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Después de tres décadas, la historia de Chile sigue y estará por siempre marcada por el período de la dictadura, o del gobierno militar, como algunos prefieren llamarle.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

En Chile se conmemoran los 30 años del icónico plebiscito en el que ganó el no. Un no que puso término a un período de la historia del país que aún genera incomodidad; un no que puso fin a la dictadura de Augusto Pinochet. Un no que redefinió la historia de Chile para siempre. Un no que aún resuena con felicidad entre millones de habitantes de este largo y angosto país al Sur de América.

Después de tres décadas, la historia de Chile sigue y estará por siempre marcada por el período de la dictadura, o del gobierno militar, como algunos prefieren llamarle. El general Pinochet también será por siempre una figura polémica: admirada por algunos y repudiada por otros tantos. Lo cierto es que fue una persona que se mantuvo en el poder durante 17 años en un país que exigía democracia y justicia para los miles de detenidos y desaparecidos.

El no fue una instancia histórica que requirió vencer miedos individuales y colectivos. Son los mismos que nos siguen recordando que ni las derechas ni las izquierdas están libres de culpas, porque las dictaduras no tienen ideologías.

Otro de los aspectos que me gustaría resaltar de esta hazaña chilena -además del éxito de la campaña del no que forma parte de los hitos comunicacionales de la historia política latinoamericana– es la lección que nos entrega a las actuales generaciones sobre la importancia de votar.

El no es un hito histórico que llamó a las urnas a millones de chilenos desacostumbrados a ejercer su derecho ciudadano al voto. Acudieron de forma masiva a las urnas para expresarse democráticamente ante una dictadura militar que había permanecido en el poder durante ya 15 años.

Cuando nos encontramos ad portas de iniciar un proceso electoral, bajo un contexto mucho menos adverso que el de aquel entonces en el país suramericano, creo que también es valiosísimo para nuestro país reflexionar en torno del peso y la relevancia que tiene hacer valer nuestro voto.

Siempre hay un aprendizaje detrás de cada historia. Y, en este caso, además del triunfo de una campaña que debía generar alegría en torno del no, es el de considerar que nuestros derechos en democracia no son una garantía. Hay que hacer uso de ellos, hay que exigirlos, no darlos por sentados y hacerlos valer. Votemos, porque podemos hacerlo, porque debemos hacerlo.

La reflexión es, entonces, aprender a valorar que en nuestro país el derecho al voto se ejerce y se respeta. Por lo mismo, debemos darle la relevancia que se merece y aprovechar estas instancias.

Nuestra generación da por sentada la democracia. Asume que las cosas funcionan así y que el voto es indiscutible. Sin embargo, no es necesario ir muy lejos en la historia, ni en el mapa, para darnos cuenta de que las dictaduras son reales y que el voto no es un derecho que se practica universalmente.

Que el triunfo del no sea un ejemplo para todos, tanto para celebrar la libertad como para reconocer el valor de la democracia y las elecciones libres y confiables.

Mientras tanto, evaluemos bien a los candidatos y asegurémonos de entregarle el poder al más idóneo. Hoy por hoy, todos estarán luchando por esa crucita que los hará llegar a gobernar el país y que seguramente definirá la historia de nuestro país.

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