El milagro de nacer
La maravilla de un embarazo planeado es un evento que debe considerarse como un prodigio sin parangón. Ese ciclo de hospedaje íntimo que la mujer provee durante la gestación requiere una esmerada atención incluida la educación. Lamentable es ese 28% de partos en niñas, según el hospital de la mujer, que ni siquiera tienen acceso a servicios de profesionales capaces de atenderlas en el alto riesgo que para ellas representa; pero planeado o no, siempre es una misión sagrada con la misma ruta de encuentro de dos corazones unidos por el cordón del amor. “Dar a luz en una sociedad opaca” es la reseña periodística de Valeria Guzmán que nos pone en autos con datos subyacentes sobre los reveses que sortean las futuras mamás en este país y las deficitarias atenciones en un sistema de salud que no termina de entender que los futuros ciudadanos deben germinar en un ambiente apropiado desde la planeación y concepción, que es donde se inicia la aventura de ser padres responsables. El don de la maternidad es un derecho para toda mujer, pero de modo ideal, en entornos dignos para evitarles complicaciones en el parto y posparto y garantizar al neonato toda la asistencia humana a que tiene derecho, porque no es cierto que cada niño al nacer trae un pan bajo el brazo, ni tampoco que donde come uno comen más, las parejas responsables deben saber que lo más oneroso es un futuro promisorio que le ofrezcan a su hijo. Los hogares de espera materna son una buena iniciativa que debe ser ampliada en la red hospitalaria nacional, pues las mujeres del campo carecen de todo desde la etapa gestatoria, atravesando dificultades apremiantes, sin controles previos y que al final son atendidas por matronas no autorizadas. Los cuidados para una vida en camino y su progenitora demandan su presencia desde cuando estamos en el éter, antes de nacer y de ahí la importancia que reviste el mundo emocional de la madre en su estado de gravidez. La magia del encuentro de dos células luego de un acto pensado, planeado y deseado es un suceso sublime, único en la especie humana, es amar a alguien que aún no se conoce, pero que en un sacro vientre se vuelve un tesoro que culmina con el milagro de nacer. Corresponde al Estado dar su aporte “con medidas integrales”, como reza la Carta editorial.