El fuego de Hestia

Conciencia para disminuir la violencia

Al expresarnos irresponsablemente alimentamos el ciclo de odio-abuso-violencia-asesinato que en este país afecta no solo a niñas y mujeres, sino que corrompe a las familias enteras.

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Coach en Comunicación Intuitiva

La frase expresada por el fiscal general de la república en el caso de corrupción contra Mauricio Funes “Ada Mitchell Guzmán se vuelve casi una obra pública por toda la inversión de fondos públicos que hizo en ella el expresidente” da pie para hacer una reflexión sobre el machismo y la misoginia que opera en El Salvador. No solo porque lo dicho proviene de una de las figuras más importantes en el combate contra la delincuencia y el crimen en el país, sino porque también demuestra claramente cómo los prejuicios ocultos están presentes en la cultura salvadoreña.

Tuve la oportunidad de conversar con el fiscal acerca de esta declaración y aceptó que no había sido correcta, sobre todo por lo que su cargo representa. Por supuesto que esto no le resta relevancia a su trabajo. Ojalá lleve a la cárcel a los responsables del saqueo al Estado y recupere lo robado para invertirlo en la población más vulnerable.

La misoginia y el machismo significan respectivamente “aversión a las mujeres” y “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres…” Los chistes en los que se denigra y degrada a una mujer o a lo femenino, aunque cueste aceptarlo, representan una forma más de misoginia y machismo. Ambas tejen una red fina en el inconsciente que es difícil advertir en nosotros, en otros o en este tipo de manifestaciones. Las expresiones como la del fiscal general, aparentemente inocentes, son el primer paso hacia el desprecio, la violencia y el abuso en contra de las mujeres. Para comprender mejor solo basta ser curioso y leer la declaración del fiscal y los comentarios expresados en Twitter por hombres y mujeres acerca de lo que quisieran hacer o lo que, según ellos, se merece esta señora por haber sido llamada de la forma en la que lo hizo el funcionario.

Muchos padecemos de estos prejuicios inconscientes. Creer que las mujeres “valen menos que los hombres” o que “su rol es ser únicamente madres o esposas”, entre otros, son el resultado de haber aceptado esas ideas hasta haberlas convertido en verdades absolutas; alimentadas, además, durante milenios por filósofos, religiosos y hombres de ciencia. La verdad es que hoy, al igual que lo hicieron antes, estas continúan limitando el desarrollo de las potencialidades que existen en cada niña y en cada mujer, y también promueven y normalizan el control y la violencia hacia lo femenino.

Las cifras sobre la violencia en contra de niñas y mujeres en el país son perturbadoras. Según el observatorio de Ormusa, en el primer trimestre de 2018 hubo 1,515 delitos contra las mujeres, casi 17 casos al día. Diez mujeres fueron asesinadas por sus parejas entre enero y abril de este año. Entre enero y julio de 2017, un total de 1,948 denuncias por delitos sexuales fueron registradas, y la violación en menor e incapaz fue el delito más denunciado (47.95 %). Estas son solo cifras oficiales, porque la vergüenza y el temor evitan la denuncia.

Las creencias machistas y misóginas están ocultas en lo profundo de nuestro inconsciente, y por ello son peligrosas, porque nos llevan a normalizar este tipo de expresiones y comportamientos. Para traerlas al consciente, es necesario aceptar que formamos parte de una cultura machista, preguntarnos si esas manifestaciones denigrantes las utilizaríamos si fueran dirigidas a familiares o allegados, y corregir esas creencias en nuestros entornos.

Es urgente realizar un esfuerzo colectivo para entender las raíces de ese desprecio a lo femenino y construir una nueva conciencia con creencias saludables y edificantes acerca de las niñas y mujeres si en realidad deseamos reducir la violencia. Las palabras, que provienen de nuestras creencias, son generativas, construyen o destruyen. Al expresarnos irresponsablemente alimentamos el ciclo de odio-abuso-violencia-asesinato que en este país afecta no solo a niñas y mujeres, sino que corrompe a las familias enteras.

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