Petróleo por necesidad: el negocio que vació la mesa de los venezolanos

Tras una década en la que Venezuela ha liderado acuerdos energéticos con 14 países a través de la entrega de millones de barriles de petróleo, sus ciudadanos padecen cada vez más necesidades. El pago que debía ser con alimentos, en muchos casos se tradujo en un sistema fraudulento de sobreprecios y entregas falsas que benefició más las alianzas políticas regionales y la corrupción local que el bienestar del pueblo que puso el petróleo. El Salvador formó parte de este mecanismo que privó de alimento a las familias venezolanas. En este texto lea también detalles del papel de Nicaragua, el otro país centroamericano en la ecuación.

Fotografías de #Petrofraude/ CONNECTAS
Fotografía de CONNECTAS

Millones de dólares de los venezolanos fueron drenados en negocios cuyos términos impidieron que tuvieran acceso a mayores cantidades de alimentos. Como parte del acuerdo de Petrocaribe, se estableció que los países deudores de la factura petrolera podrían pagar parte de sus obligaciones con el envío de productos. La idea prometía dos grandes cosas: abastecer al pueblo venezolano de productos que escaseaban en la república bolivariana y dinamizar las economías de los países deudores.
Sin embargo, en la práctica esta ventana derivó en un patrón de sobrevaloración de precios identificado en un conjunto de operaciones de compensación comercial que involucraron al menos a Nicaragua, Guyana, República Dominicana y El Salvador, los cuatro países más beneficiados con el sistema de compensación que Maduro propone en el presente como modelo para la creación de una zona comercial regional. Los dos países centroamericanos formaron parte esencial de la estafa.
El Salvador ha enviado $48.8 millones a Venezuela como parte del sistema de compensación. Leche en polvo, aceite de soya, arroz, frijoles negros y medicinas conforman este paquete.

Esta investigación periodística comprobó que la paradoja es porque los acuerdos energéticos eran presentados como una referencia internacional de comercio justo, ya que el petróleo se entregaba con facilidades a los beneficiarios. Pero, más que todo, por las penurias actuales de una población venezolana que en los últimos cuatro años tuvo el mayor aumento de casos desnutrición del continente, según datos de Naciones Unidas, y que cerró 2018 con una inflación de 1,000,000 por ciento de acuerdo con proyecciones del Fondo Monetario Internacional.
Si bien la cifra de lo exportado por El Salvador palidece en cantidades frente a lo aportado por países como Nicaragua, esta pequeña nación de Centroamérica no se queda atrás en irregularidades. Uno de los mejores ejemplos es la historia que vincula al mismísimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, con una pequeña vivienda en una colonia de clase media en El Salvador, y con una empresa que tiene mucho de fantasma.
Una familia alquila, desde hace dos años, esta casa en Santa Tecla, La Libertad. Su dueño es un salvadoreño que reside en Estados Unidos desde hace más de una década. No alcanza los 4 metros de fachada y tiene tres habitaciones, una sala, un patio y un jardín frontal.

Esta casa es la última dirección legal de una sociedad salvadoreña llamada Proveedores Diversos A&G, fundada a inicios de la década como una pequeña empresa, capitaneada por Sonia Luz Alas Menjívar y Francisco Alfredo Gallardo Ávalos. Por eso sus activos nunca pasaron de los $6,000.

Al menos hasta 2014. Porque en 2015 fue capaz de mandarle más de $3 millones de leche en polvo a la Corporación Venezolana de Alimentos (CVAL), la entidad estatal que para esa época se encargaba, entre otros asuntos, de importar comida a ese país suramericano aquejado, desde entonces, por una crisis alimentaria. Según la Dirección General de Aduanas de El Salvador, lo hizo a través de 11 transacciones, del 8 al 22 de junio.

Pero algo no cuadra. En esta casa, según sus ocupantes actuales y los vecinos de los alrededores, nunca ha funcionado ninguna empresa. Menos una de esas dimensiones, que compra tanto producto en Australia para luego enviarlo a Suramérica: una operación de intermediación de alcances globales.

