Miguel y yo
Todos éramos poetas veinteañeros y nos queríamos como hermanos en tardes de 1975. Miguel era ensayista y nos compartía sus trabajos. Por él leí con devoción a Alberto Guerra Trigueros, a Miguel Ángel Espino, a Ezra Pound, a René Char, a Haroldo Conti, el novelista argentino desaparecido por la dictadura militar y de quien tomó su nombre para los largos años de lucha. Cuando alguna vez lo atacaban, yo salía en su defensa: “Tienen que leer al choco Huezo, si como poeta no les parece, hay que leer sus ensayos”. Han pasado los años y Miguelito creció como poeta, narrador, editor (heredero directo de Ricardo Trigueros de León y de Ítalo López Vallecillos, editores de primera línea). Si la Generación Comprometida tuvo en Roberto Armijo a su ensayista, mi generación tiene a Miguel Huezo Mixco. He leído la entrevista que le hizo Valeria Guzmán en la edición anterior. Me gustó por la lucidez con que Miguel ordena las respuestas. Es importante conocer al intelectual que subió a las montañas a buscar la paz con su fusil, pero si algo se quedó en el tintero son sus reflexiones sobre cultura, sobre el papel del escritor en los nuevos tiempos, la función de la literatura en la búsqueda de la identidad nacional. Por eso, cuando veo a Miguel, no lo veo en ropa de guerrillero. Tengo tan fresca la imagen de Miguel con el pelo largo e Irmita a su lado, con su morral chapín en que andaba los papos que vieron nuestras primeras letras.