Víctimas de esclavitud moderna en la Corea del Norte de Kim Jong-un

El Estado determina los empleos, no paga los salarios y obliga a los ciudadanos a tener un trabajo. También les impone donaciones y les obliga a realizar trabajos comunitarios, incluidos los niños.

Fotografías de Agencias
Sin derecho a enfermar. No hay pausas por enfermedad, si una persona no se presenta, no recibe completa la ración de comida que le entregan en lugar de salario.

Jornadas laborales de más de 10 horas al día, sin salario, sin vacaciones, en puestos que el Ministerio de Trabajo elige y con la amenaza siempre sobre la cabeza de terminar en un campo de trabajos forzados. Esta es la realidad a la que se enfrenta uno de cada 10 norcoreanos en el país que gobierna Kim Jong-un.

Según la organización Walk Free Foundation, las circunstancias en las que viven estos norcoreanos entran dentro de la definición de esclavitud moderna, ya que se considera como tal «situaciones de explotación que una persona no puede rechazar o abandonar por amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño».

En un extenso informe realizado con base en los testimonios de 50 desertores norcoreanos en Corea del Sur, la ONG ha conseguido arrojar luz sobre la realidad de los trabajos forzados y otras formas de esclavitud moderna que al día de hoy persisten en Corea del Norte, cuyo régimen «proclama que se hace cargo de su pueblo, pero en realidad son sus ciudadanos los que se están haciendo cargo del Estado».

Los norcoreanos están obligados a trabajar, pero no son ellos quienes eligen su empleo, sino que en la mayoría de los casos viene determinado por su estatus social y lo que decida el Ministerio de Trabajo.

El país cuenta con un rígido sistema social en el que es prácticamente imposible prosperar y en el que hay una ‘clase central’ compuesta por los leales al régimen y que integran el partido gobernante –alrededor del 25 % de la población–; una ‘clase vacilante’ que integran los ciudadanos ordinarios –algo más del 50 %–; y la ‘clase hostil’ que desciende de antiguos terratenientes, capitalistas y subversivos –el 20 % restante.

Los mejores empleos están reservados para la clase gobernante y los miembros del Partido de los Trabajadores, quienes suelen elegir, mientras que, en el resto de casos, es frecuente que los hijos se dediquen a la misma tarea que han realizado sus padres e incluso sus abuelos, especialmente en la agricultura y la minería. La única forma de evitarlo es pagando sobornos.

Una vez asignado a un puesto de trabajo, sin un contrato laboral de por medio, según el informe, a las jornadas laborales interminables, frecuentemente sin días de descanso ni vacaciones, se suma el hecho de que en la gran mayoría de los casos no hay sueldo de por medio. En caso de no tener un empleo o de pasar dos semanas sin trabajar, la persona será «etiquetada como ‘desempleado’ y enviado a un campo de trabajo durante seis meses».

20 años sin cobrar un salario

En ocasiones a los trabajadores se les dice que «el Estado no es capaz de pagar el dinero, pero que los salarios aplazados serán registrados por un contable para su futuro pago», pero algunos de los testigos con los que ha hablado Walk Free Foundation «no han recibido nada parecido a una paga adecuada en los últimos 20 años».

En lugar de un salario, «los trabajadores reciben una ración alimentaria para ellos y otra porción más pequeña para sus familiares», y se ha llegado en algunos de los casos a calcular la ración con base en la productividad del trabajador. No acudir a trabajar por enfermedad en estos casos supone no recibir la ración alimentaria de la que dependen para sobrevivir.

Por otra parte, hay algunos norcoreanos que pagan por estar registrados en un empleo oficial mientras trabajan en otro sitio. Según uno de los desertores, a estos trabajadores se les exige actualmente que el pago sea en dólares. Además, se tiene constancia de casos en los que los trabajadores deben aportar ellos mismos sus herramientas de trabajo o su cuota de producción.

