Qué derechos sí se le cumplen a la población LGBT+ en las circunstancias actuales?

Uno de los derechos innegables es la libertad. No está penalizado, como en otros países,  poder referirse a la orientación sexual. Este es uno de los derechos que tenemos que cuidar y que está en riesgo. Yo quizá puedo ser optimista con que algún día se logre discutir y aprobar la Ley de Identidad de género. Pero también sé que, por el contrario, puede que exista sea una ley que venga a penalizar a las personas LGBT+ en este país. 

¿Qué tipo de país encontró mientras hizo campaña electoral?

Una de las cosas más importantes fue llevar temas que nadie más se atrevió a llevar. Aunque la vocera de esto fue Bertha María de León, como candidata propietaria, para mí una de las cosas más emocionantes fue construir toda la plataforma. Ha sido una de las cosas que más enseñanza me ha dejado en la vida y por eso es que no abandono la lucha por conseguir una ley alrededor de las víctimas de feminicidio. Ese proyecto lo construimos con las madres y hermanas de las víctimas de feminicidio. Lo hicimos en un círculo de mujeres que se tomó el tiempo para contarnos, de forma íntima, que necesitaban garantías para seguir criando a los hijos e hijas de las víctimas o que necesitan ayuda solo para sobrevivir. Al final del día, son esas madres que dependían totalmente de su hija y que siguen sin ningún apoyo económico hasta el día de hoy. Esa es una de las cosas que, en este contexto en que vemos desaparecidas y fosas comunes, es necesario volver a discutir. Hay que recordar a estas mujeres que nunca van a tener justicia. 

¿Alguna vez lee los comentarios que inundan las notas que se publican sobre la comunidad LGBT+?

En algunos casos, lo hago y, en otros, no. Hay ocasiones en las que no vale la pena. Como cuando con la Colectiva Amorales pasamos el proceso de criminalización impulsado por un agresor protegido por la Universidad de El Salvador. Entonces, las Amorales decidimos que no íbamos a leer nada, porque eran muy fuertes. Hablaban desde empalarnos y de violación colectiva. Sabemos que esto no está alejado del país y que es una realidad en América Latina. Sabemos que estamos expuestas a estas situaciones.

¿Qué contestaría?

La población en general es ignorante en estos temas. Lo que hay que hacer es educarla. Pero, hay que saber elegir nuestras batallas. Yo no educo a hombres mayores de 15 años, porque son personas que ya no cambian su chip. Tampoco creo en las nuevas masculinidades, porque en muchos casos eso es una ventana para que agresores y acosadores se escondan. Mucho menos creo en los aliados que salen con el pañuelo verde, pero que luego les están diciendo a las mujeres en las marchas cómo deben hacer sus luchas. Son todos esos “compitas” de izquierda que luego están diciendo que la lucha de género es sectorial y que nosotras somos  separatistas; que estamos dividiendo la lucha social. Creo que en, este sentido, lo más importante es educar a la población, sí, pero desde los espacios que hay. Hay que empezar por no normalizar la violencia. Ojalá que estas personas que comentan no les traspasen esa forma de conocimiento a niños y niñas. 

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