Ventana hacia El Salvador
Esta proyección tuvo un hada madrina: mi madre desde el cielo. Por ella estoy escrivibiendo estas líneas.
Esta proyección tuvo un hada madrina: mi madre desde el cielo. Por ella estoy escrivibiendo estas líneas.
Leyendo y descubriendo en tiempos de pandemia en el campo de las humanidades, concilio su importancia de acuerdo a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Me refiero a algunas cartas de Rubén Darío a su admirador y mecenas espiritual Juan J. Cañas.
Entre nosotros a nadie persiguen ya por publicar libros, o una opinión, menos los envían de huéspedes donde un dictador. Pero no condenar por las ideas costó nada menos que setenta y cinco mil muertos.
Gavidia le dice al hondureño Heliodoro Valle: “espero que mis obras inéditas las publique el Ministerio de Cultura; pero debo tener un poco paciencia”. (Muchas de esas obras se perdieron en el asalto militar a la Universidad de El Salvador, 1972).
Entonces, no veamos los daños de agua y fuego como venganza o castigo de la naturaleza al respondernos con huracanas, precipitaciones, e incendios.
Opino que no debe leerse para saber más, sino para desconocer menos. Para no enfermarnos de ignorancia.
Deben leerlo las nuevas generaciones por su estética y para ir al encuentro de nuestra identidad cultural.
Cuántas vidas se hubieran salvado en estos últimos años, tras acordar en fin del conflicto bélico, de haber prestado atención a los niños de esos primeros tiempos.
La compasión nos permite empatía. Y esta es generadora de paz interior, la ruta más corta para la convivencia.