ÁLBUM DE LIBÉLULAS (219)
El confesor le indicó: “Hábleme de sus pecados para seguir la ruta de la absolución”. Y su respuesta fue simple: “No tengo pecados, porque todos se quedaron en el camino…”
El confesor le indicó: “Hábleme de sus pecados para seguir la ruta de la absolución”. Y su respuesta fue simple: “No tengo pecados, porque todos se quedaron en el camino…”
Él no dudó: “De estar un rato con mi mejor amigo”. “¿Y quién es?” No hubo respuesta. A lo lejos, el arroyo dio un salto sobre las piedras.
Era la noticia del día: “Los taxis de Madrid le han declarado la guerra al Uber y a sus congéneres”. Y debajo una nota: “La guerra comercial ha bajado de las esferas globales a los laberintos urbanos”.
Aquella pareja de jóvenes estaba apenas conociéndose, y a las habilidades del tacto iban sumándole las animaciones de la trascendencia.
Él se sintió envuelto en una nube de deseos sin control. Y eso le hizo sentirse expuesto a un desafío casi mágico: la Divinidad acariciable dormía junto a él, sin tener que hacer ningún tránsito. Anhelo realizado.
Todas las estaciones del año tienen su agenda, porque la Naturaleza, como los seres personalizados, cumple un destino propio.
Algunas noches de cielo despejado se escuchaba en la vecindad inmediata un hábil guitarreo unido a una voz de tenor entusiasta.
En las semanas anteriores al día en que desapareció María del Tránsito no se había producido ninguna situación anormal en todo aquel vecindario que era muy tranquilo en comparación con los del entorno inmediato.
Aún era niño cuando llegó a la academia de don Valero Lecha ubicada en la segunda planta del edificio que estaba enfrente del Teatro Nacional, a un costado de la plaza Morazán.
Cuando concluyó su carrera universitaria tuvo la inmediata sensación de que sin tardanza le sería imperativo hacer dos cosas cuanto antes: montar negocio y formar familia. En ninguno de los dos campos tenía nada preparado, ni siquiera imaginado. Afortunadamente, había dos consejeros disponibles: su tío Max y su tía Elsa, en ese orden. Lo curioso era que ni Elsa ni Max eran parientes entre sí, ni tampoco eran consanguíneos con él.