Diez años de abusos

DIEZ AÑOS DE ABUSOS

La cantidad anual de denuncias por violación en menor e incapaz no ha registrado reducciones considerables en los últimos 10 años. Y otro delito, el de agresión sexual, lejos de ser controlado, ha mostrado un alza considerable, al menos en las denuncias que recibe la Policía Nacional Civil. Las estadísticas muestran también que la edad de las víctimas es cada vez menor. De 133 niñas de menos de 11 años que denunciaron agresión sexual en 2010 subió a 353 en 2017. Y estos son los casos que llegan a alguna instancia, las autoridades reconocen que un gran porcentaje se queda en silencio. Una revisión por sentencias en casos de violencia sexual en menores de edad revela vicios en los procesos que exponen a las víctimas, las dejan desprotegidas y las hacen repetir su versión varias veces, incluso en entornos hostiles. Se ha elegido una por año, desde 2008 hasta 2017, para dar cuenta de los muchos tentáculos que tiene este monstruo que ensombrece infancias.

2008

1,613 peritajes por violencia sexual en menores de edad hizo Medicina Legal

Tenía 15 años cuando, en una gasolinera de San Salvador, un hombre la tomó por la fuerza y la introdujo a un carro. Fue drogada. Cuando despertó, estaba en un canal. Los peritos dijeron que fue violada y que quienes lo hicieron le contagiaron una enfermedad de transmisión sexual. Este fue el colofón del acoso sistemático que un hombre mayor le hizo desde 2008 en el lugar de trabajo de ella: una venta de frescos en un mercado capitalino.

En las entrevistas con psicólogos, se confirmó que ella tenía secuelas por maltrato físico, uno que no pudieron atribuir solo al episodio traumático que vivió, pero tampoco profundizaron en más. Esta adolescente que migró sola desde un municipio de oriente se animó a poner una denuncia solo porque después de privarla de libertad y violarla, el hombre mayor siguió llegando al puesto de frescos a exigirle que se fuera con él porque “ya había sido suya”. A ella, durante el proceso, se le decretaron medidas de protección, pero no se cumplieron hasta que, a la vuelta de meses, la encontraron prostituyéndose en la capital. Con ella, todos los sistemas de protección de menores se quedaron cortos.

Esta, con la que por fin esta niña se hizo visible ante el sistema, fue la tercera violación de la que fue víctima antes de ser una quinceañera. Ya a los 14 un tipo la había metido a una mototaxi y la había mantenido sometida en un motel. No colocó denuncia porque su padre mismo era un maltratador que la golpeaba hasta sangrar. Para huir de aquel hombre que la seguía acosando y de aquella familia que no la protegía fue que aceptó venir con una amiga a la capital. Y nada más al llegar, dos tipos se las llevaron a un motel ubicado cerca de un mercado y ahí las obligaron a desnudarse y las violaron. Tras esto, volvió a decidir callar, y se limitó a conseguir ese trabajo que le ofrecieron en la venta de frescos, donde todo el ciclo de maltrato volvió a comenzar.

2009

1,368 peritajes por violencia sexual hizo en menores de edad Medicina Legal

Solía ponerse a jugar con su hermanito bebé en la cama. Y le gustaba, hasta que el papá de ese bebé, pareja de su madre, empezó a aprovechar esas ocasiones para tocarla de una forma que la hacía sentir mal. Ella tenía entonces siete años. Al de ella los peritos le pusieron el nombre de “abuso de larga data”, básicamente porque lo soportó en silencio desde 2009 hasta 2015, desde que tenía siete años hasta cumplidos los 13.

Hasta entonces aparecieron en su vida los mecanismos para poder hablar de lo que le había hecho su padrastro. Le costó encontrar quien le creyera. Y cuando sus palabras llegaron a instancias legales, no fueron acompañadas por exámenes, porque ya había pasado demasiado tiempo desde la última de las cuatro veces que ella dijo que su padrastro la agredió. El testimonio de su madre solo pudo ser de referencia. Y así, quedó sola, con su verdad, ante la del acusado.

El padrastro no fue detenido. Se argumentó falta de pruebas para sostener la versión de una adolescente que aunque mostró claros indicios de haber sido sometida a abusos, no podía presentar más. A él se le impuso no salir del país y alejarse de la familia, una en la que tiene un hijo, aquel bebé con el que a ella le gustaba jugar en la cama.

