El pueblo mapuche, contra el racismo y a favor de recuperar tierras

Las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel han sido el más reciente eslabón de una lucha por las reinvindicaciones que el pueblo mapuche libra desde hace décadas. Ahora, también denuncian la violencia que se ejerce contra ellos desde los cuerpos de seguridad.

Fotografías de Agencias y archivo
Defensa. El acceso al agua y la conservación de los mantos acuíferos son de las causas más reconocidas de este colectivo.

A fines del año pasado, la muerte de dos jóvenes reavivó en Argentina la discusión sobre los reclamos territoriales del pueblo mapuche.
Primero fue la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, que participaba de un reclamo por tierras en la provincia de Chubut. Y luego la de Rafael Nahuel a manos de las fuerzas de seguridad, mientras participaba en una ocupación de una parcela ubicada en el Parque Nacional Nahuel Huapi, en Río Negro.
“El retorno al territorio es un derecho que se reclama como inherente a la continuidad de los pueblos indígenas en Argentina”, explica a dpa Lorena Cañuqueo, activista mapuche e investigadora del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDYPCA), de la Universidad Nacional de Río Negro.
Cañuqueo, residente en la ciudad de San Carlos de Bariloche, donde murió Nahuel el 25 de noviembre, investiga los procesos de organización política comunitaria del pueblo mapuche en la provincia de Río Negro, en el marco de lo que denomina “desplazamientos forzados” indígenas como consecuencia del avance estatal sobre la Patagonia.
Para la investigadora, no se puede hablar de “resurgimiento” del activismo mapuche tras la muerte de los dos jóvenes. “Es la sociedad argentina la que se ha enterado de nuestras reivindicaciones, con un alto grado de tergiversación por parte de los medios de comunicación, lamentablemente”, expresa.
Las causas de las demandas territoriales del pueblo mapuche siguen siendo las mismas que las de sus antecesores, sostiene: la invasión al territorio en el que se desarrollaba un pueblo libre para fundar un Estado moderno. “A eso se suman en tiempos contemporáneos la agresividad con la que el Estado neoliberal pretende adueñarse de nuestros territorios y enajenar los bienes comunes, como el agua”, agrega.
“Para nosotros eso es parte intrínseca de nuestra vida colectiva y por eso defendemos los territorios. Nuestra defensa es por la vida. Y cuando un pueblo defiende las vidas, no lo hace para sí mismo, sino para todos”, enfatiza.
A mediados de enero, cuando la muerte de Nahuel todavía ocupaba las portadas de los periódicos, el papa Francisco realizó una visita oficial a Perú y Chile, donde se reunió con representantes del pueblo mapuche en ese país, un gesto inédito y esperado por parte de las comunidades en una región marcada por el conflicto en torno a las ocupaciones territoriales y la criminalización de la protesta.
“Aún no hemos tenido la posibilidad de evaluar colectivamente el mensaje del papa”, reconoce Cañuqueo. “Sin embargo, pudimos ver que rápidamente medios argentinos titularon que la violencia vuelve mentirosa la causa más justa, en alusión a los reclamos mapuche. La construcción discursiva sigue seleccionando aquellos fragmentos que colocan a los mapuche como violentos, mientras invisibiliza la violencia estatal”.
Al respecto, la activista replica que en Argentina “la única vía violenta la ha propuesto el propio Estado, que ha volcado su aparato represivo y judicial hacia las comunidades en Neuquén, Río Negro y Chubut”. En cambio, afirma, la solución pacífica a los conflictos territoriales está siendo propiciada y diseñada por las propias comunidades y organizaciones mapuche. Como ejemplo, cita la mesa de diálogo creada tras el violento desalojo de la lof (comunidad, en mapuche) Lafken Winkul Mapu en el lago Mascardi, en Río Negro, que culminó con la muerte de Nahuel, de la que se cumplen tres meses el domingo.
De la mesa de diálogo participa el obispo de Bariloche, Juan José Chaparro. “Es una de las formas más concretas en que la Iglesia católica se ha comprometido a velar por la búsqueda de soluciones”, señala Cañuqueo.
La política represiva contra los pueblos originarios mantiene una continuidad de más de un siglo y reaparece en conflictos como el de lago Mascardi, afirma. “Varias de las personas que forman parte del lof están acusadas de usurpación y la situación de la violencia ejercida contra niños, niñas y adolescentes sigue sin esclarecerse. Las propias comunidades mapuche tuvimos que convocar a representantes estatales para exigirles que intervengan en este hecho de vulneración de los derechos de la niñez”, agrega.
La comunidad continúa con la ocupación en lago Mascardi y las fuerzas de seguridad ya se retiraron del predio, pero las autoridades de la Administración de Parques Nacionales (APN) insisten con su denuncia por usurpación. Solo evalúan desistir del recurso judicial si la comunidad desaloja el predio.
Según informó el diario local Río Negro, la Confederación Mapuche de Neuquén propone el comanejo de tierras con Parques Nacionales como una posible solución al conflicto territorial en la Patagonia, siempre y cuando haya compromiso del Gobierno nacional de velar por los derechos de los pueblos originarios y ayudar con el desarrollo de la comunidad.
Pese al diálogo y a la existencia de instancias institucionales como el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), los pueblos originarios siguen siendo postergados por razones más profundas. “El racismo estructural sobre el que se fundó el Estado argentino hace que no nos cuestionemos por qué los indígenas viven en condiciones desiguales, por qué siempre nuestro color de piel se antepondrá a cualquier otra posible diferencia o a por qué formamos parte de lo que una colega antropóloga denomina como los ‘cuerpos matables’ por el Estado. Nadie se cuestiona eso, porque el racismo está naturalizado”, señala Cañuqueo.
En su opinión, la desaparición de Maldonado fue un acontecimiento que permitió volver a visibilizar los prejuicios. El primer acto realizado en el centro de Bariloche para pedir por la aparición con vida del joven, que contó con la presencia de familiares suyos, fue “un grito desesperado”, dice. “Pero no éramos más de 20 personas”.
“Sergio (Maldonado, hermano de Santiago) dijo en ese acto que él por primera vez había prestado atención a que había vecinos que por ser mapuche estaban más marginados en la sociedad y que había comprobado por sí mismo lo justo de nuestras demandas. Pero que si su hermano no hubiese estado desaparecido como estaba en ese momento, él nunca se hubiese detenido a ver esa realidad. A los mapuche se nos hizo un nudo en la garganta”, reflexiona.
Según la investigadora, las posibilidades de que el Gobierno del presidente Mauricio Macri “reconozca el despojo” y la necesidad de regularizar y restituir territorios va a depender más “de la voluntad social de que no se avance con las políticas racistas que de la propia intención estatal”.
Sin embargo, Cañuqueo todavía guarda esperanzas de que el reconocimiento del pueblo mapuche también nazca de la propia sociedad civil. “Espero que algún día –expresa– el vecino que con tanto ahínco defiende la represión racista entienda que toma la misma agua que los mapuche defendemos”.

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