Los cuadernos de las coimas: la enigmática caja que escondía una bitácora de la corrupción K

El chofer de uno de los personajes más cercanos a los Kirchner recopiló una serie de datos en cuadernos. Esos escritos a mano en donde se detalla cuánto pesaba una maleta con millones de dólares y en qué lugar, a qué hora y a quién fue entregada se convirtieron en una bitácora de los sobornos que empresarios hicieron durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Ya están en poder de las autoridades.

Fotografías de Agencias
Cristina Kirchner

Hacía calor el 8 de enero pasado en Buenos Aires. A las 13:38, cuando llegó a mis manos una caja con los cuadernos sobre una de las tramas corruptas más detalladas de las que hasta ahora se tiene conocimiento, la temperatura era insoportable.

Un anotador, seis cuadernos espiralados y uno azul de tapa dura, que bien podrían haber sido de cualquier nostálgico que decidió guardar los apuntes de primaria. Facturas de alguna marroquinería de Once en las que probaba la compra de bolsos. Videos y unas pocas fotos no muy nítidas. Poco más que eso sirvió para exhibir el recorrido de las coimas que partían de las instrucciones de Néstor Kirchner, continuaban con los recorridos millonarios de los laderos de Julio De Vido por las empresas contratistas del Estado para recolectar bolsos llenos de millones de dólares sucios y terminaban en la Quinta de Olivos, en la Jefatura de Gabinete o en el departamento de la familia de los expresidentes, en Juncal y Uruguay.

El chofer del auto, silencioso testigo de lo que sucedía en su Toyota Corolla en el que transportó a Roberto Baratta durante al menos 10 años, se encargó, con la precisión de un orfebre, de tomar nota de todo lo que podía escuchar. Intentó con cada detalle barnizar de veracidad su relato, no dejó escapar ni siquiera un número que veía al pasar, tomó las direcciones, los nombres, los montos y las características físicas de quienes no conocía. Y hasta el peso de los bolsos o las valijas.

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LA BITÁCORA DE LA CORRUPCIÓN
Fueron semanas de trabajo silencioso para tratar de entender esa bitácora de la corrupción. Era la solidificación de una estructura mental tallada después de años de escuchar centenares de leyendas urbanas sobre los bolsos del kirchnerismo, que de pronto se unían hasta con el horario en que se habían intercambiado dólares por favores. Venían recuerdos de decenas de empresarios o funcionarios que me negaron en la cara una, 10 y 100 veces que eso sucedía. La parte rancia de la doble moral que se impone en la Argentina contratista del Estado se encontraba detallada en aquellos apuntes de guantera.

La magnitud de los registros determinó una decisión. A poco de andar solo, convoqué a dos alumnos de la Maestría en Periodismo de la Universidad Di Tella (UTDT) y La Nación. Candela Ini y Santiago Nasra se sumaron con una sola premisa: estructurar la información para luego sí, empezar a desandar el camino del relato periodístico. Nunca nos pusimos plazos para contar la historia.

Un puñado de personas sabían de la existencia de aquellos cuadernos. Y entre ese selecto grupo, jamás estuvieron los hoy detenidos o investigados que desconocieron siempre la existencia de semejante prueba. Fueron horas de madrugada para ordenar los registros, debates eternos, sorpresas por los nombres que aparecían y, claro está, asombro por la impunidad con la que aquellos funcionarios y empresarios se movían. Casi imposible no quedar preso de la bronca por la doble moral.

Establecimos un compromiso. Trabajo silencioso, no contar a nadie y no publicar nada, ni una coma, un reto para todo periodista. Así se pasaron varias madrugadas de tipeo, acopio de información y café, en las que se nos hicieron familiares muchas personas que hoy están detenidas, varias de las cuales eran desconocidas para nosotros.

Listamos nombres, direcciones, cargos, empresas, montos y dominios de autos. Establecimos un chequeo de cada uno de ellos y llegamos a varias conclusiones. Todo en silencio, apenas con un hilo de comunicación con las autoridades de La Nación. Así conformamos una potente base de datos, que alguna vez aspiramos a compartirla en línea, con el detalle de cada movimiento de los que estaban registrados en 10 años de anotaciones.

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EN DETALLE
Pudimos saber qué helado les gusta a los De Vido y dónde lo compraban, el detalle de los traslados médicos de los integrantes de la familia del ministro y la frecuencia deportiva de Baratta. También las salidas a comer de varios integrantes de la cúpula del kirchnerismo, los subsidios de dinero sucio que se repartían a hijos del poder, y hasta los raid de los recolectores de millones para esquivar a las fuerzas de seguridad que custodiaban algunos barrios porteños.

