Gobierno ignora hábitat de familias al reubicarlas en Ciudad Marsella

El Gobierno no ha tomado en cuenta los efectos que el cambio de hábitat tendría en las familias que fueron reubicadas en Ciudad Marsella, a pesar de que el Ministerio de Vivienda cuenta con una unidad dedicada al análisis de este fenómeno. José Constanza, uno de los reubicados, afirma que aún no puede dejar su hogar en Nejapa, porque no sabe qué hacer con sus animales de granja y sus cosechas.

José Mauricio Constanza está acostado en la hamaca que colgó en un portal que él mismo construyó en el patio de su casa, ubicada en la comunidad Los Angelitos, en Nejapa, municipio de San Salvador. A su alrededor, 13 gallinas picotean el suelo, aletean, cacarean, rascan la tierra y defecan. A la par de su hamaca, en una silla de plástico, está dormido un gato y más allá está un perro, también dormido. José Mauricio descansa antes de ir a darle agua a su ganado. Tenía 17 vacas antes de que las lluvias de 2020 arrasaran la comunidad. Le quedaron 12 después de que cinco chivitos se ahogaran en el deslave que arrasó la zona el 29 de octubre.

Su familia es una de las 78 de las comunidades El Chorizo, Rodas, Barrio San Antonio y Los Angelitos II, todas de Nejapa, que el Gobierno reubicó, en diciembre, dentro de Ciudad Marsella. Esta es una residencial privada construida por la empresa Global Developers. El Gobierno ha ocultado los acuerdos a los que llegó con la constructora y por qué no se les consultó a las familias sobre su nuevo asentamiento. Ahora deben integrarse a un espacio que les vino como sorpresa. 

José es un agricultor que lleva el sol en la piel, ha vivido desde siempre en Nejapa y se ha ocupado de trabajar la tierra: tiene su milpa y su ganado. Aunque estas son sus fuentes seguras de ingresos, no tiene un estimado de ganancia semanal y menos mensual. “Hay veces que gano, otras que no. Hay veces que saco siete botellas de leche; otras, como 20”, calcula.

Ciudad Marsella está pensada para familias que tienen ingresos familiares de, al menos, $720. La inestabilidad en la que José vive no permite ni que diga una aproximación de su salario. No lo sabe. Su situación no es aislada dentro de la comunidad, muchas familias viven de manera similar. A veces se gana, a veces no.

Desde el derrumbe, el Gobierno realizó algunas consultas con los habitantes de Nejapa. La ministra ‘ad honorem’ de Vivienda y presidente del Fondo Nacional Vivienda Popular (Fonavipo), Michelle Sol de Castro, adelantó, a finales de octubre de 2020, que había tres terrenos que sometería a consulta popular, pero al final desoyó a los afectados por las lluvias de 2020 que residían tanto en las comunidades de Nejapa, como a los que resultaron afectados, a finales de mayo, por las tormentas Amanda y Cristóbal y que residían en la capitalina comunidad Nuevo Israel. Sin consultarles, el Gobierno se llevó a 252 familias a Ciudad Marsella.

A los afectados se les prometió mucho. Así, también, se les falló. Las instituciones gubernamentales intentan aminorar los problemas de la reubicación inconsulta con jornadas de salud, una tarde cultural y una de cine. Perol contraste de identidades entre los dos principales grupos que fueron reubicados dentro de la residencial es evidente. Mientras quienes habitaban en comunidad Nueva Israel, ubicada en la capital, en una zona totalmente urbanizada, tienen ventajas; quienes habitaban en comunidades de Nejapa vivían en zona rural, acostumbrados a espacios abiertos, a ellos les cuesta más adaptarse.

En el programa televisivo “Diálogo con Ernesto López”, la ministra Sol afirmó que hay tres puntos indiscutibles para escoger un proyecto de vivienda: cero vulnerabilidad, acceso a servicios básicos y acceso a transporte público. A pesar de que en su ministerio hay Unidad de Hábitat y Asentamientos Urbanos y que en 2020 gastó $50,000 en contrataciones por servicios profesionales de expertos en hábitat, no mencionó nada sobre si se toma en cuenta la manera en la que la gente reubicada se adaptará a su nuevo entorno.

La Unidad de Hábitat del MIVI está dedicada  “coordinar por parte del ministerio la ejecución de los planes emanados del Gobierno de la República para atender la problemática habitacional, que se generen como resultados de situaciones de emergencia” y está estrechamente ligada a la Unidad de Desarrollo Comunitario para coordinar mejoras de hábitat, según lo establece su organigrama.

