La otra mitad de la salud
En nuestro atribulado país a cualquier centro hospitalario al que acudamos siempre lo encontramos repleto de gente que busca paliar sus dolencias físicas, nos hemos acostumbrado a atender las enfermedades somáticas, pero la otra mitad de salud que reviste de igual o más importancia la descuidamos, es la salud mental, que según la OMS es el goce del grado máximo de bienestar físico, mental y social. Convivir armónicamente consigo mismo y con el entorno y disfrutar los momentos agradables de las interrelaciones es el déficit en la población, delatado por los índices de intolerancia, altos niveles de estrés, adicciones, tendencias suicidas, ansiedades, depresiones y, en general, conductas insanas a cual más. Un departamento de salud mental es propicio en todos los centros hospitalarios nacionales, ya que el ventarrón de paranoias que vivimos y hemos vivido por décadas nos ha venido acumulando lastres mentales, y eso nos ha empujado a ser una sociedad enferma con derivaciones indecibles como lo describe el reportaje de Glenda Girón bajo el título sugestivo “Cacería de brujas en tierra de demonios”. Muchas enfermedades anatómicas son consecuencia directa de la pésima salud mental que tenemos como conglomerado, incluso los médicos se han estancado en auscultar la condición física, sin tomar en cuenta el acecho que serpentea la esfera corporal, y por añadidura escasean los profesionales especialistas en esa parte subterránea del ser humano. Todas las personas necesitamos diversos combustibles para funcionar en forma natural y conveniente con nuestros semejantes, pero el ser subjetivo es aún más complejo, es preciso facilitarle herramientas de bien que tanto las necesita para perfumar el escenario ideal del contexto social en que coexistimos. Bregamos con soluciones superficiales sin llegar a las profundidades del mal, reprimimos pero no prevenimos como debe ser, y todo ese barullo de cosas afecta la calidad de vida de las personas, que llega a afectar hasta la productividad.