Ni siquiera su antigua dirección legal, ubicada en el barrio Lourdes de San Salvador, parece ser una sede lo suficientemente grande. Se trata, también, de una casa más adecuada para una vivienda que para una exportadora como la que se supone que es Proveedores Diversos A&G. Está ubicada en un barrio pobre de la capital del país. Cuando se telefonea a esa casa para preguntar por la sociedad, la voz al otro lado afirma que allí ya no se ubica, sino que es la sede de otra compañía, dedicada a la comercialización de insumos médicos.

Fue el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, quien personalmente se encargó de autorizar la compra de la leche en un punto de cuenta presidencial fechado el 22 de marzo de 2015. Fue la respuesta a una petición de Giuseppe Yoffreda Yorio, el presidente de la Corporación Venezolana de Comercio (CORPOVEX), la entidad que actualmente centraliza las importaciones en ese país.
En el documento, Yoffreda solicita la asignación de divisas para realizar las compras. El plan era adquirir varios productos faltantes en Venezuela. Querían aprovechar que ALBA Petróleos de El Salvador, la empresa de economía mixta con la que Petrocaribe aterrizó en esa nación centroamericana, podía pagar hasta US$96 millones de su deuda petrolera con PDVSA con el envío de mercancía.
El pedido constaba de 1,000 toneladas de aceite de soya, 1,500 de arroz blanco y 9,000 de frijoles negros. También 12,000 de leche en polvo. Todo esto fue tasado en $92,665,500. Pero en la leche hay varios problemas, que no cuadran con esta información. No fue ALBA Petróleos de El Salvador la que hizo ese envío, sino la fantasmal Proveedores Diversos A&G. Tampoco mandaron la cantidad pactada: se limitaron a 991 toneladas, menos de una doceava parte de lo que, en teoría, necesitaba Venezuela.
En el punto de cuenta presidencial se sostenía que las 12,000 toneladas de leche en polvo costarían $58,500,000, cada una a $4,875, un precio nada conveniente para el Gobierno venezolano.

Eso lo hizo notar una auditoría interna de PDVSA, finalizada el 13 de abril de 2017. En ella, los contralores advirtieron que eso sucedió mientras el valor internacional de cada tonelada de leche se colocaba en $2,600. Sin embargo, no se limitaron a eso, pues informaron que fue todavía más cara, $5,252, lo que representa más del doble del precio internacional.
Existe otra irregularidad. La Dirección General de Aduanas de El Salvador cuenta una historia diferente. El precio promedio real con el que Proveedores Diversos A&G vendió el producto fue, si bien no el mismo del valor internacional, un poco más bajo que aquel que reportó PDVSA: US$3,229.
Los auditores de PDVSA también señalaron que esta compra representaba una auténtica violación al acuerdo de Petrocaribe, pues la idea de que los Estados y empresas pagaran sus deudas con productos era que las economías de esos países se dinamizaran. No pasaba así en este caso, pues, según la Dirección de Aduanas de El Salvador, la leche venía de Australia.
Pero fue el mismo Giuseppe Yoffreda, presidente de CORPOVEX, quien solicitó cometer esta violación al acuerdo, según consta en un mensaje enviado a Bernardo Álvarez, en ese entonces presidente de PDV Caribe y Petrocaribe. Todo fue aprobado, después, desde el despacho de Nicolás Maduro.
En El Salvador se buscó por escrito la opinión de los venezolanos Luis Alejandro Sauce Navarro y Bernardo Luis del Carmen Álvarez Herrera, gerente general y director presidente de ALBA Petróleos; y de José Luis Merino, el nexo del programa en El Salvador. Ninguno respondió.

Representaba una auténtica violación al acuerdo de Petrocaribe, pues la idea de que los Estados y empresas pagaran sus deudas con productos era que las economías de esos países se dinamizaran. No pasaba así en este caso, pues, según la Dirección de Aduanas de El Salvador, la leche venía de Australia. Pero fue el mismo Giuseppe Yoffreda, presidente de CORPOVEX, la que solicitó poder cometer esta violación al acuerdo.

