Los años del hambre le roban peso a los niños venezolanos

En las dos principales maternidades de Venezuela ha aumentado el Bajo Peso al Nacer (BPN), un indicador que revela el progresivo deterioro de la salud materno-infantil con consecuencias que pueden ser irreversibles y llegar al extremo de la muerte. La crisis humanitaria causada por la escasez y el alto costo de bienes y servicios esenciales tiene un impacto brutal en las embarazadas y sus hijos.

Fotografías de Efecto Cocuyo y agencias
Reportaje

Cuenta su historia y se conmueve, pero no llora. El llanto se agotó durante su último embarazo por los maltratos que le propinaba su pareja. Intentaba defenderse, igualar la intensidad de los golpes. Pero en cada manotazo, se le iba la energía de la única comida que lograba hacer al día.

Lisbeth Pérez estaba embarazada de una niña que al nacer pesó 2.2 kilogramos, 300 gramos menos de los que necesitaba para alcanzar el peso normal establecido por la Organización Mundial de la Salud.
La bebé Lismary vio la luz el 30 de diciembre de 2017, pero solo aguantó 10 días con vida. El 9 de enero ingresó a la lista de neonatos muertos por causas relacionadas con Bajo Peso al Nacer (BPN). Los venezolanos están naciendo más delgados, más propensos a enfermarse e incluso a morir. El aumento del BPN es un problema de salud pública que se suma a la crisis humanitaria en Venezuela.

Gracias a una filtración obtenida por los reporteros –a pesar de los esfuerzos del Gobierno de ocultar la información, sancionar a quienes la hagan pública e imponer la censura– se supo que en la Maternidad Concepción Palacios, la más importante de Venezuela, el BPN ha tenido una tendencia ascendente desde 2013. El alza más brusca fue entre 2015 y 2016, pues el indicador pasó de 11.58 % a 16.08 %.

En la Maternidad Santa Ana, el hospital en el que nació Lismary, el BPN subió de 11.24 % en 2015 a 13.12% en 2016, y en 2017 se ubicó en 13.92 %.

Las estadísticas tienen un correlato dramático en la cotidianidad de muchas familias venezolanas. Los bebés nacen con menos peso, entre otras razones, porque las madres no tienen posibilidades de comer adecuadamente.
“Mientras yo estaba embarazada no me alimentaba bien. Hay veces que comía una sola vez al día”. Lisbeth confiesa que le avergonzaba no llevar almuerzo a su trabajo y por esa razón no se sentaba con sus compañeras. La mujer compra la bolsa del CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) que distribuye el Gobierno y que contiene principalmente carbohidratos y granos. Sin embargo, comentó que la entrega no siempre es regular y que en los últimos dos meses no la había recibido.

En un país donde 64.3 % de la población perdió al menos 11.4 kilos de peso en 2017 como consecuencia de la escasez y los altos costos de los alimentos, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida del Venezolano, ENCOVI 2017, aumenta la situación de vulnerabilidad de las embarazadas.

En noviembre de 2017 vio morir a tres bebés de tres meses de edad que pesaban 3 kilos. “Lamentablemente, eso es por las condiciones nutricionales de la madre, por más que las queramos tapar con un dedo. No tenemos dedo para tapar eso. El niño crece con desnutrición intrauterina y por eso vemos que están naciendo neonatos con 40 semanas de gestación que pesan solo 2.3 kilos y hasta menos”.

Lisbeth estaba ansiosa por saber el sexo de la persona que estaba creciendo en su vientre.

Lisbeth está convencida de que su hija nació pequeña y débil por los maltratos de su pareja y las dificultades para alimentarse durante su embarazo. Los bebés con bajo peso son más propensos a contraer infecciones y por eso la contaminación intrahospitalaria en la Maternidad Santa Ana habría acelerado el tránsito de la bebé hacia la muerte: “A mí me dicen que eso está muy contaminado, porque es mucha casualidad que se mueran tantos bebés en ese hospital. Ese mismo día –el 9 de enero de 2018– se murieron dos más”.

La madre recuerda que un día antes de fallecer, los pulmones de la recién nacida “sonaban como un camión”. En el acta de defunción se indica que la causa del deceso fue un shock séptico.