Recorrimos cocheras donde se hacían los intercambios y conocimos cuánto pesan los dólares, el fresco; entramos a habitaciones de hoteles, subimos a lujosas torres de poderosos en Puerto Madero y entramos de la mano de la corrupción a los balcones de esos pisos treinta y pico, desde donde todo se ve pequeño. Encontramos conocidos, paseamos por fachadas sospechosas, fotografiamos domicilios, y finalmente, empezamos a chequear con varios de los personajes mencionados en el relato. Nos indignamos.

Un día, cité a un empresario al mismo café donde arreglaba sus negocios con el poder de entonces, y pude comprobar la transformación de un rostro cuando se lo atosiga de datos, fechas y nombres. La cara de póker, de aplaudidor de actos oficiales, tiene un límite y ese mediodía lo encontró. Otro día vi cómo me enrostraban la impunidad: “No tiene nada, nunca me van a agarrar, le dijo un viejo empresario, hombre avezado en eso de hurgar en latas, a su jefa de prensa cuando le hice saber que teníamos registros de cuándo y dónde había pagado coimas. Hoy tramita la libertad bajo fianza.

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TRES OPCIONES
Pero hubo un día en el que tuvimos que decidir la publicación. Y entonces, llegaron las preguntas. ¿Qué pasaba si aquel chofer escritor no reconocía sus letras? ¿Qué validez tenía una suerte de libro íntimo que el escritor, imaginábamos, nunca iba a asumir como propio?

Lo que vino fue consulta con esos periodistas a los que respeto y admiro, los de cuero curtido y hombros anchos. Y las opciones fueron más o menos así: ir por una nota importante y quedar expuestos ante la posibilidad de que el escritor niegue sus renglones; friccionar la historia de nuestros primitivos, pero eficaces coimeros o intentar desenmarañar la forma de hacer negocios que se impuso por años entre el Estado y muchos contratistas.

Elegimos esta última opción, aunque signifique ceder la primicia periodística y dejar en manos de la Justicia la investigación que habíamos hecho. Eso hicimos: entregamos nuestro trabajo y ofrecí mi testimonio.

El 10 de abril de 2018. Habían pasado 5 horas y el secretario de la fiscalía me miró: “Te hago otro café, para que no te duermas”.
Era el tercero que me tomaba en esa pequeña habitación de no más de 2 metros por 2.50. Tomó una cápsula y la colocó en una máquina que estaba en un costado de su atiborrado escritorio. Igualmente me advirtió: “No te hagas problema, no te va a hacer mal; son descafeinados”.
A la 1 había entrado a ese despacho. Dos escritorios y centenares de expedientes apilados en estanterías, en el piso, en el pasillo, en todos lados. Eso sí, una ventana que daba al puerto porteño y que le entregaba un aire fresco al espacio.

Mientras el secretario tipeaba, algo corto en el trato pero dispuesto, de anteojos y cara de entender rápido el Derecho, imaginé las consecuencias de aquella larga declaración. Fueron varios meses más de silencio sin publicar en los que especulamos con los tiempos judiciales. Pero claro, la Justicia tiene medios mucho más potentes como para verificar la veracidad o no de un documento, o de centenares, como era este caso.

Tras la publicación, el remisero (motorista) quedó preso y días después, empezaron a verse las consecuencias de aquella investigación de verano. Nadie imaginaba que ese testigo cauto construyó una enorme prueba de la trama de la corrupción en Argentina. Lo hizo en la cara de los funcionarios. Pero la impunidad cega, tanto que Baratta nunca imaginó que ese hombre, al que alguna vez le regaló una valija vacía después de sacar los $4 millones que contenía hasta minutos antes, construía la prueba más contundente de su función en el gobierno de los Kirchner.

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UNA NUEVA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO DESPUÉS DEL ESCÁNDALO
Primero fue la euforia. Pero duró poco: hasta que se activaron los reflejos y el instinto del sector más político del oficialismo. La sensación mutó en alivio y en algunas horas se tradujo en reuniones en lo más alto del Gobierno, destinadas a diseñar una estrategia política para tratar de aprovechar el nuevo escenario que alumbran los cuadernos de la corrupción .

El propio presidente actual, Mauricio Macri, hizo llamadas celebratorias en las primeras horas, apenas se conocieron las detenciones y los allanamientos pedidos por el fiscal Carlos Stornelli y dispuestos por el juez Claudio Bonadio, gracias al excepcional trabajo periodístico y compromiso cívico de Diego Cabot. Sin embargo, un llamado a la moderación se impuso a las pocas horas en la Casa Rosada.