El caso Nicaragua
“Muy urgente concretar plan con Nicaragua”, escribió Maduro, presidente de Venezuela, justo al lado de su firma aprobatoria. El documento que rubricó el 23 de marzo de 2015 detallaba una oferta de importaciones por $446.3 millones en café, carne de res, ganado, azúcar, aceite de girasol, leche y frijoles negros a despacharse durante ese año desde la nación centroamericana gobernada por su aliado, Daniel Ortega.

Las cotizaciones incluían precios que en la mayoría de los casos rebasaban referencias internacionales o estaban entre los más altos presentados en la historia reciente de las exportaciones nicaragüenses. Ese lujo lo asumía el Gobierno venezolano a pesar de que entonces el mercado petrolero mundial del que dependen sus finanzas y las del país ya había sufrido un desplome de 50 por ciento.

Mientras Maduro culpaba a la guerra económica por la falta de bienes y por la inflación que crecía como un tsunami, aprobaba la adquisición de café verde a $243 el quintal y de carne de res a $5,690 la tonelada, montos que superaban los mejores promedios de venta de ambos rubros en 20 años, según cálculos basados en datos del Banco Central de Nicaragua (BCN).

El plan aprobado por el gobernante venezolano se materializó en un contrato con cargo a recursos públicos que fue ejecutado por empresas controladas por los gobiernos de ambos países. El negocio representó el corolario de una serie de transacciones desde Nicaragua con destino a Venezuela por aproximadamente $2,700 millones. Una operación que comenzó desde mediados de 2008.

Todas las negociaciones se concretaron a través de un sistema de compensación de deudas mediante el cual naciones centroamericanas y caribeñas pagan con bienes parte de los suministros petroleros concedidos por el Gobierno venezolano en las condiciones de los acuerdos de cooperación energética creados por el entonces presidente Hugo Chávez.

El abanico incluye a Petrocaribe, el programa estrella, y a otros suscritos en el seno de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). La espina dorsal del entramado es la Corporación Estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), empresa sobre la que llovió el maná petrolero hasta julio de 2014, pero que hoy está cercada por las deudas, por los escándalos de corrupción y de lavado de dinero y por el retroceso de la capacidad de producción y refinación.

Con base en documentos internos y rendiciones de cuenta de la corporación petrolera, en peticiones de información pública, en estadísticas de comercio internacional y en entrevistas a fuentes vinculadas a las transacciones
La evidencia recopilada refleja inconsistencias entre la información de precios y volúmenes contenida en documentos oficiales vinculados a las operaciones y en los reportes de organismos que procesan estadísticas relacionadas con los acuerdos o con la actividad de las aduanas portuarias. Los diferenciales tuvieron destinos inciertos que financiaron la corrupción, según fuentes de la petrolera venezolana.
El panorama, de acuerdo con documentos a los que se tuvo acceso, fue favorecido por el descontrol de las instancias de PDVSA que tenían la responsabilidad directa de supervisar las transacciones. Parte de esas operaciones involucraron a personas y compañías que terminaron siendo castigadas, investigadas o vigiladas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por supuesto lavado de activos.
Esta investigación periodística revela igualmente que empresarios vinculados a gobiernos afines a la denominada revolución bolivariana lograron concretar lucrativas transacciones en el sistema sin que pasaran un mínimo escrutinio público.
Ningún vocero de PDVSA atendió las solicitudes de información que se presentaron con anticipación para este proyecto. Rafael Ramírez, expresidente de la petrolera, exministro de Energía de Chávez y articulador de las políticas petroleras venezolanas en la región, sí aceptó referirse al tema y negó manejos irregulares o falta de transparencia durante su gestión al frente de la empresa entre 2004 y 2013.