El mal estado nutricional de las madres contribuye al incremento del BPN, considerado una de las principales causas de mortalidad infantil en el mundo. En mayo de 2017, la exministra de Salud Antonieta Caporale divulgó el último Boletín Epidemiológico que se conoce en el país: en 2015 murieron 456 madres y 8.812 niños; y en 2016 fallecieron 756 madres y 11.466 niños, lo cual implica un aumento de 65.79 % en la mortalidad materna y de 30.12 % en la mortalidad infantil. Luego de que se hizo pública esta información, el presidente Nicolás Maduro destituyó a la ministra, mientras que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) calificó los datos como una “clara evidencia del impacto de la prolongada crisis en las mujeres y los niños en el país”. Desde entonces –y hasta el cierre de esta edición– no hay estadísticas oficiales más recientes sobre la salud materno-infantil en Venezuela.

El subdirector de la Maternidad Ana Teresa de Jesús Ponce, Henry Rodríguez, destaca las carencias nutricionales de la madre como causa del incremento del Bajo Peso al Nacer, y acota que él lo ha verificado personalmente en ese centro de salud pública ubicado en el estado Vargas. Asegura que en noviembre de 2017 vio morir a tres bebés de tres meses de edad que pesaban 3 kilos. “Lamentablemente, eso es por las condiciones nutricionales de la madre. Por más que las queramos tapar con un dedo, no tenemos dedo para tapar eso. El niño crece con desnutrición intrauterina y por eso vemos que están naciendo neonatos con 40 semanas de gestación que pesan solo 2.3 kilos y hasta menos”, indica Rodríguez.

Ana Gamallo, jefa del Departamento de Neonatología de la misma maternidad, cree que las madres pueden esconder el hambre en sus venas. “¿Tú sabes dónde yo sí he visto el hambre? En los (exámenes de) laboratorios de las mamás, todas tienen colesterol y triglicéridos altos, y una glicemia alta. Tú ves la falta proteica, predomina una alimentación de puros carbohidratos”, asegura la especialista.

El aumento del BPN se produce en un contexto de acelerado deterioro de la calidad de vida de los venezolanos. Para el cierre de 2017 la inflación se calculaba en 652 %, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), y se necesitaban 61 sueldos mínimos para cubrir las necesidades básicas de una familia de cinco miembros, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (CENDA).

Protestas. Médicos se han unido a enfermeros para exigir al gobierno de Nicolás Maduro mejores condiciones salariales.

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Más que crisis, emergencia

Los gestos de Lisbeth son delicados, su voz es suave y su mirada, dulce. Su actitud contrasta con el ambiente que la rodea: vive en un rancho de zinc de unos 12 metros cuadrados con piso de tierra, en medio de una precariedad casi absoluta, a no ser por una cocina que perdió el brillo del acero inoxidable hace tiempo, un colchón, un televisor viejo y una radio. A su casa no llega el servicio de agua potable y su baño es un espacio de aproximadamente 1 metro cuadrado, construido también con zinc, solo para resguardar la intimidad, pero donde no hay poceta, ni letrina, ni lavamanos, ni ducha.

No en vano el sector donde vive Lisbeth se llama El Esfuerzo. Para llegar hasta allá hay que subir unas escaleras de tierra de forma irregular que hacen perder el equilibrio al mejor acróbata. Cuenta, a modo de hazaña, que un día de lluvia y con una barriga de siete meses de embarazo, tuvo que bajar gateando, quitarse las cholas y empantanarse los pies para no caerse y poder asistir a una consulta prenatal.

Pero no siempre fue así. Esta mujer de 25 años, que trabaja como obrera en el Ministerio de Educación, tiene un hijo de siete años y compara sus condiciones de vida con las que tenía en 2010: “Se conseguían todas las vitaminas, yo me alimentaba muy bien, el bebé nació bien de talla, de peso, porque en ese tiempo no estaba la situación como ahorita”.

Su hijo vive con el padre en un apartamento, pero ella procura verlo todos los días y ayudarlo en sus tareas escolares. “Allá está más cómodo”, dice para justificar la ausencia del pequeño en la casa materna. La mujer invierte parte de lo poco que gana en el pago de un colegio privado.

Las consecuencias de la crisis económica y alimentaria en los niños, desestimadas por las autoridades, están bajo la lupa de organizaciones no gubernamentales. En 2016, Cáritas de Venezuela emprendió una iniciativa que ha arrojado luces sobre la desnutrición infantil en los estados Vargas, Miranda, Zulia y el Distrito Capital.

