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El “millennial” salvadoreño

Dicen que trabajar con los “millennials” es difícil porque, aunque somos muy creativos e innovadores, nos desmotivamos con facilidad. Nuestro compromiso con una empresa no supera los dos años.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

Dicen que los “millennials” o la Generación Y, conformada por quienes nacimos entre finales de los ochenta y los 2000, aproximadamente, nos hemos tomado el mundo, reinventando las formas de comunicación (desde lo digital hasta el cara a cara). Somos más contestatarios, más “rebeldes”, menos conformistas, disruptivos, innovadores, inquietos.
Nos atribuyen, sin embargo, un excesivo individualismo y egocentrismo expresado en selfis, perfiles en redes sociales y celulares de última generación que cuestan demasiado. Protestamos por todo pero desde la seguridad que nos ofrecen Twitter y los “me gusta” de Facebook. Acumulamos firmas llenando formularios por internet para apoyar causas benéficas en lugares que quizá ni conocemos.
Dicen que trabajar con los “millennials” es difícil porque, aunque somos muy creativos e innovadores, nos desmotivamos con facilidad. Nuestro compromiso con una empresa no supera los dos años y buscamos crecer profesionalmente rápido, pero esperando a cambio excelentes beneficios laborales, flexibilidad en los horarios, tiempo para disfrutar, viajar y un buen sueldo.
Queremos vivirlo todo ahora, que nuestras interacciones con las marcas sean una experiencia de gran calidad, pero sin dañar el medio ambiente. Y si no nos gusta, lo decimos, sin miedo, y lo reproducimos a todos nuestros conocidos en las redes sociales, quienes, además, comentan y discuten con nosotros sin miedo a discrepar.
Además, dicen que somos más incluyentes, que aceptamos la diversidad y a quienes son distintos a nosotros con más naturalidad: gays, extranjeros, tatuajes, piercings y demás no nos molestan ni nos alegran. No tenemos que esforzarnos por “aceptarlos”, porque consideramos que son parte de la sociedad.
Dicen también que para nosotros aquello de las jerarquías no aplica. Las figuras de autoridad desaparecen y se convierten en uno más, al mismo nivel, que puede ser juzgado, criticado y tratado en igualdad de condiciones que uno mismo. Los jefes, los sacerdotes, los maestros y sobre todo los políticos dejan de ser intocables, e incluso están más propensos al escrutinio por su relevancia social como figuras de poder y autoridad.
Para los “millennial”, la transparencia es un valor imprescindible. Esto aplica para la vida personal y para el Estado. Requieren información, buscan políticos distintos, personajes abiertos, menos estructurados, más Obamas –o Nayib Bukeles para llevarlo al plano nacional–, en el sentido de la naturalidad, la cercanía y la interacción a través de aquellos medios con los que se comunican (no sé si aquí entran los calcetines excéntricos, pero bueno).
Y por último, los “millennial” no tienen como prioridad tener hijos. Por tanto, son una generación multitudinaria que se ha convertido en la gran fuerza laboral del mundo y está dispuesta a disfrutar la vida sin grandes responsabilidades, como criar a otro ser humano.
Mi reflexión en torno de todas las características de esta interesante generación tiene que ver con que muchísimos de los integrantes de las maras en nuestro país son “millennial”. Lastimosamente, es imposible decir que calzan con el perfil.
No soy socióloga y no quiero predecir que sea una “generación perdida”, porque El Salvador es más que las maras y, por tanto, el llamado es: “millennials” salvadoreños, hagámonos sentir, somos la generación disruptiva.

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