“Todo está auditado”, dijo el exfuncionario. “Nuestras gestiones se investigaban siempre. Si la Contraloría General de la República detectaba alguna inconsistencia, nos llamaban. Si la auditoría interna nuestra presentaba inconsistencia, nos llamaban. Si nuestros auditores fiscales detectaban una inconsistencia con algo, yo no firmaba”.
Sin embargo, un informe de auditoría apunta que el mecanismo comercial, en el que se han transado más de $3,700 millones, careció desde su constitución hace una década de adecuados protocolos de seguimiento.
El documento está fechado en abril de 2017 y es un texto que recoge las diligencias que un equipo de auditores remitió a sus superiores para revisión. En su contenido se afirma que la Gerencia Corporativa de Finanzas Internacionales, que está en la médula del esquema, no formuló reglas efectivas para controlar los procesos: “Se evidenció en la revisión del proceso de compensación comercial… la ausencia de una norma que se ajuste para las actividades que deben ser ejecutadas”.

Los auditores imputaron además a PDV Caribe, filial de PDVSA constituida en 2006 para encargarse de la gestión de Petrocaribe y de los convenios conexos del ALBA, responsabilidades por no haber actuado como el ente centralizador de la compensación: “No cuenta con documentación de soporte suficiente sobre los rubros adquiridos por la República Bolivariana de Venezuela”. Los analistas se referían a facturas, registros de embarque y desembarque y reportes de calidad, entre otros, que debían ser archivados y remitidos a la gerencia financiera para las conciliaciones respectivas.

La omisión no deja de ser relevante si se considera que la filial desempeñaba un rol internacional estratégico y fue manejada desde su creación por hombres de confianza de Chávez y Maduro. Entre ellos han estado el fallecido Bernardo Álvarez, quien fue presidente del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos; y Asdrúbal Chávez, primo del presidente Chávez, y quien llegó a ser ministro de Petróleo.
En la práctica, según fuentes de PDVSA, la red de empresas públicas importadoras de alimentos de Venezuela, asumió el papel de gestionar las compras y de controlar los documentos de respaldo. Entre esas compañías se encontraban la Corporación de Abastecimiento Agrícola (CASA) y la Corporación de Comercio Exterior (CORPOVEX) y la ya eliminada Corporación Venezolana de Alimentos (CVAL).
El conglomerado ha sido manejado principalmente por militares, algunos de los cuales han sido señalados por incurrir en adquisiciones con sobreprecios, por desviar fondos e incluso han sido blanco de indagaciones de la opositora Asamblea Nacional, que terminó neutralizada políticamente por Maduro.

El mecanismo comercial, en el que se han transado más de $3,700 millones, careció desde su constitución hace una década de adecuados protocolos de seguimiento. El documento está fechado en abril de 2017 y es un texto que recoge las diligencias que un equipo de auditores remitió a sus superiores para revisión. En su contenido se afirma que la Gerencia Corporativa de Finanzas Internacionales, que está en la médula del esquema, no formuló reglas efectivas para controlar los procesos.

El gran cliente
Nicaragua, que recibió hasta junio de 2018 más de $$3,760 millones en préstamos petroleros, se ha servido de la compensación como ningún otro país. Ello ha sido el reflejo de la imbricación de los gobiernos de Caracas y Managua y del apoyo otorgado a Daniel Ortega. Los convenios con Venezuela son una de las claves que explica como el régimen de Ortega logró alto favoritismo por muchos años. La cooperación, entre otras cosas, le ayudó a mantener satisfechas organizaciones agropecuarias afines a su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y a poderosos empresarios agroindustriales locales y centroamericanos.

Los cargamentos con productos alimenticios remitidos por Nicaragua representaron casi 70 % de los montos transados en el mecanismo de compensación, lo que generó un boom exportador en el país centroamericano que cedió con la crisis petrolera. Las categorías de la carne de res y el ganado fueron las reinas, pues supusieron más de $1,250 millones en exportaciones hasta 2017, según datos del BCN. Café, azúcar, frijol negro y leche también han estado entre los renglones más destacados. Todos los despachos fueron monopolizados por una gran intermediaria: la binacional ALBA Alimentos de Nicaragua (Albanisa). Esa compañía es filial de ALBA de Nicaragua (Albanisa), que a su vez es una sociedad entre las estatales Empresa Nicaragüense de Petróleos (Petronic) y PDV Caribe, accionista mayoritaria.

