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Los adultos mayores en nuestro país demandan cuidos especiales debido a la edad. La mayoría de este nicho adolece de un seguro de salud y algunos viven de la caridad pública.

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La edad que no cuenta

El Salvador es un país con mucha gente excluida, pero existe además una marea de personas mayores invisible, sin atención alguna más allá de la que pueden conseguir con algunas instituciones benéficas o iglesias. Muchos viven en la calle, duermen bajo portales, buscan el sustento en la basura; en muchos casos ni la familia los quiere porque los considera “estorbo”.
Al segmento etario del adulto mayor siempre le espera el inexorable abandono, a pesar de que le corresponde al Estado atenderlo. La ley menciona garantizarle y asegurarle una atención integral, pero sucede todo lo contrario, se le niega la calidad de vida a la que tiene derecho como personas, como adultos mayores y en infinidad de casos por haberle hecho aportaciones importantes a la sociedad en general.
Su salud física como mental, su posibilidad de terminar sus días de forma digna, entre otras, son cosas que pasan desapercibidas en un país donde las generaciones pasadas son olvidadas en el tiempo por las instancias competentes, a las que les despreocupa esta gente que es la que peor la pasa. Es la edad que no cuenta. “Los adultos mayores de un Estado negligente” es el reportaje de Valeria Guzmán, que desnuda la realidad de esta injusticia que es mejor callarla para los gobernantes donde el pastel de oportunidades es ajeno para cientos de miles en condición de senectud. Un fenómeno demográfico como el que comentamos, en versión presente y futura, impone nuevos desafíos en el diseño de políticas sobre atención social, salud y pensiones. Las pensiones de quienes han cotizado se mantienen estáticas, sin revisión como mandata la ley según el costo de vida. La pensión básica que se le da a parte de la población en cuestión no es universal, unos pocos la gozan; es decir, el país no ha podido avanzar hacia un Estado garante del cumplimiento de los derechos de este segmento de la sociedad. Sugerir un estudio integral y completo del fenómeno del envejecimiento que sirva de base para la construcción de programas y acciones concretas a favor de los ancianos es por gusto, y de esa manera se mantendrá la discriminación y nunca llegará a ser prioridad. Envejecer en El Salvador resulta una etapa de sufrimiento y abandono mientras las leyes no sean capaces de erradicar la exclusión, en todo sentido, en contra de los que ya dieron su vida útil.

Julio Roberto Magaña
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Vejez en abandono

Los adultos mayores en nuestro país demandan cuidos especiales debido a la edad. La mayoría de este nicho adolece de un seguro de salud y algunos viven de la caridad pública. Desde 2002 la Ley de Atención Integral para la Persona Adulta Mayor reconoce que cuando alguien esté en desamparo o abandono le corresponde al Estado la debida atención. Con la última aprobación de las pensiones se agravará más la situación debido a los bajos montos aprobados. Una de las principales causas para de discriminación del adulto mayor es por no disminuir la producción, y es aquí donde como empleado es marginado o despedido por considerar su edad como factor de incapacidad. No hay que olvidar que es la misma sociedad la que abandona debido a que los adultos mayores están expuestos a enfermedades y se comienza a gastar en salud, y al mismo tiempo se les causa tensión por la soledad que afrontan, y este es el inicio del calvario para que una persona se sienta abandonada e ignorada. Algunos son llevados a la fuerza a un asilo. Nuestro país adolece de una preparación para atender el envejecimiento poblacional y no cuenta con la capacidad para responder a la demanda de salud, seguridad social y otros servicios, como que reciban mejores pensiones para que vivan un nivel digno de envejecimiento. Las condiciones de salud y enfermedades de la población mayor de 60 años son motivo de intranquilidad e incertidumbre constante en la familia. Es común la presencia de enfermedad o discapacidad acompañada de soledad, abandono e inestabilidad económica por el alto costo de la medicina que lo coloca ante su familia en situaciones críticas. La periodista Valeria Guzmán con su reportaje “Los adultos mayores de un Estado negligente” nos muestra todas las dificultades que sufren los de la tercera edad que no cuentan con una protección garantizada por parte del Estado.

Rutilio López Cortez
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Masacres en Estados Unidos

Los lectores de 7S estamos de fiesta ante la llegada de la edición n.º 500 de una revista que domingo a domingo nos trae diversos artículos de la política, cultura, economía, etcétera, del país. Su empatía con los lectores nos anima a escribir sobre los diferentes tópicos y agregar algunas ideas sobre los temas magistralmente seleccionados para su publicación. Felicidades al equipo.
Pero siempre dispuesto a reflexionar sobre temas humanos en los que se pierden valiosas vidas. Quisiera referirme al reportaje sobre los más de 1,800 muertos por la violencia armada en EUA solo en este año. Al respecto, después de una masacre la población se pronuncia por un control de armas efectivo para que no se vendan de manera generalizada, sin controles.
El problema está en que la mayoría de norteamericanos acepta y defiende la segunda enmienda, y la tenencia de armas forma parte de la cultura estadounidense, ya que la gente las posee, va a las ferias de armas, las compra para sus hijos y participa en competencias de tiro. Considera la tenencia de armas como un rasgo intrínsecamente americano. Un legado del siglo XVIII, cuando una pistola significaba el derecho individual a enfrentarse contra los gobiernos despóticos de la época.
Cálculos conservadores aseguran que existen de hecho 270 millones de armas en manos de particulares en Estados Unidos, prácticamente más de una por persona.
En cierta ocasión, el expresidente Obama hastiado de la racha de tiroteos, especialmente en las escuelas del país, apuntó que “El lobby (grupos de presión) de las armas puede tener de rehén al Congreso, pero no puede mantener de rehén a Estados Unidos. No tenemos que aceptar que esta carnicería sea el precio de la libertad”. Como siempre, después de las masacres, las protestas están dirigidas hacia Asociación Nacional del Rifle.
En esta ocasión las críticas a la asociación han sido muy ásperas. Los acusan de haber educado a 30 millones de niños sobre los riesgos de las armas, pero hablan poco de las 1,300 personas que mueren al año debido a ellas. Agregan que les gusta decir que “una pistola en manos de un buen tipo salva vidas”, pero no hacen nada para evitar que se revise si el que va a comprar un arma tiene antecedentes penales o es un enfermo mental. Su lucha es contra cualquier ley que quiera limitar el derecho a llevar armas.
Ha sido tal la presión que hasta líderes políticos salieron salpicados, como el senador Marco Rubio, a quien CNN le preguntó si iba a renunciar al dinero que le da la Asociación Nacional del Rifle. Dadas las circunstancias, los críticos se preguntan dónde será la nueva masacre.

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Séptimo Sentido

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