2010

1,376 denuncias por violación en menor e incapaz

A los 14 ella ya trabajaba. Era la encargada de hacer los oficios domésticos en la casa de una pareja de esposos. A ellos les gustaba pasar algunos fines de semana en un rancho de playa, de paredes de ladrillo rojo, con tres cuartos. Allá fueron en marzo y ella los acompañó. Quien abría el portón de la propiedad era un joven adulto de bigote. Ese sábado llegaron como a la 1 de la tarde, y a las 9 de la noche la adolescente se metió al cuarto que le asignaron, echó llave y se durmió. Despertó de madrugada con manos recorriéndole con violencia todo el cuerpo. No supo quién era hasta que sintió el bigote, era el que les abría el portón. Él le ordenó no gritar, quitarse la ropa, la amenazó. Ella forcejeó, le dijo que se fuera, pero no se pudo imponer a la fuerza de él. Él la violó. Ella no supo qué más hacer y, sintiéndose culpable, calló.

En junio de ese año la pareja volvió al rancho. La llevaron a ella. Por la noche, el hombre de bigote, encargado de las llaves de todo el racho, volvió a meterse al cuarto de ella en contra de su voluntad. En su relato, ella en todo momento dijo que se opuso, que se negó, que trató de empujarlo.

Pero en el proceso judicial, uno de los argumentos de la defensa fue que no se podía probar que el acceso carnal había sido con violencia. Y también insistieron en la edad de ella, que para entonces tenía 15. Buscaron así, cambiar el delito de violación a estupro, este último con una pena menor. El caso se judicializó solo porque ella quedó embarazada producto de estas violaciones. Y, en noviembre, cuando se hizo evidente, la señora con la que trabajaba la apoyó para denunciar al hombre de bigote que tenía las llaves y que se metió a su cuarto.

El hombre recibió una pena de cárcel y fue obligado a pagarle a la adolescente convertida en madre una suma a manera de compensación: $600.

2011

345 denuncias por agresión sexual en menor e incapaz

Prestó su declaración en una cámara con un cristal de doble cara que permite a los niños hablar sin notar que los observan (Gesell). Ahí fue soltando de a poco el secreto que la mujer que la cuidaba le había pedido guardar. Tenía cuatro años, y pese a su corta edad, brindó un relato, según recoge la sentencia, “coherente y creíble”.

La niña contó que cada vez que la niñera la bañaba, le tocaba la vulva y el pecho. Antes de llegar hasta esta instancia, la niña había modificado su comportamiento y era más retraída, se había empezado a hacer pipí en la cama. Fue su madre quien le empezó a notar cambios en el cuerpo y en la actitud y, con una sospecha, la llevó a una consulta pediátrica, en donde se encontraron los primeros indicios de una agresión sexual. Pero en un afán por evitarle a la niña más ansiedad, la denuncia no se colocó entonces, sino varios días después, cuando la madre, tras bañar a la niña, le descubrió llagas en la región de los pechos y moretes en la región genital.

La niña de cuatro años contó que la niñera aprovechó una urgencia laboral de la madre –que para entonces ya no dejaba a su hija sola– para sentarse en un banco dentro de su cuarto y decirle que si no se dejaba tocar la vulva, era tonta. La niña dijo que ella no quería ser tonta, pero que lo que la niñera le hacía le provocaba dolor y la hacía sentir mal. La niñera recibió pena de cárcel por agresión sexual.

2012

435 denuncias por agresión sexual en menor e incapaz

Tenía 10 años y cantaba en la iglesia. Ese día de julio había llegado a ensayo de alabanzas, pero a la cita no se presentó todo el grupo, sino que solo otras tres niñas más pequeñas. Una situación que un hombre de 28 años, hijo del pastor de esta iglesia, aprovechó para llevarla a su casa con el pretexto de hacerle preguntas sobre las alabanzas y la ropa que se pondrían las niñas del coro. Ahí, la encerró, la tocó, le ordenó no gritar y quitarse la ropa. La niña de 10 años forcejeó con un hombre 18 años mayor que ella por un rato hasta que tocaron la puerta. Era la abuela de ella, que se dio cuenta de lo que pasaba y le dijo al hombre que parara con eso porque llamaría a la policía. La abuela le contó a la madre de la niña y pusieron la denuncia.

Durante las averiguaciones sobre este caso, la niña contó que el pastor de la iglesia, un hombre de casi 60 años, también la tocaba y la obligaba a ver películas pornográficas. A la niña, a la madre y a la abuela se les tomó declaración. Pero a la hora del juicio en el que eran testigos, no se presentaron.