Francisco López, uno de los funcionarios de confianza de Daniel Ortega y tesorero del FSLN, hasta junio de 2018 fungió como presidente de Petronic y vicepresidente de Albanisa, cargos de los que se retiró luego de que fue sancionado por supuestos actos de corrupción y desvío de dinero por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Como castigo, le prohibieron las transacciones con ciudadanos y entidades norteamericanas.
Albanisa fue una consentida que logró colocar en Venezuela productos por cotizaciones envidiables para cualquier empresario. En los boletines del Ministerio de Fomento, Industria y Comercio de Nicaragua (MIFIC) son recurrentes las menciones a los “precios preferenciales” o “superiores” ofrecidos por el Gobierno venezolano con respecto a otros clientes internacionales. En la carne de bovino, por ejemplo, fueron los mejores pagados no en 20 sino en 30 años, según admitió René Blandón, presidente de la Comisión Nacional de Ganaderos (CONAGAN), el mayor gremio empresarial del rubro, a AFP en agosto de 2017. Las cotizaciones favorables ayudaron a Nicaragua a descontar a un ritmo más rápido la deuda de largo plazo, equivalente a la cuarta parte de los préstamos. También le permitió cancelar con bienes la porción de corto plazo, que equivale a 50 % del financiamiento y que debe completarse en 90 días. El resto de las naciones beneficiarias la paga en efectivo, pero el país centroamericano ha insistido en honrarla con alimentos, según documentación obtenida por #Petrofraude.

Los privilegios para Albanisa también incluyeron la permisividad con la baja calidad de algunos productos y con intermediaciones de cargas provenientes de terceros países. La empresa igualmente gozó durante seis años de una relación prácticamente directa con CVAL, CASA y otra compañía pública, Café Venezuela, en el marco del esquema de compensación. Según documentos obtenidos de los entes de control venezolanos, las exportaciones nicaragüenses hasta 2014 se realizaron sin que la Gerencia de Finanzas Internacionales de PDVSA hiciera una sola acta de conciliación con Albanisa. Las primeras dos se suscribieron, de hecho, el 26 de abril de ese año.
Una de esas actas se refirió exclusivamente a los cargamentos de café verde y se basó en datos en los que #Petrofraude identificó inconsistencias. El documento fue firmado por Víctor Aular, gerente de Finanzas Internacionales de PDVSA; y por Francisco López, presidente de Albanisa, y uno de los funcionarios de confianza de Daniel Ortega. López es el tesorero del FSLN y hasta junio de 2018 encabezó la empresa de alimentos y fungió como presidente de Petronic y vicepresidente de Albanisa, cargos de los que se retiró luego de que fue sancionado por supuestos actos de corrupción y desvío de dinero por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Como castigo, le prohibieron las transacciones con ciudadanos y entidades norteamericanas.

En el documento de conciliación se afirmó que Albanisa exportó satisfactoriamente a Venezuela $393.6 millones entre el 31 de octubre de 2009 y el 31 de diciembre de 2013, de acuerdo con un finiquito que había sido remitido por Café Venezuela. En ese período de cinco años, sin embargo, los despachos totales desde Nicaragua no superaron $248.5 millones, según una comparación de las cifras del tres instituciones de ese país: el Centro de Trámites de Exportaciones (CETREX), el MIFIC y el BCN. Los datos del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), basado en los reportes de las aduanas, señalan que al país suramericano ingresaron $295.2 millones en renglón de café verde. Es decir que solo en este rubro específico de café hay casi entre $145 y $98 millones de diferencia aproximadamente sin ningún tipo de soporte ni explicación con respecto a los montos que fueron conciliados.

El acta firmada no específica un dato central: las cantidades de producto. El finiquito de Café Venezuela, al que tuvo acceso el medio nicaragüense Confidencial, socio de la presente investigación, indica que los despachos fueron equivalentes a 1,884,769 quintales, por lo que cada uno se tasó en aproximadamente $208, monto que superó como mínimo en $20 el promedio de las ventas al exterior del rubro en esos años de acuerdo con los datos del BCN y del CETREX. En 2011, por ejemplo, solo compradores de los Emiratos Árabes Unidos, Nueva Zelanda y Austria superaron los pagos promedios de Venezuela. Esos países suelen ser consumidores de cafés especiales que se transan por más dinero.

