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Migración, educación y habilidades blandas

La clave estaría en una educación ciudadana que pueda incidir en decisiones públicas, una ciudadanía participante no solamente para ir a colocar su voto en unas urnas.

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Sobre los temas mencionados arriba, se hace más evidente la necesidad de comenzar a solventarlos desde ya, aunque existen algunos programas tocados con timidez. Tímidos porque se invierte con lástima pese a conocer la clave del desarrollo: la educación. Se necesita mucho más para cultivar en el tiempo una sociedad de convivencia que mitigue las tormentas sociales, incluye también desplegar iniciativas para ofrecer oportunidades a los jóvenes, a los que no tuvieron más opción que emigrar o delinquir para existir.

Esos se convierten en los eslabones de una cadena de la cual no es fácil liberarse. Y en el tema educativo, en las áreas básica y superior, se dejaron de un lado cultivar habilidades creativas. Pero la sociedad global nos fue alucinando con un pragmatismo que renunció a crear talento asertivo que permitieran enriquecernos con destrezas y talento en la formación de nuestros recursos humanos.

Lo reiteramos: cultura y educación. Entendido esto como formar en comportamientos sociales, en sensibilidad frente al otro, en proyectar conocimientos profesionales para una función pública orientada al bien de la comunidad. Es fácil plantearlo, pero necesitamos saber cómo implementarlo. Pensar a largo plazo. Si en estos momentos otros países en desarrollo lo emprenden, nosotros también podríamos lograrlo. Toda vez dejemos de vernos el ombligo en el espejo del tiempo y comencemos desde ya. Iniciemos con la niñez. Reflexionemos si el arte y la lectura son fundamentos para contar con una sociedad culta, entendido en su concepto amplio que implica respeto y convivencia, reconocimiento de derechos propios y ajenos.

Algo inmediato por fortalecer es formar a docentes que puedan recibir a los niños que ya se están por sí mismos formando en uso de medios informáticos, ofrecerles continuidad en esos aprendizajes. Toda vez no caigamos en el formalismo de currículos academicistas, para no llegar a puntos de partida del estancamiento.

Es prioritario perder el concepto del aula como encierro, y pensar que la vida está en todas partes, e interpretar esto como una forma de aprender y educarse para ser cultos. En algunos países ya se dan esos pasos relacionados con la vida presente, para lo cual se enfoca la reducción del período semanal de clases, en supresión de tareas, en la creación de espacios abiertos donde el docente comparte con el estudiante. Las investigaciones de la neurociencia educativa nos darán las respuestas acertadas si procedemos correctamente en esta búsqueda de adecuar la formación educativa acorde con las proyecciones de desarrollar las inteligencias artificiales.

Recuerdo años atrás cómo los discos duros se transportaban en vehículos pesados, y ahora podemos guardar en los bolsillos de la camisa su equivalente en información. No lucubro: hace 10 años era inconcebible ver a personas humildes de cualquier edad usando nuevas tecnologías para comunicarse. Lo veo cada día en la universidad de la calle, en humildes comerciantes informales.

Por cultura generacional, soy un aficionado al Centro Histórico, y observo con admiración a vendedoras de frutas en carretillas comunicándose con esos medios avanzados que llamamos “teléfonos inteligentes”, que dentro de un par de años serán ruinas del pasado. Porque la ciencia se acerca cada día más a proyectar sus novedades tecnológicas a la velocidad de la luz.

Algunas de estas reflexiones me las despertaron al leer una noticia de Costa Rica, que pese a sus problemas fiscales, ocupa un lugar relevante en desarrollo dentro de los países de América Latina; en siete o 10 décadas emprendió una educación cultural ciudadana que no se mide solo con un título de educación superior, sino con educación y cultura socializados. Comenzó con el denominado Estado Benefactor, creado por un político distinto en su época: don Pepe Figueres.

Eso fue permitiendo cambios sociales que se manifestaron en uno de los tres mejores sistemas de salud de América Latina; agregado el tema ocupacional, que permitió reducir el desempleo formando mano de obra calificada en función de un plan nacional de desarrollo a la vez que se emprendía una formación cultural ciudadana desplegando políticas públicas para beneficio social.

La clave estaría en una educación ciudadana que pueda incidir en decisiones públicas, una ciudadanía participante no solamente para ir a colocar su voto en unas urnas. Hace unos 25 años, entre nosotros, se llegó a decir que no se necesitaba poner énfasis en la formación superior, idea que surgió porque habíamos descubierto el boom de las maquilas necesitadas de obra barata, no necesitaba habilidades calificadas. Fracasado el proyecto, se dio como por arte de magia la migración hacia los países desarrollados. Porque desde antes esa migración masiva solo buscaba a Honduras para tener los salarios de las bananeras o migraba a Guatemala en procura de una moneda equivalente al dólar en esa época.

Volviendo de nuevo a Costa Rica, hace unos 12 años visité el Tecnológico de Cartago para ofrecer una conferencia de orden cultural. Previo tuve breve charla con su rector (había sido mi alumno en la Universidad de Costa Rica, UCR), me decía que el problema en ese momento era convencer a los estudiantes de graduarse como técnicos para ingresar al mercado de trabajo y que la universidad les daría facilidades para quienes quisieran sacar con posterioridad el título de ingenieros.

Actualmente ese problema lo han resuelto con visión de desarrollo, creando una quinta universidad nacional: la Universidad Técnica Nacional. Las otras cuatro son la Universidad Nacional de Heredia, la Universidad Nacional a Distancia (por cierto, con la editorial más desarrollada de toda Centroamérica) y la Tecnológica de Cartago, tres instituciones que vi nacer en el hermano país; además de trabajar en la universidad histórica, incluida entre las mejores universidades de América Latina, la UCR.

En fin, la educación con las llamadas habilidades blandas pone énfasis en forjar a personalidades para cultivar liderazgos mediante aprendizajes centrados en estimular destrezas comunicativas y propositivas, propiciando la creatividad y disciplina como normas de aprendizaje, sin caer en la cultura gamonal o principesca de mando y obediencia, equivocado o no, ante el silencio del educando o del subalterno.

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