El detonante: un combo de confianza y codicia
Mientras que los Herrera y Lorenzana Cordón eran amigos desde la adolescencia, Chacón era una desconocida para ellos en 2004. Eliú le dijo que confiaba en su mirada, pero había otro factor que lo empujó a soltarle $8 millones a una perfecta extraña.
Los hermanos querían independizarse de traficar con su padre, Waldemar Lorenzana Lima. Un intermediario entre el proveedor colombiano y la familia declaró años después que los hermanos se quejaban porque Lorenzana Lima les daba tajadas demasiado pequeñas. Si ganaban $150,000, por ejemplo, les entregaba $15,000 y se quedaba con el resto.
Los hermanos le pidieron al intermediario que les vendiera droga a espaldas del padre, o que les pagara en su ausencia. “No nos pague ahora porque el viejo va a agarrar una parte”, le decían. El proveedor se negó, movido por una mezcla de lealtad y temor a Lorenzana Lima. El trasiego continuó porque la droga no era de Herrera, sino del último capo activo del cartel de Cali, Phanor Arizabaleta Arzayús. Pero los hermanos encontraron la manera de jugarle la vuelta al padre cuando apareció Chacón con su oferta. Chacón no menciona a Lorenzana Lima en ninguna de las transacciones. La misma moneda con la que los Lorenzana Cordón pagaban al padre fue la misma que sus exsocios –por ejemplo, Chacón– usaron para pagarles a los hermanos en la corte en EUA.
El quinto malo
En dos años, Chacón coordinó el envío de cuatro cargamentos de cocaína entre Vergara en Colombia y los Lorenzana, en Guatemala, hasta que algo salió mal: Vergara la llamó el 7 de septiembre de 2006 para contarle que la policía incautó el quinto cargamento, de 1,050 kilos de cocaína, cuando los conductores de las lanchas rápidas las abastecían de combustible en Bocas del Toro, noroeste de Panamá. Diez años después, en la corte en EUA, Chacón todavía recordaba la fecha exacta. Un exfiscal panameño confirmó la incautación. Los Lorenzana habían invertido $1 millón (7.5 millones de quetzales), y les reembolsaron $800,000 (parte del trato ante posibles pérdidas). Pero Chacón perdió $5 millones (unos 37.5 millones quetzales) que no tenían garantía.
Chacón no volvió a traficar cocaína con los Lorenzana Cordón, no por el decomiso en Panamá, sino porque eran impuntuales para pagar. Desde el tercer cargamento, se retrasaron cerca de tres meses para pagarle después de recibir la cocaína; lo acordado era una semana máximo. Los hermanos se retrasaban porque primero vendían la droga en México, esperaban que fuera enviada a EUA y que el dinero de la venta fuera enviado a Guatemala. El trato era que le pagarían antes de enviar la droga a México. Chacón dijo que fue intermediaria entre los Lorenzana Cordón y Vergara en la compraventa de al menos 6 toneladas de cocaína, y que ganó “más de $40 millones” en comisiones. Pero este no fue el fin de los negocios entre ellos.
El negocio del contrabando de dólares
“En 2008 comencé a trabajar con un cartel que lo hacía todo”, dijo Chacón. “Ellos solo necesitaban que yo asegurara el transporte de los dólares hacia Panamá y Colombia. La intervención de mi esposo ya no era necesaria”.
Como en casos anteriores, el transporte de dinero del narcotráfico no implicaba el uso del sistema bancario panameño, según explicó. “Hay diferentes formas de trabajar en Panamá”, aclaró. “Depende de qué empresa se trata y si está en la Zona Libre”.
Eso confundió un poco a Ron Earnest, abogado de Waldemar Lorenzana Cordón.
—¿Dijo usted empresa o carteles? –le preguntó el abogado.
—Permítame explicarle, señor. Los carteles trabajan con las empresas en la Zona Libre de Panamá. Mi responsabilidad era enviar el dinero a Panamá. Después los carteles negociaban con las empresas en la Zona Libre, y esas empresas proveían un número de teléfono (para gestionar la entrega). Mi responsabilidad no llegaba más allá de ese punto.