Un dato adicional arroja sombras sobre la transacción. Según las estadísticas oficiales nicaragüenses al país suramericano solo se remitió un máximo 1.5 millones de quintales y de acuerdo con el instituto estadístico venezolano el volumen fue de 1.4 millones. Las diferencias oscilan entre 300,000 y 400,000 quintales aproximadamente con respecto a las cantidades señaladas en el finiquito.
El café verde despachado a Venezuela, además, estaba lejos de tener una etiqueta de máxima calidad, de acuerdo con testimonios recabados para el presente trabajo. Productores nicaragüenses recuerdan que entre 2008 y 2015 incluso vendieron a muy buenos precios lotes que se consideraban broza o desperdicio.

“El café que es para tostadoras locales se estuvo exportando a buenos precios”, confirmó Joaquín Solórzano, presidente de la Asociación de Productores de Matagalpa, zona montañosa donde se produce la mayor parte del café nicaragüense. “Ellos sabían qué calidad estaban comprando, pero ¿quién se va a quejar en Venezuela?” Federico Argüello, presidente de la Asociación de Exportadores de Café de Nicaragua, confirma que el mercado venezolano era especialmente atractivo por sus precios: “Pagaban un diferencial por encima de Nueva York”.

Aunque Albanisa era responsable de los despachos, productores consultados coincidieron en que había intermediarios que recogían el producto. Uno de ellos, según afirman, era la empresa Agroexport en cuya página web se menciona a Venezuela como destino. Un representante de la firma fue consultado, pero negó participación en el negocio y atribuye a un error la referencia del país suramericano en su plataforma.

Mientras en Nicaragua los productores se beneficiaban del maná petrolero, sus colegas venezolanos padecían controles que les condenaban a pérdidas y a asistir a la depresión del negocio frente al avance de las importaciones. “Los precios controlados por el Gobierno siempre estaban por debajo de los costos de producción”, dice Vicente Pérez, caficultor y miembro de la FEDEAGRO, la principal federación de productores de Venezuela. “El café nicaragüense se pagaba a precios prémium pero era de baja calidad”.

Para más datos sobre más países, y para consultar visualizaciones detalladas con la información sobre el convenio, visite la página web 7s.laprensagrafica.com.


El desvío de los petrodólares

Bajo el acuerdo energético promovido por Venezuela, Gobiernos aliados de este país tuvieron carta blanca para manejar discrecionalmente y sin mayores controles los fondos obtenidos gracias a los préstamos petroleros. Parte del dinero se usó para inversiones privadas, proyectos fallidos y quedó entrampado en una maraña de empresas vinculadas a gobernantes de la región.