Había motivos para el alivio: la explosiva noticia ganaba centralidad informativa y cambiaba una agenda adversa de ya más de tres meses, atravesada primero por las derivaciones que provocaron las subidas de tarifas, luego por un terremoto cambiario-financiero-económico y, finalmente, por los aportes irregulares a la campaña oficialista bonaerense de 2017. Una sucesión de desatinos, impericias, infortunios, mala praxis y opacidades que venía golpeando la imagen de Macri, de su gobierno y de varias de las principales figuras del oficialismo.

Nada de eso desapareció. La nueva e impúdica revelación del sistema ilegal de recaudación, financiamiento y enriquecimiento del kirchnerismo lo desplazó, pero no lo anula. Más aún, nadie puede prever ahora las consecuencias de este proto Lava Jato criollo, que, por primera vez, involucra de verdad a buena parte del estáblisment nacional hasta llevar a algunos de sus más conspicuos integrantes a la cárcel o a dejar a muchos más a tiro de orden de detención y que, incluso, ya tiene preso al principal ejecutivo de una empresa que fue de la familia Macri.

Todo eso explica la cautela y la rápida puesta en acción a la que llamaron varios de los más experimentados políticos del macrismo puro, como Horacio Rodríguez Larreta, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó (rescatados y recuperados para la mesa de decisiones), y hasta del núcleo duro de consejeros a los que más escucha el presidente, como Marcos Peña o Jaime Durán Barba.

En términos políticos, lo que pasó hace un par de semanas modificó (sustancial, pero solo inicialmente) lo que parecía un tablero consolidado en el que el golpeado oficialismo y el cristinismo resiliente ocupaban la mayoría de los casilleros y así lo seguirían haciendo con pocas variaciones hasta las elecciones del año próximo, salvo nuevos eventos imprevistos, cada vez menos descartables. En el medio parecían quedar para el peronismo no kirchnerista algunas fichas que le permitirían seguir jugando, aunque con chances menguadas.

Por eso, Macri y Peña escucharon y decidieron evaluar seriamente la rápida puesta en práctica de una estrategia tendiente a aprovechar la ventana de oportunidad que ofrece la nueva situación. El objetivo es doble y de difícil concreción. Por un lado, sostener la ventaja que le dio el golpe al kirchnerismo propinado por los cuadernos en momentos en que este empezaba a recuperar fuerzas. Por otro, evitar que una caída en desgracia de Cristina capaz de excluirla de la carrera presidencial construya una oposición panperonista, con chances de convertirse en alternativa de gobierno en 2019, sobre todo teniendo en cuenta los meses difíciles en lo económico que se avecinan y que al Gobierno no le traerán, precisamente, fortaleza política ni adhesión social.

Recorrimos cocheras dónde se hacían los intercambios y conocimos cuánto pesan los dólares, el fresco; entramos a habitaciones de hoteles, subimos a lujosas torres de poderosos en Puerto Madero, y entramos de la mano de la corrupción a los balcones de esos pisos treinta y pico, desde donde todo se ve pequeño. Encontramos conocidos, paseamos por fachadas sospechosas, fotografiamos domicilios, y finalmente, empezamos a chequear con varios de los personajes mencionados en el relato. Nos indignamos.

La idea fuerza de la Casa Rosada es maximizar lo poco que tiene para ofrecer en este momento: ser parte de un proceso de limpieza de la política que dé alguna certeza de que no habrá vuelta atrás en la Argentina, resumido ese “atrás” en la corrupción sistémica y el aislamiento internacional K, causante de una situación que todavía casi el 60 % de los argentinos rechaza, aunque una porción casi similar también cuestione el presente que le ofrece Cambiemos.

Los peronistas racionales saben que es muy probable que buena parte del tercio cristinista del electorado no abandone a su jefa ni aún ante las pruebas más elocuentes de su venalidad. Como dice Emmanuel Carrère en “El reino”: “Los desmentidos de la realidad en lugar de arruinar una creencia tienden, por el contrario, a reforzarla”. Los fanáticos y los creyentes no creen lo que ven, sino que ven lo que creen.

