Sin correcciones políticas

Ningún joven seguro

No se trata de usar la tecnología para aislarnos y así pretender sentirnos más seguros. Al contrario, se trata de pensarla como herramienta para transformar nuestras formas tradicionales de relacionarnos.

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Politólogo

La semana pasada, el PNUD presentó el informe sobre desarrollo humano en El Salvador 2018, titulado “¡Soy joven! ¿Y ahora qué?” El informe muestra realidades poco alentadoras para la juventud salvadoreña, como el hecho de que “en promedio, la tasa de homicidios de la población joven es 53.4 % mayor que la de la población adulta en el periodo 2007-2017” (PNUD, 2018:7). Esto contrasta con “que entre 2012 y 2016, un estimado de 5 de cada 10 personas privadas de libertad en un centro penal eran jóvenes entre 18 y 29 años de edad” (p. 9).

El informe, sin embargo, no solo muestra con claridad las facetas donde la juventud es víctima o victimaria en nuestra sociedad, sino que también pone énfasis en el enorme potencial de la juventud para generar resiliencia. La cual es entendida como “el conjunto de capacidades que le permite a las personas lidiar, enfrentar y sobreponerse a las adversidades, sin comprometer sus derechos y sus opciones actuales y futuras de desarrollo” (p. 9). En ese sentido, el informe destaca que “la participación de las personas jóvenes debe ser un aspecto central en cualquier estrategia para la construcción de paz” (p. 264).

Sin embargo, solamente el 6.7 % de la juventud participa en organizaciones u asociaciones, decantándose por las religiosas, comunitarias, deportivas y artísticas (p. 242). Por lo tanto, la organización y participación de las juventudes en los diferentes espacios y niveles de decisión resultan apuestas fundamentales y prioritarias si queremos construir relaciones menos violentas tanto en lo físico, lo estructural como en lo simbólico. Para ello necesitan el apoyo del resto de la sociedad: desde la política institucional, la academia, la cooperación internacional, la iniciativa privada, las iglesias, y también desde los sectores ligados con la tecnología.

Cuando proponemos tecnología no se trata de correr rápidamente a las tradicionales respuestas de las cámaras de videovigilancia o los software de reconocimiento. No se trata de usar la tecnología para aislarnos y así pretender sentirnos más seguros. Al contrario, se trata de pensarla como herramienta para transformar nuestras formas tradicionales de relacionarnos. Es decir, como plataformas o instrumentos que trastoquen esas formas y antivalores que nos hacen tan proclives a la violencia. La tecnología como lo que es y ha sido siempre: una revolucionaria social.
En ese sentido, el proyecto de prevención de violencia juvenil a través de las TIC, impulsado por UNESCO con el apoyo de AECID, en alianza con Jóvenes contra la Violencia y otros aliados nacionales e internacionales, llevarán a cabo el próximo octubre el primer Hackatón Regional de prevención de la violencia juvenil en El Salvador, Guatemala y Honduras, denominado HackCR3A. Las redes sociales y las páginas web de JCV y de UNESCO brindan toda la información para aquellos interesados en participar y aportar en este encuentro.

El IDH señala la necesidad de que las formas de participación se vayan adaptando a los medios y las formas que utilizan los jóvenes, y que las formas de participación juvenil no coinciden con los mecanismos consagrados y tradicionales de participación (p. 251). Por eso iniciativas como la Hackatón son valiosas, pues buscan adoptarse a la demanda y las formas de la juventud. Son espacios para pensar y proponer fuera de la caja, usando las TIC para identificar, profundizar y trastocar esos nudos, esos puntos, que encienden y disparan la violencia en nuestros países.

En ese sentido, el HackCR3A será un espacio de encuentro juvenil para proponer y desarrollar ideas que nos alejen cada vez más de ese país donde, a pesar de haber firmado una paz, ningún joven está seguro.

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