Álbum de Libélulas (Galindo)

Historias sin Cuento

David Escobar Galindo

1353. EL MISMO MENSAJE

Cuando traspasó la puerta de la nave aérea para entrar en las instalaciones del aeropuerto, una sensación radiante le aleteó por dentro: “Estoy aquí y ya no dejaré nunca de estar aquí”. Nadie lo esperaba, por supuesto, ya que ahí nadie podía esperarlo, porque él venía de un lugar ubicado en el otro lado del mundo, y ni él ni sus antepasados habían salido de ahí. Pero inesperadamente en la sala de espera un grupo de desconocidos estaba aguardándolo. Cuando lo vieron se le acercaron con expresiones de gran emoción. Él cerró los ojos y aquella bienvenida insospechada se le iluminó por dentro: “¡Gracias, destino, por hacerme sentir así que Dios está en todas partes, y que yo, como su Hijo, debo hacer lo mismo!”

1354. COMUNIDAD ASTRAL

Los árboles rojos y amarillos proliferaban por la ruta, y la activación coreográfica del ambiente era irresistible. Eran las 9 de la mañana en punto, y todo estaba listo para que comenzara el desfile de animaciones multicolores. En las aceras, la multitud parecía instalada en un anfiteatro extendido. La cámara televisiva recorría el mosaico vivo, y de pronto se detuvo ante aquel personaje anónimo que en apariencia no tenía nada de especial. El presentador le acercó el micrófono: “¿Y usted de qué suburbio viene a ver la ‘parade’ de Thanksgiving Day en el corazón de New York?” “Si adivina le regalo un pase para que pueda acercarse a todas las estrellas que quiera…” “Pero usted no es una estrella, joven. ¿O es una estrella disfrazada?” Risita pícara. “Soy un extraterrestre y las conozco a todas, las del cielo digo…”

1355. EL CONCIERTO DEL SIGLO

Caminaba por Central Park como lo hacía allá en tiempos remotos por los caminos polvorientos en los alrededores del río Las Cañas. En aquellos tiempos iba siempre acompañado por una melodía con sabor a bolero que se le había prendido en las telas finas del sentimiento incipiente; hoy la melodía era una plegaria encendida en el interior de la capilla de la primera madurez. Al llegar al lugar del parque en que se recordaba al creador de “My Sweet Lord” tuvo el impulso de arrodillarse para motivar la conexión íntima. No lo hizo físicamente, pero sí en la capilla del sentimiento no expresado. Ahí se quedó hasta que George Harrison apareció entre los árboles y fue a ponerse a su lado con la canción a flor de alma. Fue el concierto supremo, con él como único espectador.

1356. FUTURO PARA DESMEMORIADOS

Llegó del Norte a ver a su familia después de tanto tiempo y a conocer a los nuevos miembros de esta. En el aeropuerto le esperaban muchos parientes, pero para su sorpresa todos le eran desconocidos. ¿Qué había pasado con su gente, la de entonces, con la que se comunicó durante tanto tiempo? No preguntó nada en el trayecto hacia la casa, porque ninguno de los presentes daba muestras de querer explicarle nada en particular. Lo trataban como a un viejo conocido, y nada más. Llegaron. ¿Qué era aquello? La casa tampoco era la recordada ni estaba ubicada en la zona de entonces. Le dio miedo indagar. Miedo tiritante. Y aquella noche, solo en su cuarto, se preguntó entre la oscuridad: “¿Quién soy?” No había respuesta, porque era como volver a nacer…

1357. ACCIÓN DE GRACIAS

Afortunadamente no tenía que desplazarse demasiado para cumplir con su propósito, porque en esa víspera había amenaza de colapso en todas las vías de acceso, aéreas o terrestres. A él le bastaba con tomar su auto y dirigirse a la población inmediata entre boscajes otoñales. Así lo hizo. Llegó al lugar, que aquel día semejaba un oasis casi primaveral. ¿Qué había pasado para que aquel efecto inverosímil se diera? Ni siquiera se lo preguntó: se introdujo casi corriendo en el espacio donde el aire y la vegetación parecían haber hecho un pacto de complicidades fragantes. Y ahí, en el atrio de polvo, se arrodilló como lo hiciera en la catedral mayor: “Naturaleza, el nuestro sí es amor correspondido…”

1358. ALAS ABIERTAS

Le llamaban “el imaginativo” porque siempre andaba imaginando cosas que para casi toda la gente que le conocía eran puras rarezas. Pero cuando se trató de formalizar relación lo hizo con la muchacha más previsible y de la manera más tradicional. Los que más lo conocían pensaron que sus excentricidades habían sido pura distracción de adolescente. Él sonreía para sus adentros, haciendo cábalas sobre lo que vendría después. Y así un día de tantos le dijo a su recién estrenada esposa: “Nos vamos a volar mundo con nuestras propias alas”. Y cuando la gente del vecindario vio aquella pareja alejándose en el aire con las alas abiertas muchos pensaron: “Esto le hubiera lucido al imaginativo. Lástima que vive con su pareja como ermitaño… “

1359. LA TIERRA HABLA

Se llamaba Sally y tenía la personalidad de los seres libres que corretean sin fin por las colinas próximas. Al conocer a Pepino el clic fue inmediato. Como era de esperar, muy pronto la línea del abdomen comenzó a expandirse promisoriamente. Ley del oficio amoroso. Pasó el tiempo previsto y el día del suceso no había signos de ninguna novedad. Entonces Sally dejó de aparecer por los alrededores. Pepino andaba tranquilo por ahí, como si supiera lo que pasaba. Un par de días después los que buscaban a Sally la encontraron con sus cinco cachorros recién nacidos en una cueva entre las raíces del joven conacaste que se hallaba al borde de la pendiente que daba a la calle. Aquel refugio protector era el albergue que ofrecía el terreno a sus habitantes favoritos.

1360. OTRO VIERNES NEGRO

La avalancha de ofertas comerciales lo tomó con el ánimo dispuesto. Ese día todo se podía comprar a precios increíbles. Salió para incorporarse a la multitud ondulante. Y llegó a su lugar elegido sin mayores obstáculos. No tuvo necesidad de revisar escaparates. Sabía a lo que iba. “Este”, le dijo al dependiente. “Y por favor no vaya a envolvérmelo. Los sueños no admiten envolturas…”

1361. CAMINO DE SANTIAGO

Estaba por llegar a destino, después de la caminata que parecía haber durado toda la vida. Y cuando se detuvo respiró por última vez. Ya todo el aire lo tenía dentro.

 


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