En 1856 el invasor filibustero William Walker se convirtió en presidente de Nicaragua por la fuerza de las armas. Pero quería algo más: “five or none” (“los cinco países o nada”), decía el lema en la bandera que cobijaba lo que llamó “la falange americana”.
Pocos saben que gobernó Nicaragua sin saber hablar castellano y que pretendía imponer la esclavitud en Centroamérica, que ya había sido abolida 55 años antes. Walker se aprovechó de la guerra civil entre liberales y conservadores para lograr su cometido: los primeros lo contrataron como mercenario para derrotar a sus hermanos conservadores. El filibustero basó su optimismo para vencer diciendo que “cada nicaragüense es un país enemigo”. Hizo de ese odio fratricida su carta ganadora para presentarse como salvador. Un sacerdote liberal llegó a decir que Walker era un ángel caído del cielo para salvar a Nicaragua.
Pero el filibustero tenía otros planes, y los dejó por escrito, porque además de militar era periodista, abogado y médico. El progreso de las naciones –decía– reside en la agricultura y en los esclavos. Agregaba algo más: el blanco y el negro son razas puras, por consiguiente, agentes de civilización, el blanco como propietario y el negro como animal de recolección. Lo peor de Walker, entre otras cosas, era creer en la pureza racial y que los híbridos (los mestizos) eran impuros, ociosos, incivilizados. Pensaba que, si se quería cambiar la región centroamericana, lo mejor era exterminarlos.
Ese plan depredador impulsó a los cinco países a crear ejércitos aliados para combatir al presidente filibustero. Al frente de estos estuvieron los salvadoreños Ramón Belloso y José María Cañas. Este último peleó al lado de los costarricenses: 15 años antes había sido parte del estado mayor de Francisco Morazán, quien, pese a ser hondureño, ocupo la presidencia de Costa Rica. Fue fusilado por los mismos ticos, pero esa es otra historia.
Algo excepcional que me encontré al conocer esta historia integracionista es que el coronel nica que acompañó a Walker en la primera batalla fue el liberal Félix Ramírez, años más tarde, padre adoptivo de Rubén Darío. Cuando Walker organizó esa primera batalla contra los conservadores nicaragüenses, atacándolos en Rivas, pidió que el mestizo solo fuera un acompañante decorativo. No intervendría en la batalla. Ramírez desde un principio captó la soberbia de los blancos y el inocultable desprecio del filibustero contra sus propios aliados y contratantes liberales, por lo cual decidió abandonarlo en dicha batalla, que terminó en una dura derrota de las fuerzas centroamericanas contra los filibusteros “inmortales”.
Esta historia me motivó a pensar en el país hermano de Nicaragua, que acaba de organizar, en febrero, su XIII Festival Internacional de Poesía en Granada (con la participación de más de 200 poetas de 67 países). Esta es la misma ciudad que Walker incendió hace 161 años, cuando se vio sitiado por los ejércitos de Centroamérica. Antes de salir de ella, después de saquear iglesias y casas de los conservadores, dejó un cartel: “Aquí fue Granada”.
Nada de esto se mencionó en el festival, pero yo anduve escudriñando los sitios de las batallas porque me interesa esta historia de la patria centroamericana. Estuve dando un recital en el convento de San Francisco donde Walker tuvo su cuartel general. No me lo iba a perder en esa visita como admirador de esta épica trascendental, donde Costa Rica y el presidente Mora jugaron un primer papel que terminó con William Walker. Por ello Centroamérica no se transformó en una región esclava.
En el XIII Festival Internacional de Poesía hubo poetas invitados de África, Europa, Asia y toda América. Invitados con gastos pagados. Revisé a los patrocinadores para calcular la inversión en pasajes aéreos, alojamiento en hoteles y alimentación de los participantes y atenciones. Y comprobé que entre los patrocinadores está la empresa privada, la Unión Europea, la Presidencia de la República, medios de comunicación, embajadas y amigos del festival.