La experta en nutrición, Susana Raffalli, que lidera la investigación de Cáritas, considera que en Venezuela se ha sobrepasado el umbral de la crisis humanitaria, el cual se alcanza cuando la desnutrición aguda global (GAM, por sus siglas en inglés) en niños y niñas menores de cinco años de edad supera 10 %, lo cual ocurrió en febrero de 2017, cuando el indicador ascendió a 10.9 %. El empeoramiento de la situación se califica como emergencia cuando el GAM llega a 15%, y en julio de 2017 Cáritas registró un incremento a 16.7 %.

Raffali explica que la crisis humanitaria implica daño en el bienestar humano, pérdida de vidas, vulneración de la dignidad e integridad de las personas y sufrimiento masivo. La crisis humanitaria podría ser resuelta con la asignación de recursos adicionales por parte del Estado. En cambio, la emergencia humanitaria significa que la pérdida de vidas es a gran escala y solo se puede detener con ayuda internacional. Una evidencia adicional de la emergencia es el desbordamiento de la movilidad humana hacia países vecinos. Sin embargo, voceros del Gobierno, como la presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente, Delcy Rodríguez, insisten en negar que en Venezuela haya una crisis humanitaria.

Lisbeth estaba ansiosa por saber el sexo de la persona que estaba creciendo en su vientre. Quería tener una niña. Pero la alegría se esfumó a los cinco meses de gestación, cuando en octubre de 2017 se hizo un ecosonograma en un consultorio privado: la bebé venía con las asas intestinales (parte del intestino delgado) fuera de la cavidad abdominal. Al momento de dar a luz, con dolores de parto, recorrió cuatro de los principales centros públicos de salud de Caracas: el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez, la Maternidad Concepción Palacios, el Hospital Miguel Pérez Carreño y el Hospital Universitario de Caracas. En ninguno de ellos la pudieron atender por falta de un cirujano pediátrico que pudiera operar a la bebé inmediatamente después de su nacimiento.

Del Estado venezolano, Lisbeth recibió apoyo cuando la pérdida se hizo irreversible: 2 millones de bolívares que apenas alcanzaron para 20 minutos de velorio y la cremación de la pequeña.

Asentamiento. Lisbeth vive en un rancho que ella misma construyó con láminas de zinc al borde de la carretera Panamericana, no cuenta con servicios básicos.

A pesar de tanta calamidad, Lisbeth no pierde la fe. Se congrega en la iglesia evangélica Cristo, la Única Salvación, en la parroquia El Valle, donde ha encontrado gente que la apoya espiritualmente y ha retomado las enseñanzas cristianas con las que creció.

“Dios sabe por qué hace las cosas, quién sabe si fue lo mejor para ella –se refiere a su bebé fallecida. Talvez iba a sufrir por el problema que tenía, y como no hay antibióticos, ni esto, ni lo otro, no hay nada en este país…”, dice a modo de consuelo. Pero inmediatamente se alienta: “Es muy doloroso, pero hay que seguir, la vida sigue y yo tengo un niño de siete años para verlo crecer”.

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El llamado de la OMS
Enfrentar el BPN es un desafío y así lo explica el director de Nutrición para la Salud y el Desarrollo de la Organización Mundial de la Salud, Francesco Branca, en una entrevista exclusiva para este reportaje.
Venezuela debe hacer mayores esfuerzos para reducir en 30 % el BPN en los próximos ocho años, y así cumplir con una de las metas nutricionales fijadas por la OMS. Entre 2011 y 2013, el indicador había disminuido en el país, según datos publicados por la Organización Panamericana de Salud. Sin embargo, aumentó de 7.5 % en 2014 a 9.2 % en 2016. Son estos, precisamente, los años del recrudecimiento de la escasez y carestía de los alimentos en el país.
El suministro gratuito de micronutrientes (vitaminas, hierro, ácido fólico y calcio) forma parte de los programas del Ministerio de Salud. Pero ninguna de las 14 madres y mujeres embarazadas entrevistadas para este trabajo recibió los suplementos alimenticios de forma regular.

