La isla que perdió su arroz
La Paz era el departamento del país con más manzanas dedicadas al cultivo del arroz: 3,940 hace seis años. Para 2019/2020, ya solo quedaban 57. La razón: las caprichosas lluvias y la falta de apoyo estatal. Además, los compradores, amparados en convenios de calidad, pagan precios bajos a los pocos productores del cereal que aún resisten
El arroz desapareció por completo de La Calzada”, cuenta Fredis Moreno. “Pero somos una isla de agricultores. Aunque lo que cultivemos ahorita sea lo mínimo”, agrega con resignación.
La Calzada es una isla que pertenece al departamento de La Paz, aunque esté separada del municipio de San Luis la Herradura por varios metros de manglar y el océano Pacífico. Esta isla producía, según estimaciones del cooperativista Fredis, 100 quintales por manzana hasta hace 30 años.
“El arroz se cultivaba en todas las zonas bajas de la isla”, dice Marcos Baires, quien ha dedicado 50 de sus 60 años de edad a la agricultura. “Pero ahora, quedan unas parcelitas solo para comer”, señala.
Durante el año agrícola 2014/2015, La Paz produjo 318,000 quintales de arroz, de acuerdo con estadísticas del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). La producción cayó en un 57 % para el siguiente año. Y, ya para el ciclo 2019/2020, el departamento solo cosechó 5,200 quintales. En seis años, La Paz perdió el 98% de la producción del cereal.
Pero aquí en La Calzada el arroz ya había desaparecido antes. “Como cooperativa, nos gustaría regresar al cultivo del arroz”, dice Fredis. Y es que la isla, explica, “está desaprovechada”. Hay espacio y hay voluntad. Lo que no hay, dice, son condiciones climáticas. El arroz es un cultivo húmedo: crece en parcelas casi inundadas. En La Calzada, ya no llueve como lo hacía antes.
El informe “Cuatro años continuos de sequía en El Salvador: 2012-2015”, del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), le da la razón a Fredis: en 2015, el acumulado de lluvia promedio nacional del primer trimestre de la época lluviosa, de mayo a julio, fue de 523 milímetros. “Siendo el trimestre más bajo en la historia de datos de lluvia en más de 40 años”, reza el documento. En La Calzada recuerdan el 2015 como un año particularmente seco. Desde entonces, llueve menos, dice el cooperativista.
De cómo La Paz se quedó sin arroz
“Ese territorio fue uno de los mayores productores de arroz de aquí de La Paz”, reflexiona, en tierra firme, José Eduardo Santamaría. Él también es productor y asegura que acá, en San Luis la Herradura, se producen, en promedio, 3,000 quintales por cosecha. Hace 10 años, estas tierras producían entre 90,000 y 100,000 quintales de arroz. “Aquí ya no queda producción”, dice Santamaría.
El agua de su parcela llega hasta debajo de las rodillas. “Este cultivo es de agua. Si no hay agua no hay arroz”, explica. Esta vez, ha tenido suerte: la noche anterior, cayó una lluvia torrencial.
El problema es que esta lluvia no regresará hasta, probablemente, dentro de ocho días, remata Santamaría.
Una sequía no solo implica menos alimentos, también implica pérdidas millonarias. El período de sequía a escala nacional entre 2012 y 2015 provocó pérdidas superiores a los $115 millones en agricultura, según detalla el documento “Cuatro años continuos de sequía en El Salvador: 2012 – 2015”.
La sequía acabó con las parcelas que iban quedando. En La Paz, de acuerdo con estadísticas del MAG, había solo 57 manzanas dedicadas al cultivo del arroz para el año agrícola 2019/2020. Son 57 de las 3,940 que, en 2014/2015 ubicaban al departamento como el que más terreno dedicaba al cultivo. Santamaría es uno de los cuatro que, en tierra firme, aún producen arroz en el municipio de San Luis la Herradura.
Y a la falta de lluvia y de parcelas hay que agregar los malos precios bajos que los compradores pagaban por el arroz de San Luis la Herradura.
Santamaría señala el convenio para la comercialización de arroz granza, suscrito a escala nacional en el año 2000, como otro de los principales factores de la caída del arroz en La Paz. Este convenio establece el mecanismo de comercialización de arroz granza en el país. Según explica, el objetivo es dar “certidumbre en el precio y garantía en el pago oportuno. Y, a los industriales, un suministro adecuado de materia prima nacional”.
“Por nuestras condiciones agrarias que no están certificadas, una de las quejas de la industria es que este arroz trae mucha agua, mucha basura”, explica, a través de una llamada telefónica, Javier Navarro, presidente de la Asociación Salvadoreña de Beneficiadores de Arroz (ASALBAR). El precio, entonces, se puede bajar en función de la humedad o lo que la gente comúnmente llama “basura”, dice Navarro.
“Cuando pasa tanto tiempo sin llover, la planta se estresa, pierde crecimiento o se llena de plaga”, explica Santamaría. Esto hace que, en el mejor de los casos, el cultivo sea de baja calidad. Ahí, explica, está el problema de cultivar arroz. “Los que nos compran el cultivo, no tienen idea de cuánto cuesta producirlo”, remata.
Santamaría es de los pocos que aún resisten en las parcelas de arroz que quedan en La Paz. Él resiente el problema porque todavía puede vender lo que cosecha en tierra firme.
En la isla, Fredis hace otra reflexión: “Los industriales nos pagaban menos a nosotros por el hecho de estar aislados”.
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