Todos quisiéramos ganar siempre. Qué mundo maravilloso sería si todo lo que planeamos saliera como lo imaginamos, si los planes se cumplieran y dieran los resultados deseados, si lográramos ser súper personas, súper cónyuges, súper padres, súper trabajadores.
¿Cuántos no hemos sufrido las consecuencias de esta ansia por volvernos seres infalibles? Desde la mera frustración, hasta terribles quebrantos de salud.
El estrés —la enfermedad del siglo, según dicen—, raíz de muchos otros males, es la perfecta descripción de lo que pasa cuando no nos alcanza la vida para todo lo que debemos hacer, o para hacerlo como quisiéramos.
Hubo una época en mi vida en la que intenté ser la mujer perfecta: la casa impecable, la familia muy bien atendida, el trabajo al 100 %. No pude, y pasó un buen tiempo para que entendiera que jamás podré, que no es posible.
Me parte el corazón siempre que escucho a mujeres jóvenes con problemas similares a los que yo pasé: infinidad de tareas y compromisos, poca ayuda, muchas críticas. Porque aunque no es posible, aún se nos demanda ser perfectas, integrales, incansables.
Pero no, una se cansa, una se enoja, una simplemente a veces no quiere. Aceptar esta realidad da paz. Una deja de preocuparse tanto y entiende que está bien decir "no", o "no puedo", o "no quiero". Se aprende a priorizar, a delegar, a pedir ayuda. Y también se aprende a fracasar.
Oh, el fracaso, esa mala palabra. Desde pequeños nos dicen que podemos hacer todo lo que nos propongamos, que el único derrotado es el que se rinde, que seamos unos ganadores... no nos enseñan a perder, no nos preparan al fracaso, a pesar que será una constante a través de nuestras vidas.
El resultado es que vamos acumulando frustraciones, cargamos con lo que no nos salió bien en el pasado y nos llenamos de ansiedad por lo que creemos que tampoco nos saldrá bien en el futuro. Nos invade la inseguridad y cada vez duelen más las nuevas frustraciones.
Como todo, el saber ganar y perder en la vida requiere un balance. Equilibrio entre saber que no somos perfectos pero tratar de hacer lo mejor que podamos. Entender que no ganaremos siempre y no dejar que el mundo se nos derrumbe cuando perdamos. Aprender poco a poco a que un día malo es solo eso, un día.