¿Confía usted en su vecino? ¿Confía en los bancos? ¿Confía en la policía? ¿En las AFP? ¿Confía en los diputados? ¿En los alcaldes? ¿Confía en las empresas? ¿Confía en su jefe?
En Chile, país en el que resido hace ya cuatro años, este tipo de preguntas en torno a la confianza se han hecho cada vez más frecuentes. Diversas polémicas desatadas en el último quinquenio han provocado lo que llaman “la Crisis de confianza”: colusión entre todas las empresas de la industria para fijar el precio del papel higiénico durante décadas, desfalco millonario en Carabineros de Chile, pensiones bajísimas para las personas en retiro mientras las AFP reportan utilidades exorbitantes, políticos condenados por cohecho, repactaciones unilaterales de créditos en una casa comercial, un robo millonario de parte de uno de los ex presidentes de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional de Chile…
Estas y otra serie de situaciones se han ido destapando poco a poco en un país que lidera los índices de transparencia a nivel latinoamericano. Hay, incluso, titulares de prensa que rezan “Se agudiza la crisis de confianza en la clase política y las instituciones públicas”. Por tanto, sintiéndose sorprendidos y preocupados ante esta crisis, diversos sectores de la sociedad han decidido hacer algo al respecto y reconstruir la tan añorada confianza entre los chilenos.
Una de estas iniciativas fue realizar un experimento social creando un miniChile. El Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica, junto a otras instituciones, reunió a 100 chilenos que representaban al país, imaginando que en él solo vivieran 100 personas. Ahí, habitantes de todo Chile, con distintas profesiones, etnias, nivel socioeconómico, visión política y demás, participaron generando opinión e incluso prototipando soluciones para aportar en la mejora de la confianza en diversos sectores.