Quería tener una niña. Pero la alegría se esfumó a los cinco meses de gestación, cuando en octubre de 2017 se hizo un ecosonograma en un consultorio privado: la bebé venía con las asas intestinales (parte del intestino delgado) fuera de la cavidad abdominal. Al momento de dar a luz, con dolores de parto, recorrió cuatro de los principales centros públicos de salud de Caracas. En ninguno de ellos la pudieron atender por falta de un cirujano pediátrico que pudiera operar a la bebé inmediatamente después de su nacimiento.

Cuando los micronutrientes no son entregados en la consulta prenatal pública, la embarazada debe comprarlos por su cuenta. Igual sucede con los exámenes que se debe realizar durante el período de gestación. En muchas ocasiones no se consiguen los reactivos y las mujeres se deben hacer las pruebas en laboratorios privados.
Los gastos en micronutrientes y exámenes equivalen a 78.39 % de un bono de 700,000 bolívares para proteger a las embarazadas, que el presidente Nicolás Maduro anunció el 8 de enero de este año. Un mes después, el jefe del Estado aseguró que la ayuda había llegado a 79,836 mujeres, de las 350,000 que espera cubrir el programa social.
Otras estadísticas también evidencian las dificultades de los venezolanos para alimentarse. Los datos de comercio internacional de Naciones Unidas muestran una reducción considerable en las exportaciones de proteínas hacia Venezuela. En 2010 el Estado compró $900 millones en carne a otros países, y en 2016 solo invirtió $375 millones en la importación de ese alimento. La adquisición de animales vivos desde el exterior también cayó entre esos mismos seis años de $645 millones a $17 millones.

No alcanza. Los médicos del hospital de Maternidad Concepción palacios se han unido al personal de enfermería en una protesta por un mejor salario, esto en medio de una de las peores crisis económicas que ha atravesado el país.

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Negar, negar, negar…
Tiene a la vista un monitor del circuito cerrado de televisión a través del cual pretende vigilar, en tiempo real, todo lo que ocurre en la Maternidad Concepción Palacios. Una escultura de Hugo Chávez vestido de médico (con bata y estetoscopio guindado al cuello) adorna su escritorio. Estamos en la oficina del director de la institución Alí Barrios.
De inmediato abre fuegos: “¿Tú vienes de un medio de comunicación del Gobierno o de la oposición?”, pregunta al reportero. Aunque no permite que se grabe la conversación, se le advierte que se trata de una entrevista y que su testimonio quedará registrado en anotaciones que, si desea, podrá verificar.
Barrios evade muchas preguntas, responde pocas con parquedad y se empeña en ofrecer información que no se le ha solicitado: “Soy chavista y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Una vez yo le dije a (Hugo) Chávez que el director de un hospital tenía que ser un ser social, tener humanismo, responsabilidad, conocimiento… Que el director de un hospital tenía que ser chavista. ‘¡Así es, camarada! Hombres como usted hacen falta en la revolución’, me dijo el comandante”.

—¿Por qué ha aumentado el número de niños con Bajo Peso al Nacer (BPN) en la Maternidad Concepción Palacios en los últimos tres años?
—Los rangos de atención de casos de Bajo Peso al Nacer en la Maternidad Concepción Palacios son los normales y los esperados, porque nosotros atendemos más partos prematuros. En total, atendemos 12,000 resoluciones obstétricas al año. Es una maternidad de alta complejidad. En palabras simples, yo atiendo lo que no atienden los demás.
—Se nos ha informado que en la Maternidad Concepción Palacios no se suministran gratuitamente los micronutrientes que necesitan las embarazadas.
—Sí hay, hierro y ácido fólico. No necesitan más nada…
—¿El incremento del BPN está relacionado con las dificultades para alimentarse de las embarazadas?
—El venezolano ahora está comiendo mejor, porque ahora sabe lo que come.
—¿Cómo es eso?
—Ahora no toma refrescos.


*Este trabajo es el resultado de una alianza entre Efecto Cocuyo, Organized Crime and Corruption Reporting Project y el International Center for Journalists y es republicado en el marco de un acuerdo de difusión de contenido con CONNECTAS.

Casi nada. En medio del peor colapso económico que Venezuela ha visto en su historia, las mujeres están dando a luz a bebés de menor peso. Con el 90% de la escasez de anticonceptivos, según la Federación Farmacéutica Venezolana, las familias de bajos ingresos están creciendo con poco para alimentar a sus hijos.
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