El pensamiento mágico
No creo que nadie tenga las respuestas absolutas ni la perspectiva necesaria para entender ni explicar cómo funciona la experiencia humana.
No creo que nadie tenga las respuestas absolutas ni la perspectiva necesaria para entender ni explicar cómo funciona la experiencia humana.
Ha quedado pendiente una respuesta a esa carta que quedó perdida entre el umbral de dos mundos y ya sé lo que le voy a contestar.
Vi que los libros más robados son los de Charles Bukowski y de William Burroughs, y que muchas veces las librerías ponen estos textos detrás del mostrador para desanimar a los ladrones.
Quién iba a poder deducir entonces que esa gota de salsa de tomate duraría más que mi matrimonio o que el significado de esa mancha seguiría expandiéndose en el tiempo, cobrando un significado mayor en el futuro.
Este diciembre tengo el dedo chueco y la noticia de que mis hijos ya han entrado a la adolescencia. Mi hija está decepcionada con Santa Claus. Mi hijo, dos años mayor, tiene novia y no cree en nada que no sea el amor. Hago el esfuerzo de observar tradiciones con ellos y, al mismo tiempo, entiendo que cada año las cosas cambian un poco.
Las últimas caravanas de migrantes se han autodenominado «viacrucis de refugiados», una imagen que recuerda el sufrimiento de Cristo y los pasos que dio Jesús en su camino al Calvario.
Un deporte así nunca me lo habría permitido el exmarido porque lo hubiera visto como algo no conveniente para una mujer casada esas consideraciones ya no son parte de mi realidad; viajo, estudio y escribo sin pedir permiso.
El súper es el último lugar de la tierra en el que se quiere estar, pero es imposible hacer las compras con eficiencia. Anda por los pasillos atiborrados de gente apurada y cansada, y al fin, se dirige a las cajas y hace cola.
Es lo que practicamos cada semana en las clases de jiu-jitsu brasileño. Cuando te están ahorcando en el patíbulo, uno o se rinde palmeando el tapete o se calma y se pone a trabajar. Me decidí por la opción número dos: escribir.
Estamos en pleno verano y trato de imaginar cómo sería Vermont en el invierno; solitario, congelado y cubierto de nieve. Rob Ron me comenta que en enero pasaron varios días tan helados que la gasolina de los carros parecía jarabe de arce. Nadie salía ni se movía de su casa.