ÁLBUM DE LIBÉLULAS (204)

Tenía la obsesión de vivir sus domingos como un aventurero de los suburbios. Y aunque esa era una tendencia anímica que le había brotado desde la más lejana infancia, fue en la adolescencia avanzada cuando se le instaló en la mente como un chip irresistible.

1670. RETRASO IMAGINARIO

Estaban en la sala de espera de la terminal aérea, y se acababa de anunciar por los parlantes que el vuelo que hubieran tenido que empezar a abordar dentro de algunos minutos estaba retrasado hasta nuevo aviso. Para ellos, que iban a volar hacia una estación de tránsito, aquella noticia los dejaba en el limbo. Se quedaron pensativos, con el único recurso de esperar que les alcanzara el tiempo de la conexión. Entretanto se fueron a recorrer la zona comercial aledaña a las puertas de entrada a los vuelos, más para pasar el rato que para buscar algo que comprar. De pronto estaban ante una tiendita que parecía de antigüedades. ¿Qué hacía algo así en aquel lugar? Y en una pequeña repisa se hallaron ellos mismos: un retrato de otra época, en el que sonreían como personajes de alguna historia romántica. Por los parlantes anunciaron entonces que el vuelo estaba por salir.

1671. LECCIÓN DE VIDA

Iba siguiendo en su sencillo celular el breve reportaje sobre el anecdótico incidente en el que el fotoperiodista Yuri Cortez se vio envuelto en la final del Mundial de Moscú entre Croacia y Francia. Los entusiastas jugadores croatas cayeron sobre Yuri, que desde el suelo siguió tomando fotos de los que se le fueron encima, y las imágenes volaron por el mundo de inmediato. El fotoperiodista en ningún momento dejó de sonreír, y la imagen de esa sonrisa también se multiplicó en los aires globales. El que seguía el reportaje era un joven desconocido que habitaba en un cantón remoto perdido entre las montañas. De pronto sintió que la vida por venir se le volcaba encima con todos sus sueños y sus ensueños posibles. Él le tomaba fotos con su objetivo mental. Fotos, fotos y más fotos. Y de pronto exclamó: “¡Yuri, voy a seguir tu ejemplo al pie de la imagen!”

1672. ENCUENTRO SABATINO

Aquel día en la función vespertina prácticamente no había espectadores, y eso no era común, porque los sábados por la tarde siempre se incrementaba la audiencia, deseosa de distenderse luego de los apremios y ahogos de la semana laboral. Pero él sí estaba ahí, con la puntualidad impecable que le caracterizaba, en su rincón habitual del segundo piso de butacas. Se abrió el telón y la función dio inicio. El tema de la obra que se representaba era la reencarnación de las almas. Todo iba desarrollándose con la normalidad esperable hasta que uno de los personajes en escena pareció olvidar su parlamento y extendió los brazos hasta el rincón del espectador puntual: “¡Gracias por venir a mi reencuentro, lo he anhelado siempre porque eres mi más fiel antepasado!” Y todo siguió como si nada, porque aquella exclamación parecía parte del libreto.

1673. LAS MISMAS HUELLAS

Iba caminando hacia abajo, en la acera al otro lado de la calle, frente a la entrada principal del Colegio María Auxiliadora. Se dirigía hacia el Cine Fausto, que estaba en la esquina siguiente, e iba ahí a encontrarse con Gardenia, su novia inminente según todas las señales disponibles. Cuando él llegó a la entrada del Cine, Gardenia ya estaba en el lugar, aguardándolo con una sonrisa invitadora. Él compró las entradas y se dirigieron hacia el interior. Era temprano y podían platicar por un rato. La película programada era “Las Huellas del Tiempo”. A partir de aquel momento se selló el pacto de amor con los correspondientes murmullos, y luego vino todo lo demás. Lo previsible y lo imprevisible. Ahora venían caminando juntos hacia el ya inexistente Cine Fausto. Se detuvieron enfrente. Las huellas del tiempo se hallaban ahora en ellos y en sus entornos.

1674. POSESIÓN ENTRAÑABLE

Dicen que las palabras se las lleva el viento, y él, que desde niño tuvo la espontánea curiosidad de encontrarle algún sentido a todo lo que estaba a su alrededor, puso aquella afirmación a prueba en todas las ocasiones posibles. Eso hizo que se volviera consciente al máximo de la suerte de las palabras, y más cuando las ráfagas se hacían presentes por efecto del clima. Se asomaba al aire y lanzaba alguna frase, que desde luego desaparecía de inmediato. Pero pronto advirtió que la frase esfumada permanecía intacta en su conciencia; y eso le hizo poner en cuestión el vínculo entre las palabras y el viento. ¿Qué era en verdad lo que se llevaba el viento? El sonido de las palabras, pero no las palabras como tales. Entonces penetró instintivamente en su propia interioridad y ahí encontró el baúl de las palabras. Un baúl transparente siempre sin llave. Qué fecunda sorpresa.

1675. EL QUE TENGA OÍDOS…

Las condiciones de la realidad nacional son deplorables y deprimentes, y eso se expresa y se repite a diario por todas las vías que están a disposición. El hecho de hacerlo así constituye una rutina que cada vez impresiona menos. Por eso, los imaginativos impacientes están buscando vías alternas para dar a conocer sus denuncias sobre tal situación. Alirio es un muchacho que no se conforma con lo usual, y que antes de tomar la ruta del escape hacia el Norte, que además ya se muestra como una opción surrealista en el peor sentido del término, quiere enviar su propio mensaje de frustración liberadora. Se cuelga del quinto piso de un multifamiliar, con un cartel desplegado: SOY OTRA VÍCTIMA DEL MIEDO. Lo rescatan los bomberos, creyendo que está ahorcado. Pero todo ha sido un truco. Ya abajo y libre se explica: “Vayan a rescatar a las verdaderas víctimas”.

1676. LA MEJOR ENSEÑANZA

Era domingo y tenía todas sus horas libres, al menos de responsabilidades de trabajo. Como era temprano por la mañana y la estación lluviosa repartía raciones de frescura por doquier, sintió, como tantas otras veces, que el jardín lo estaba invitando a compartir unos momentos de convivencia. Llevó su silla plegable bajo las ramas del pomelo, junto al granado y al heliotropo, y ahí se instaló. No tenía ganas de pensar y mucho menos de articular en palabras lo pensado, y por eso al sentarse distendió piernas y brazos y cerró los ojos, como si estuviera en una playa solitaria. De pronto sintió un ruido sobre su cabeza. Entreabrió los ojos y miró hacia arriba. Era una ardilla que se desplazaba magistralmente por las delgadas ramas del granado. Volvió a cerrar los ojos, inspirado. Y en unos instantes aquella ardilla mágica le iba haciendo vibrar los estambres del pensamiento.

1677. ENIGMA NATURAL

Inmediatamente después del sismo devastador, los equipos de rescate se desplazaron por todas las zonas afectadas en busca de sobrevivientes soterrados. Luego de varias horas de trabajo, el saldo alentador era que no había ninguna víctima atrapada entre los escombros. Era como un milagro sin precedentes. Entonces empezó a soplar una ventisca que levantó nubes de polvo, y de inmediato quedaron a la vista los cuerpos de las víctimas, que el viento fuerte levantó como si fueran hojas secas. ¿Qué significaba todo aquello? Sólo el aire lo entiende.

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