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Una vida sin políticos

Si poco a poco, como salvadoreños, vamos construyendo una cultura más estricta con nuestras autoridades, las autoridades van a empezar a ser menos descuidadas.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

Después de septiembre, se acaba el año, es irremediable. Entonces uno empieza a hacer el recuento de todas aquellas promesas que se hizo hace casi 10 meses y que probablemente no ha cumplido: bajar de peso, dejar de fumar, ahorrar, tomar más agua, en fin…

Lo relevante aquí, más allá de todos esos buenos propósitos, es que está a punto de terminar otro año y debemos revisar aquellas promesas de campaña que nuestros políticos de turno realizaron en su momento. ¿Las recuerda? Probablemente no. Yo tampoco. Si las recuerda y les ha dado seguimiento, ¡lo felicito!, ¡lo admiro! Necesitamos más gente así.

Y es que eso es parte del truco: que pase el tiempo, los meses, los años. Y entonces, hacer recuentos con una que otra cifra, de vez en cuando, para dejarnos contentos y que parezca que hay avances ¿y luego? Nada. Luego pasa el año y todo sigue igual. Y por eso terminamos cuestionándonos de qué sirve ir a votar, si todos son iguales, si las promesas no se cumplen —o se cumplen a medias—, si al final del día, es la misma cosa con una bandera distinta.

Además, estamos demasiado ocupados con nuestras vidas, con el trabajo, la universidad, la familia, el tráfico, las cuentas y el jefe como para estar pensando —además— en qué están haciendo los políticos. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente con nuestros propios temas!

Pero entonces, empieza la época electoral y ¡ahí sí! Todos los candidatos quieren ser nuestros amigos. Los vemos hasta en la sopa, gastan millonadas en propaganda, nos llaman a la casa, bailan en los mercados, comen pupusas, chinean bebés y abrazan viejitos.

No estoy diciendo nada que los sorprenda, lo sé. Simplemente estoy retratando lo que ya está sucediendo y lo que día a día va a ir incrementando a medida que llegue el momento en que usted se acerque a un centro de votación y dibuje una crucita sobre la cara de su candidato predilecto.

Lo que quiero hacer prevalecer es que dejemos de darle tanta importancia a todo el ruido electoral y nos concentremos en lo que de verdad importa: ¿cómo se han portado aquellos diputados a los que usted entregó su voto? ¿En cuántos madrugones participaron? ¿Ha llegado a la Asamblea o es de los típicos diputados fantasma que solo aparecen cuando hay campaña? ¿Cómo evaluaría el trabajo de su alcalde? ¿Recuerda su plan de gobierno? ¿Ha dado cuenta de su gestión?

Probablemente usted no tenga tiempo para empezar a hacer una investigación exhaustiva de todos estos temas, porque como dije anteriormente: ¡usted tiene una vida! Pero su vida, esa que tanto esfuerzo y trabajo le conlleva se ve inevitablemente afectada por el actuar de los diputados y autoridades locales.

Por eso, sin que se convierta en un peso terrible, poco a poco, mientras llega marzo de 2018 y usted se vuelve a replantear los propósitos de año nuevo, vaya poniéndole atención a las noticias de los diputados de su circunscripción, visite de vez en cuando el sitio web de la Asamblea Legislativa y de su alcaldía, casi por curiosidad.

Si poco a poco, como salvadoreños, vamos construyendo una cultura más estricta con nuestras autoridades, las autoridades van a empezar a ser menos descuidadas, porque sabrán que están siendo fiscalizadas.

¿O es muy utópico lo que estoy diciendo?

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