Así hay que entender las interpelaciones que dirigieron el presidente y otros oficialistas a ese peronismo entre jueves y viernes, cuando le pidieron que convirtiera en ley el proyecto de extinción de dominio que permita “recuperar la guita que nos afanaron” (Macri dixit) y lo intimaron a que si no vota el desafuero de Cristina al menos se avenga a permitir que se allanen sus (muchos) domicilios y sus despachos. Operativo despegue o blanqueo, si la palabra no connotara tan mal. Nada despreciable para muchos dirigentes que aspiran a tener un futuro político y que en el pasado formaron parte del poder kirchnerista o del menemismo, administraciones que no quedarán en la memoria colectiva como ejemplo de incorruptibilidad.

Al mismo tiempo, la estrategia busca dificultar los intentos de unidad peronista dándoles cierto reaseguro para su reelección a varios gobernadores justicialistas a los que aspira a destronar el socio con más presencia territorial de la coalición oficialista, la UCR. Los casos de Córdoba y Entre Ríos son un complejo banco de pruebas hacia adentro y hacia afuera de Cambiemos.
Sobre esta última idea no hay consenso por ahora en la coalición, pero la necesidad de apoyos para facilitar la aprobación del presupuesto de 2019 con el correspondiente ajuste que demanda el acuerdo con el FMI y así darles viabilidad a los próximos meses de gobierno puede resultar bastante convincente. Arriesgar el presente por la ilusión del futuro suele ser peligroso. Más para el radicalismo, que tiene necesidad de borrarse el estigma de sus gobiernos inconclusos. Por eso, algunos de sus dirigentes ya dieron señales positivas.

Después de varios meses de conflictos internos, la fragilidad y la incertidumbre sobre la suerte del Gobierno que impuso la crisis cambiaria han restablecido cierta paz en el oficialismo y reacomodado las piezas para volver a incluir en el espacio de toma de decisiones a varios que habían sido incluidos en el bando de los réprobos, cercanos a la vieja política. Es todo un dato. Todavía falta sanar las heridas que dejó el escándalo de los aportes irregulares bonaerenses.

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EL IMPACTO ECONÓMICO
Si el desenlace de los cuadernos es aún impredecible en lo judicial y en lo político, no lo es menos en lo económico. El espejo de Brasil suele entusiasmar tanto como espantar. El impacto que tuvo en la economía de ese país, expresado en una recesión de algo más de dos años, es inquietante si se tiene en cuenta que aquí la recesión ya se descontaba para los próximos dos o tres trimestres (según quién la calcule). Como atenuante aparece la diferencia entre uno y otro caso: el Lava Jato impactó sobre el gobierno en funciones y se llevó puesta a la presidenta en ejercicio. Aquí, al menos por ahora, los cuadernos revelan la corrupción de la administración anterior. Habrá que ver si una ola de arrepentimientos no aporta datos que puedan tocar a funcionarios del actual Gobierno, tanto por obras de su gestión local como por otros aportes irregulares a campañas electorales.

En el mediano plazo, en cambio, podría ser beneficioso para el Gobierno, siempre en el terreno económico, si la perspectiva del regreso en 2019 de un cristinismo recargado y vengativo se diluye. No porque vayan a llover los dólares que nunca fueron más que una leve garúa ocasional, sino porque, al menos, no se descartarían algunas inversiones que siguen en carpeta y no se irían más de los que ya se fueron. Podría ser un antídoto para la amenaza que implica la conformación y consolidación de un peronismo unido sin el dique parteaguas de Cristina.
Todo esto es lo que empezó a evaluarse en la Casa Rosada solo en las últimas 48 horas hábiles de la semana. Hay demasiado por recorrer.

En lo inmediato, Macri se mostró públicamente decidido a apostar fuerte por este aparente Mani Pulite argentino. Para justificar que no se trata solo de apariencias, en el oficialismo cuentan que, aunque ya la noche anterior sabía y les había anticipado a algunos pocos de las detenciones y allanamientos que haría Bonadio el miércoles, su primo Ángelo Calcaterra fue uno de los sorprendidos cuando la policía arrestó a Javier Sánchez Caballero, ex gerente general de la que fue su compañía constructora, luego de que se la cedió la mismísima familia presidencial.

Algo habrá cambiado de verdad si, como nunca antes había ocurrido en episodios de corrupción en la Argentina, el caso de los cuadernos va a fondo y pone al desnudo la trama oscura que ha unido al poder en todas sus expresiones a lo largo de décadas. La construcción de un nuevo orden más transparente es un desafío mayúsculo y casi impensable para un presidente oriundo del estáblisment. Si lo logra, finalmente habrá sido más Mauricio que Macri.

Red de sobornos. Tras la publicación, se realizaron numerosos allanamientos y detenciones. También se ofreció beneficios a quienes cooperaran con las autoridades.
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