La cita judicial se pospuso en tres ocasiones, ellas no llegaron a ninguna. Por medio de un documento, la familia de la niña señaló que la serie de entrevistas a la que fueron sometidas les generó trastornos familiares y emocionales, pero, sobre todo, representó trauma y revictimización para su hija. Se negaron a que ella volviera a presentarse en el proceso. De los acusados dijeron que les hicieron saber su arrepentimiento y que, por el hecho de ser ambas familias cristianas, se sintieron obligadas a perdonarlos.

El pastor y su hijo se declararon confesos. Sin embargo, ambos fueron absueltos.

2013

8 denuncias por difusión de pornografía

Lo conoció por Facebook. Él le dijo “hola” en un chat y empezaron a escribirse, tanto que a las semanas ya se consideraban novios, incluso sin haberse visto nunca. Él le mandó una foto desnudo. Y a partir de ahí, insistió mucho en que ella, de 16 años, hiciera lo mismo. Ella accedió. Mandó varias. Y solo hasta dos meses de eso, quedaron para juntarse en un parque de un municipio de la zona metropolitana de San Salvador que es asediado por pandillas. Fue en marzo, y se vieron por apenas 5 minutos en medio de amigos de ella y amigos de él. Uno de esos que lo acompañaba a él era su primo. Este primo, unos días después “hackeó” la cuenta de él y sacó las fotos de ambos desnudos.

El primo les pidió a cada uno $200 a cambio de no publicar las imágenes. Ella le dijo al novio que no tenía esa cantidad ni manera de conseguirla, así que el novio le dijo que consiguiera solo $100 y él se rebuscaría para conseguir los otros $300. El día de la entrega, una camioneta negra llegaría al mismo parque en donde se habían visto por 5 minutos. Ella recibió, desde un número de teléfono privado, instrucciones para buscar la camioneta negra, de modelo reciente, polarizada, y deslizar los $100 por la abertura de la ventanilla. Y así lo hizo. Pero al primo no le bastó. También le pidió que en menos de un mes le entregara una cadena de oro y que sostuviera relaciones sexuales con otro amigo de él. A lo que ella accedió, pero sin intención de cumplir la segunda exigencia. En ese momento, la adolescente se dio cuenta de que sus fotos desnuda ya habían sido compartidas en Facebook y también las de otras adolescentes, así que colocó la denuncia.

El investigador asignado planificó una entrega controlada del dinero y ahí fueron detenidos dos de los extorsionistas. En instancias judiciales, pese a haber asignado medidas de protección a la adolescente, se decidió que los acusados fueran procesados en arresto domiciliar.

2014

390 denuncias por violación en menor e incapaz

Todo comenzó porque la niña se le encimó al novio de la mamá. Al retirarse esa tarde el novio de la casa, la madre le preguntó por qué se había colocado así sobre su novio. La niña calló por un momento y después le dijo que cuando visitaba a su padre biológico, él la besaba en la boca, le quitaba la ropa y la tocaba. La niña tenía nueve años.

Ambas acudieron a colocar una denuncia. Ahí, la niña contó que su padre comenzó dándole un beso en la mejilla mientras ella veía televisión. Después la besó en la boca y tras eso le quitó la ropa, la colocó en la cama boca abajo, le puso crema en el ano y la violó. No fue la primera vez. Ante sus lamentos, la niña contó a las autoridades que su padre siempre le decía que se calmara, que ya iba a terminar, y le explicaba que lo que salía era semen.

La niña contó que su padre ya le había puesto el pene en la boca varias veces, y que cuando se lo ponía en el ano la mandaba a lavarse y a ponerse una crema, y le decía que era “para que no se le pusiera rojito”. Esto pasaba casi siempre en casa de él, los domingos, cuando la compañera de vida de él se iba a la iglesia y se llevaba a su hermanito de solo meses de edad. Su declaración en el proceso judicial fue como destapar una caja de abusos.

La niña fue explicando cómo su abuelo, su tío y su primo también la habían agredido sexualmente. Y dijo que desde que tenía cinco años, su padre se ponía mucho jabón en los dedos y, al bañarla, la tocaba. Todas las pruebas físicas y psicológicas que las autoridades le hicieron apuntaron a un abuso continuado que hacía incluso que, a sus nueve años, se orinara en la cama. En su relato, ella no dejó de mencionar la culpa, culpa por lo que le pasó, culpa porque su padre estaba lejos. Él fue condenado a pagar la máxima pena de cárcel por este delito.