En una de las reuniones con los afectados de Nejapa, el director de esta última unidad, Carlos Flores, les prometió que construirían un complejo habitacional para las familias afectadas en el mismo municipio, incluso llegó a afirmar que ya tenían en terreno. El alcalde de la localidad, Adolfo Barrios, confirmó que el Ministerio de Vivienda compró un terreno a la empresa Fiamac, aunque desconoce el monto de la transacción. La ministra Sol dijo que estos terrenos serán utilizados para proyectos habitacionales y que fueron comprados “a un increíble precio”, pero evitó dar el monto.

Las familias de Los Angelitos han tenido dos cambios drásticos en cuestión de meses: la tierra en la que vivían se les vino abajo, llevándose todo, y su nueva casa, describen, se parece más a una cárcel que a un hogar.

José aún está calculando los costos que significa que miembros de su familia viajen a diario de Ciudad Marsella a Nejapa y ese costo incluye que él se tenga que quedar detrás cuidando lo poco que el deslavé dejó en pie. No tiene ni idea de qué hacer con sus animales.

La incertidumbre de volver a perderlo todo

En la zona cero de Nejapa aún se nota la huella del deslave. Enormes piedras adornan el camino hacia un cementerio de viviendas. La quebrada, que antes apenas arrugaba el suelo, ahora es una zanja profunda. Abajo, donde paró el deslave, los muros perimetrales siguen manchados de lodo. La lluvia duró más de lo que el cerro El Picacho podía soportar y terminó por llevarse entre los escombros la vida de una decena de personas y 40 viviendas. 

La casa de José Mauricio sigue en pie, aunque lo que era su patio ahora es una cárcava que dificulta el cruce al terreno que está enfrente. El deslave, que botó casi todo y desapareció buena parte de la comunidad de Los Angelitos I y II, reculó antes de arremeter contra su familia. La zona donde están las viviendas que aún siguen en pie está considerada como de alto riesgo; por eso, aunque no han perdido sus hogares, estas familias también forman parte de las reubicadas en Ciudad Marsella. 

A excepción de un par de casas, como la de José, la mayoría de viviendas están abandonadas. Algunas viviendas afectadas por las lluvias en esta misma zona han sido demolidas por el Ministerio de Obras Públicas (MOP); aunque no se ha anunciado oficialmente, las que quedan en pie, como la de José, tendrán el mismo destino. 

José vivía en este lugar con su esposa y en una casa vecina estaba su madre. Explica que aún no se ha ido a Ciudad Marsella, porque, allá, no caben ni sus animales ni el maíz que, a pesar de las lluvias, logró cosechar. “N’ombre, si cómo le voy a hacer con todas estas cosas. Mire esos sacos -dice señalando dentro de la casa desde el corredor- ¿cómo me los voy a llevar, si son bien pesados?”, dice entre una risas nerviosas.

El MIVI fue creado para solventar la crisis habitacional del país y para coordinar con las comunidades nuevos hábitat que incluyeran viviendas dignas y que les permitieran desarrollar sus actividades económicas. Pero no tomó en cuenta todas las pertenencias y el arraigo que las familias de Nejapa dejaban atrás por su no perder la oportunidad de tener una nueva casa. 

Así está Raquel Rivas quien termina sus tardes de domingo con una caminata, desde su casa en Ciudad Marsella, hasta la carretera. Ahí toma un bus y comienza su viaje de regreso a Nejapa, donde, por trabajo, reside entre semana. En el camino, dice, reflexiona acerca de que esta es su nueva rutina. “La cláusula que pusieron allí es que no puede vender uno durante veinte años. Imagínese que no se puede vender ni alquilar”, cuenta. Explica que esta fue una de las pocas cláusulas que pudo leer aquella noche del 19 de diciembre cuando, en prisas, aceptó la casa.
José, por su parte, no sabe qué hará lo que el alud no quiso. En ese pequeño patio donde está su hamaca, están apiñadas varias de las cosas que quiere conservar. “¿Y cómo me las voy a llevar?”, se vuelve a preguntar. El Gobierno ayudó a muchas familias a mover sus pertenencias hacía Ciudad Marsella, pero las de José siguen aquí. 

Desde ahora, si quiere ir a dormir a Ciudad Marsella, José Mauricio debe gastar cerca de $2.40  de ida y vuelta en transporte colectivo para llegar a su hogar en Nejapa.

José no sabe ni ha pensado qué hará con sus animales: con las 13 gallinas que andan a su alrededor, con el gatito que duerme en la silla de plástico, con el perro que está a sus pies y con las 12 cabezas de ganado que lo ayudan a subsistir. “Ni chucho lo dejan tener a uno”, ironiza. “Va a tocar comerlos o venderlos”, sentencia con una risa incómoda.

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