Carta Editorial

La más reciente intervención de Melgar está en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

Renacho Melgar es un artista que busca hacerle trampas al olvido. Quiere hacernos ser conscientes de nuestra memoria y quiere que carguemos con ella de manera responsable y auténtica.
Para lograrlo, pinta puertas, paredes. Pinta las láminas de una comunidad ubicada justo al frente de centros comerciales que representan el consumismo, a veces, demasiado voraz. Como voraz e insultante resulta también la desigualdad que desde siempre ha sido regla en este país.

“¿Cuánta gente te dice ‘no es que aquí no hay’? Sí hay, pero como los procesos del sistema educativo no te lo enseñan, como la universidad no te lo enseña y como tu mamá está tan empecinada en que tengás dinero para zapatos. Es tan rápida la vida, que no la conocés”, cuenta Melgar al periodista Stanley Luna en la entrevista que entregamos en esta edición.
En otras ocasiones, Melgar ha hablado acerca de la importancia que tuvo la figura de su madre en su proceso hacia el descubrimiento de lo que quería hacer. Ha dicho que ella lo salvó al ponerle en las manos libros, al impulsarlo no a creer en una verdad prefabricada, sino que a construir la propia. Así fue como logró que su entorno, uno marcado por la violencia y la pobreza, no se lo tragara.

La más reciente intervención de Melgar está en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Es un mural con los rostros de los jesuitas y dos colaboradoras asesinados hace 30 años, hacia el final de la guerra. De esta manera, este artista vuelve a confrontarnos ya no solo con lo despreciable que es un hecho de violencia en contra de gente desarmada y sorprendida de madrugada. La obra de Melgar, más que eso, nos enfrenta a esos 30 años en los que la impunidad no ha hecho más que ponerse cómoda.

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