Recordando mi infancia, la mejor de las edades
Cada 15 días espero para leer la columna de Jacinta Escudos ya que ella, debido a los relatos que brotan de su pluma, nos transporta a la infancia y nos invade la nostalgia. Viví mi infancia en pobreza, pero liberado de prejuicios. Muy distinto a estos días que, debido a la tecnología, nuestra niñez es precoz al expresarse. En mi niñez añoraba ser adulto para no recibir órdenes, y al leer el relato “Chibola” he retrocedido en el tiempo. Recordé lugares y personas que fallecieron en el conflicto armado y otros, por vejez; añoro esa etapa porque no tenía responsabilidades, preocupaciones, prisas, y el tiempo parecía que no terminaba. Recuerdo a mi entrañable y cálida familia, cuando el juego era mi diversión, ya que no tenía acceso a libros ni televisión y me divertía con los cuentos narrados en la radio. Me hacía imágenes con los relatos. Mi mente se llena de oxígeno al recordar esa naturaleza verde que brotaba en invierno con sus campos cubiertos de hierba y donde serpenteaban los ríos de aguas limpias, no contaminada con el plástico como hoy. Mis padres realizaban su rol de acuerdo con las circunstancias que se presentaban. Algunas veces acompañaba a mi padre; cuando él se ausentaba, mi mamá era padre y madre, y jugaba conmigo a las “chibolas”, por esa razón me invade la nostalgia al recordar que ninguno de mis padres existe. ¿Quién no daría lo que fuera por volver a ser niño, aunque sea un minuto? Para volver a vivir las tardes en que buscábamos cuatro piedras para hacer de la calle nuestra cancha, que en verano tenía polvo y en invierno, lodo. Llegamos a un momento en que somos conscientes de que la infancia no es eterna y que cada etapa de la vida es única. Mis compañeros de barriada me enseñaron cosas hermosas, que nos hicieron ver el mundo de otra manera. Gracias, Jacinta, por sus relatos y espero que esta situación que vivimos no se alargue para que mis descendientes puedan disfrutar de su niñez tanto como yo hice de la mía.