La historia del incremento en el valor y las transacciones inmobiliarias de un terreno de 6,000 metros cuadrados, localizado en el bulevar del Ejército, en Soyapango, San Salvador, ilustra cómo varios gobernantes y líderes políticos encontraron en los recursos de Petrocaribe su olla de la fortuna. En apenas tres meses el precio de este lote dio un salto sideral. Originalmente estaba valorado en $85,000. Luego de una fugaz cadena de compras y ventas fue adquirido en $1,300,000 por la Sociedad Distribuidora de Combustibles y Lubricantes (Sodico), empresa controlada por familiares de José Luis Merino, dirigente del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) que gobierna desde hace nueve años El Salvador.
Sodico adquirió el terreno en 2011 con uno de los préstamos que le entregó ALBA Petróleos de El Salvador (ALBA Petróleos), sociedad que ha manejado en el país centroamericano más de $1,100 millones en créditos petroleros suministrados por el Gobierno venezolano a través de Petrocaribe. Ese es el acuerdo estrella de cooperación energética creado por el difunto Hugo Chávez en 2006 y a través del cual se financian las ventas de petróleo en condiciones ventajosas como un modo de impulsar la gestión social de los beneficiarios, en su mayoría gobernantes de partidos afines a la denominada revolución bolivariana como el FMLN.
Merino ocupa el cargo de asesor mayor en ALBA Petróleos, pero se le considera el poder detrás del trono en la empresa y el encargado de las relaciones financieras con Venezuela. Es una figura que está bajo la lupa de Estados Unidos por presuntas operaciones de lavado de dinero en distintos ámbitos, entre ellos el de bienes raíces. Tres instituciones de ese país indagan sobre sus actividades: el Departamento del Tesoro, la DEA (Agencia Antinarcotráfico) y el FBI (Policía Federal Investigativa).
La historia del terreno adquirido por Sodico es muy semejante a la de otros 107 inmuebles cuyos expedientes se encuentran en el Registro de la Propiedad, Raíz e Hipotecas del país centroamericano. Esta investigación periodística de #Petrofraude, basada en la revisión de cientos de documentos, revela la existencia de un esquema especulativo inmobiliario que ha dejado pérdidas para la empresa que ha manejado la cooperación venezolana y beneficios para las personas y entidades jurídicas, como esta con conexiones con Merino, a las que se les han otorgado los créditos. Un ejemplo es Sodico, que recibió tres préstamos hipotecarios por $6 millones de ALBA Petróleos.
El rastreo de las operaciones, antes, durante y después de la llegada de las propiedades a la órbita de ALBA Petróleos permitió identificar modificaciones abruptas en los precios de compra y venta; sobrevaloraciones de los inmuebles que se ofrecen como garantía de los préstamos y la atribución de valores subestimados o sobrestimados a los bienes que son embargados o entregados en pago por incumplimiento de los compromisos relacionados con los financiamientos.
ALBA Petróleos fue fundada en 2006 como producto de una sociedad entre Enepasa, una empresa que agrupó a 30 alcaldes del FMLN, y PDV Caribe, filial de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), responsable de los créditos petroleros en la región. La función principal de la empresa mixta es la venta y distribución de derivados de petróleo obtenidos a través del convenio energético. De sus operaciones, en teoría, deben generarse recursos para apuntalar programas sociales para los salvadoreños.
En la práctica, como demuestran sus balances, ALBA Petróleos opera principalmente como una financiera que no ha escatimado en ofrecer créditos, en algunos casos con garantías hipotecarias, por $500 millones a 90 personas naturales y empresas escogidas a dedo. Los beneficiarios se relacionan principalmente con el negocio del combustible y la energía, pero también con otros fines económicos. Las pérdidas han sido el signo común en una gestión que parece no buscar el lucro sino todo lo contrario.
Esta investigación de #Petrofraude no solo identificó operaciones inmobiliarias cuyos montos se elevaron o redujeron sin explicaciones aparentes, sino un patrón característico en la estructura accionaria de compañías que han sido beneficiadas con préstamos millonarios de ALBA Petróleos.

Muchas de ellas pertenecen a otras firmas cuya propiedad a su vez descansa en terceras compañías, algunas de las cuales son “offshore” y se encuentran registradas en Panamá o en Curazao. Entre ellas se prestaron dinero y la composición accionaria de cada una parece diseñada como una telaraña para despistar a quien se proponga seguir la ruta de los fondos, que al final lleva a figuras del entorno de Merino, según se estableció.
El destino de los préstamos de ALBA Petróleos es apenas una evidencia del laberíntico esquema financiero que se implantó en El Salvador con los recursos originados en Venezuela. Es una muestra, además, del giro que en algunos países del continente le dieron a la gestión de los acuerdos de cooperación impulsados por Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.

Los convenios petroleros, con Petrocaribe a la cabeza, supusieron la inyección de más de $28 mil millones en hidrocarburos y derivados en 14 países sin incluir a Cuba. Aproximadamente la mitad de los recursos se entregaron con créditos pagaderos en máximo 25 años y tasas de hasta 2% anual. La cascada de dinero implicó un desafío para la transparencia de la institucionalidad regional que no aprobó el reto. La gestión de los fondos, según evidencia recopilada para este trabajo, se hizo en un entorno de opacidad con respecto a los controles aplicados dentro y fuera de la plataforma diseñada para que el dinero fluyera, lo que facilitó el surgimiento de esquemas de desvío de recursos que beneficiaron a figuras de poder.

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