El viernes 21 de abril celebramos, Biblioteca Nacional y bibliotecas públicas, el Día Mundial del Libro. Una semana antes de las vacaciones de Semana Santa, tuvimos un taller sobre creatividad e innovación, cuyo facilitador fue Astul Yanes, de Yancor Coaching and Mentory.
El grupo de bibliotecarios integrante del taller estuvo integrado en un 80 % por jóvenes. Como resultado se planteó la idea de ir a la calle y retar el tráfico de automóviles un viernes por la tarde. Como acariciarle el lomo al tigre. El compromiso bibliotecario fue organizar un evento inédito para celebrar ese día internacional. Lo denominamos “Caravana del libro y la lectura”.
Se determinó la ruta: hacer una estación en el Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (MUNA), dirigirse a la plaza Beethoven y terminar en Metrocentro. Se trataba de retar “la mente” promoviendo una acción innovadora. Adquiriríamos experiencias acercándonos a un público inusual, propiciando información y conocimiento de doble vía.
Primer problema: la decisión se tomaba cuatro días antes de entrar a vacaciones de la Semana Mayor; segundo, no había un presupuesto para solventar la logística complicada, solo contaríamos con un grupo de asociaciones amigas que no había participado en el taller. Al regresar de vacaciones el martes de Pascua, teníamos dos días y medio para salir adelante con el evento. Un tercer problema era que no contaríamos con el Bibliobús, pues se tenía programada desde un mes antes la visita a una comunidad de Jiquilisco donde esperaban más de 300 jóvenes.
Con esas limitaciones había que llevar el barco a su destino. Los capitanes del barco, que éramos todos, oficiales y marineros, aceptamos el reto de salir adelante pese al riesgo de naufragar. Siguiendo el símil, salvar hasta el último tripulante aunque la nave se hundiera con los capitanes, según el código de honor. De ese modo, no se paró la “mente” hasta asegurar el éxito de la acción creativa.
La celebración del Día Mundial del Libro sería una forma de doble vía para el mutuo aprendizaje. La semana previa a las vacaciones se comenzaron a fortalecer los asocios y las alianzas. Tirarse a la calle no era un reto fácil, y menos con un evento original, sin saber en qué podía resultar, o no resultar en nada. Contábamos con estudiantes de horas sociales y con experiencias de animación del libro y la lectura. Esa acumulación sería clave. Varios grupos de mimos-payasos y malabaristas de proyección popular que nos han apoyado siempre en la Sala Infantil fueron los primeros a quienes se acudió, y es de nobleza mencionarlos. Fueron fundamentales para lanzar el proyecto Circo Juglar, Costa Rica, los colectivos de Ruchy, Simoon y Sombrilla, que habían dado talleres previos a colegas bibliotecarias jóvenes. De ese modo contamos con el recurso humano voluntario, entusiasta e imprescindible.
Luego vino lo demás: tener apoyo institucional para realizar la idea, y obtuvimos la venia institucional de la Secretaría de Cultura; igual se decidió a cooperar el Viceministerio de Educación, ambas entidades incidieron con fuerza en la logística vehicular. También contribuyeron la organización Yancor, que había impartido el taller de creatividad e innovación; la entidad educativa FIECA, la PNC y la empresa La Cascada. Todos se apropiaron de la idea de contribuir a acercar el libro y la lectura como elementos educativos para el desarrollo.