2015

388 denuncias por agresión sexual en menor e incapaz

En el documento que registra su paso por los tribunales hay un concepto: “Memoria es la interacción acumulativa de lo que el individuo experimenta, ve, oye, aprende e infiere; es decir, es más reconstructiva que reproductiva”. Estas palabras buscaban justificar por qué la relación de hechos que hace una niña de seis años de edad tiene vacíos, inconsistencias, pero no por eso deja de ser una verdad, una memoria. A ella su mamá la mandó a comprar pan a un local cerca de la casa. Al llegar, el vendedor la tomó por los brazos y la introdujo a la vivienda.

Ahí, el hombre de más de 40 años le subió la falda, le quitó la ropa interior y la manoseó. Al notar que la niña se tardaba más de lo usual, la madre la fue a buscar y solo alcanzó a ver que ella salía del lugar. La niña, agobiada, esperó hasta el siguiente día para contarle todo a su madre. Pusieron la denuncia. La niña prestó declaración y, pese a haber repetido al menos cuatro veces su versión ante representantes de diferentes instituciones, en la instancia legal se discutió sobre si la niña recordaba o no los hechos, básicamente, sobre si mentía.

La defensa alegó –mucho y en todo momento– que una agresión como la que la niña describía no deja evidencias físicas. Con este argumento el acusado buscó ser procesado en libertad, pero se lo negaron.

2016

505 denuncias por agresión sexual en menor e incapaz

A ella la rodearon dos policías, su papá y su padrastro. Querían que ahí –afuera de la casa rural en la que vivía y al borde de que la tarde se convirtiera en noche– dijera otra vez que su padrastro le ponía crema en la vulva y la tocaba. Querían que lo dijera enfrente su padrastro para que así los policías pudieran detenerlo en flagrancia, es decir, antes de pasadas 24 horas de cometido el hecho. La niña tenía seis años.

El periplo que la llevó a estar al centro de cuatro hombres, dos de ellos armados, comenzó un día antes, cuando le pidió a su padre biológico que la llevara a vivir con él. Ya no quería que su padrastro, un vigilante acostumbrado también al uso de armas, la siguiera tocando con el pretexto de ponerle una crema, como había ocurrido esa misma mañana. Buscó sentirse protegida. Pero tan pronto escuchó el relato, su padre se fue a presentar una denuncia a la ODAC cercana y la niña acabó así, enfrentada sin intermediarios y sin apoyo al hombre al que acusaba como su agresor. Cuando el caso pasó a instancias judiciales, el único que se presentó como testigo fue el padre.

A la niña no la llevaron a ratificar su declaración, pese a que los peritajes psicológicos apuntaron a la existencia de abuso. En el juzgado no se pudo confirmar ni la edad exacta de la niña, porque no fue presentada su partida de nacimiento. El padrastro, al no poderse confirmar la existencia del delito, fue absuelto.

2017

1,758 denuncias por violación en menor e incapaz

“Voy a dibujar lo que me pasó. Yo sé dibujar porque mi mamá me enseñó. Tengo seis años. Este dibujo es mi padrastro, antes le decía papá, pero ya no. Este es el pene. Hoy me voy a dibujar yo (hace la figura de una persona más pequeña). Aquí estoy sentada en la cama. Yo andaba con falda morada y una blusa moradita. Yo me pongo ropa que me luce. Esta es mi vulvita. Él me ponía en la cama cuando mi mamá no estaba.

Eso era en mi cuarto. Él se quitaba la ropa. A mí también me quitaba la ropa y me dejaba sin nada (toma un par de muñecos y representa con ellos la escena; el que lo simboliza a él es de color blanco y está desnudo; la muñeca que la representa a ella es morena de cabello crespo y está desnuda). Él me sentaba así (coloca a los muñecos en diferentes posiciones sexuales). Me ponía así (coloca al muñeco encima de la muñeca) me decía que no dijera nada a nadie, porque si no, me iba a pegar. A veces, me pegaba con el cincho, duro me daba. Y me besaba así (coloca el muñeco besando a la muñeca en la boca y en la vulva)”.

En instancias legales, esta niña de seis años contó que fue violada unas 10 veces. “No sé cómo se dieron cuenta mi mamá y mi abuela. Me llevaron a pasar consulta por lo que él hizo, pero no me acuerdo adónde. Yo me siento mal porque no me gusta lo que él me hizo. Yo estudio en la mañana, mi mamá me va a dejar y a traer. Ya puedo contar hasta 100 y me sé los días de la semana”.

Esta niña de seis años tuvo que contar su versión varias veces, en diferentes instancias. Y se sometió a constantes exámenes físicos en donde se le diagnosticó una enfermedad de transmisión sexual. Al final, el padrastro recibió una pena de cárcel. “Yo me cambié de casa y ahora vivo con otros abuelos. Antes tenía dos papás, y ahora tengo uno”.