«Los norcoreanos están obligados a trabajar, pero no pueden elegir sus empleos, tampoco pueden dejarlos, resistirse a una explotación laboral impuesta por el Estado, o esperar un pago por sus servicios», subraya el informe. «A menudo también soportan la responsabilidad de pagar por sus empleos oficiales y aportar los bienes que no pueden producirse en el lugar de trabajo», denuncia.

«Se encuentran atrapados en un sistema que es autoritario, represivo, y atrapa a sus trabajadores en deudas que, en la práctica, son casi imposibles de devolver, una forma de esclavitud moderna de la que escapar es de todo menos posible y si se intenta, es duramente castigado», subraya Walk Free Foundation.

Por otra parte, también se espera que los trabajadores realicen actividades políticas al término de su jornada laboral como «conferencias, clases sobre la historia de la revolución, educación para miembros de las juventudes del partido», relata uno de los desertores.

Acudir a estas y realizar un buen trabajo son fundamentales, puesto que de lo contrario se puede ser objeto de un informe negativo que puede afectar a la hora de encontrar vivienda, trabajo, poder casarse, entre otras cosas. Estas personas pueden terminar «recibiendo graves castigos y sanciones, sin excluirse la posibilidad de la ejecución pública en Pyongyang, como medida de disuasión para otros».

En lugar de un salario, “los trabajadores reciben una ración alimentaria para ellos y otra porción más pequeña para sus familiares”, y se ha llegado en algunos de los casos a calcular la ración con base en la productividad del trabajador.

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Donaciones y trabajos comunitarios

Por otra parte, el régimen también obliga cada cierto tiempo a los trabajadores a realizar donaciones «con motivo de celebraciones nacionales, regalos al líder u otros fondos nacionales», una práctica que, según el informe, «parece haber aumentado desde que Kim Jong-un llegó al poder» en 2011.

Otra de las prácticas constatadas por Walk Free Foundation y que equivale a esclavitud moderna son los trabajos comunitarios que se obliga a realizar en la agricultura, la construcción de carreteras y de otro tipo.

En el caso de los adultos, se suelen realizar las llamadas ‘batidas’ en las que se trabaja entre 70 y 100 días seguidos. Esta tarea no está remunerada y la única manera de evitarla es mediante el pago de sobornos. De lo contrario, se reducen las raciones alimentarias.

Pero en Corea del Norte también los niños están obligados a realizar trabajos comunitarios. «Estudiábamos por la mañana y por la tarde trabajábamos», cuenta uno de los desertores. Así, las escuelas los obligan a trabajar en la agricultura, a recoger leña para calentar el centro, a reparar carreteras; y en el caso de los niños de más edad, a trabajar en la construcción.

Los niños no reciben ningún tipo de compensación, sino que el Estado paga a sus escuelas en función de los alumnos que participan en el trabajo. Además, si para realizar el trabajo son necesarias herramientas, como por ejemplo palas, los niños deben llevarlas de su casa.

Las familias en mejor situación económica pueden «ofrecer una compensación financiera o comprar los productos necesarios y entregarlos a la escuela» para evitar así que sus hijos realicen estas tareas.

Por último, subraya Walk Free Foundation en su informe, en Corea del Norte también se realizan trabajos forzados en los campos de trabajo, que no son sino «prisiones» donde acaban aquellos que no tienen empleo y donde pueden pasar hasta seis meses.

Así las cosas, «el norcoreano medio se gana la vida fuera del sistema oficial mediante el contrabando, trabajando y comerciando en el mercado negro, y comerciando fuera del sistema oficial con China» mientras que «otros se aprovechan de esto y aumentan sus ingresos estatales virtualmente inexistentes recabando impuestos informales (esencialmente sobornos) sobre las actividades de los demás», denuncia el informe.

En resumen, según Walk Free Foundation, «este sistema de trabajos forzados impuestos por el Estado es ahora sistémico y de largo alcance y toca a la inmensa mayoría de la población norcoreana». «El norcoreano medio vive, trabaja y muere en un estado de esclavitud contemporánea», remacha el informe.

Herencia. En el sistema establecido, no hay opción para elegir el tipo de empleo que se puede realizar. La mayoría de coreanos hereda la ocupación de su familia.
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