El principio femenino
Las mujeres somos fuertes, emocionalmente fuertes, con una enorme capacidad de empatía y resiliencia, con un corazón capaz de proteger al desvalido. Y por ello somos las llamadas a sanar al mundo.
Las mujeres somos fuertes, emocionalmente fuertes, con una enorme capacidad de empatía y resiliencia, con un corazón capaz de proteger al desvalido. Y por ello somos las llamadas a sanar al mundo.
Aunque resulte cómodo desentenderse de la política, la verdad es que nuestras opiniones y la participación activa se convierten en contrapesos frente a los abusos de quienes tienen el poder.
Ninguno está liderando realmente un debate que discuta con transparencia, honestidad y sinceridad las posibilidades que tenemos para atender los problemas del país.
Al expresarnos irresponsablemente alimentamos el ciclo de odio-abuso-violencia-asesinato que en este país afecta no solo a niñas y mujeres, sino que corrompe a las familias enteras.
Escuchar para comprender a fondo cómo esos paradigmas, bajo los cuales hemos vivido y actuado, han tenido impactos en diversas poblaciones, es una forma que el ejercicio del liderazgo desde cualquier ámbito exige en esta época de transparencia extrema.
Olvidar el pasado, darle vuelta a la página, ver hacia el futuro son solo frases vacías que buscan tapar la realidad. Porque sin la comprensión de los hechos y del impacto del pasado en el presente, solo nos condenamos a revivir, una y otra vez, ese ciclo de apariencias en el que las profundidades están plagadas de frustración.
La comunicación es más potente cuando lo que se pretende transmitir está soportado por los comportamientos de un líder y de su equipo, y no solo por la imagen que proveen las cosas.
Los límites nos permiten experimentar control y autogestión; además, son una muestra de respeto para nosotros mismos y también para los demás.
Juana Inés, Gandhi y Mandela defendieron con pasión sus ideales, a pesar de los enormes obstáculos que encontraron. Sus vidas, intensas y fascinantes, rompieron esquemas, derribaron muros de prejuicios y de violencia.
Mi deseo para 2018 es que cada uno de nosotros nos conectemos, de forma íntima, con nuestras narrativas personales, para conocernos mejor y sustituir las viejas historias por nuevas.