Chacón también soltó otra bomba. Las empresas a las que entregaba el dinero para su envío en vuelos privados a Panamá eran legales: empresas legalmente establecidas en Guatemala llevaban dinero de contrabando a Panamá (no las identificó por nombre). Agregó que algunos grupos utilizaban empresas ilegales, y que una cantidad de dinero para un solo destinatario podía ser repartida en cinco diferentes empresas. Earnest le preguntó si había un intercambio de recibos. Chacón le aseguró que no había ningún rastro en papel de los envíos. El abogado estaba estupefacto.
—¿Entonces qué? ¿Juran que no robarán el dinero? –preguntó.
—Correcto –respondió Chacón.
Entre 2008 y 2010, a pedido de Vergara, Chacón comenzó a enviar dólares de los hermanos Eliú y Waldemar Lorenzana Cordón a Panamá para pagar a sus proveedores de cocaína. Comenzaron con $1 millón. En comisión, Chacón recibió el 10 %: $100,000 (unos 750,000 quetzales). Chacón entregaba el dinero al representante de una oficina responsable del envío a Panamá en vuelos privados (la oficina de Vergara era solo una de varias).
El envío ocurría en el lapso que demoraba el transporte aéreo hacia Panamá, o en tiempo real, según la urgencia y la comisión. Por ejemplo, si la oficina de envío recibía $5 millones en Guatemala, entregaba inmediatamente al proveedor en Panamá $5 millones que ya tenía almacenados en ese país. Chacón confirmaba por teléfono con el proveedor que el dinero había llegado a sus manos, y lo notificaba a los compradores que enviaron el dinero desde Guatemala. También ganaba comisiones por esta tarea. En total, por las cinco transferencias que hizo para los Lorenzana por un total de $5 millones, ganó $500,000 (unos 3.7 millones de quetzales).
Chacón también traficó dinero para al menos cinco carteles colombianos, pero en 2016 vagamente recordaba los nombres de sus clientes, según declaró: Juan Ricón, un sujeto con el alias “Crespo”, y Vergara, que se separó de Ricón (no hay referencias de Ricón en narcotráfico, aunque en 2012, la policía en Cali capturó a Juan Carlos Crespo en conexión a un cartel de heroína; la DEA lo buscaba en 2004 a pedido de una corte en Florida, pero no hay certeza de que sea la misma persona que Chacón mencionó).
“Podría haber dos (carteles) más”, agregó; algunos eran de Medellín. “Varios carteles tienen representantes en Guatemala, pero no siempre revelan sus nombres o para quién trabajan”.
Pronto un abogado de la defensa le refrescaría la memoria.
Posiblemente el cartel tan autosuficiente para el que Chacón comenzó a traficar dinero en 2008 era el de los hermanos colombianos Orlando y Javier Hernández Barrero. Chacón sí recordó el nombre del primero cuando se lo preguntó Manuel Retureta, abogado de Eliú Lorenzana. Un informante filtró a la DEA que Chacón se reunió con Orlando Hernández Barrero hasta finales de 2010, y ella confirmó que traficar para él la llevó a la cárcel en Florida.
Una investigación de Univisión Noticias y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) reveló que “en 2009, el bufete panameño Mossack Fonseca vendió una sociedad y ofreció servicios” a la empresa panameña Broadway Commerce Inc., que presidía Chacón. Uno de los socios era un narcotraficante confeso. Otro era investigado por estafa y otros delitos en Guatemala. Además, la fiscalía en Miami que acusó a Chacón descubrió que ella lavó al menos $4 millones del narcotráfico en Panamá entre 2009 y 2010, cuando todavía tenía un vínculo con los hermanos Hernández Barrero. Ambos fueron capturados, extraditados y, en 2012, condenados en una corte en EUA a 11 y 13 años de cárcel.