Una fábrica de belleza donde los «santos» hacen milagros

El miss Venezuela es un tema país. La inversión promedio para que una mujer participe es de $32,000. En un país en crisis económica, la cifra se antoja inalcanzable. Pero no está lo suficientemente lejos como para renunciar al sueño de la corona. Así, aparecen los patrocinios oscuros, los “santos”.

Fotografías de Efecto Cocuyo y archivo
Ganancias. Las modelos que logran ser elegidas como candidatas, aunque no ganen ningún concurso, pueden cobrar hasta 10 veces más después de participar.

En Venezuela hay muy pocas certezas. En uno de los países más violentos del mundo, nadie sabe si llegará vivo a su casa, si conseguirá comida o encontrará el medicamento necesario para sobrevivir. Sin embargo, hay una figura que se mantiene casi inamovible, escondida detrás de escarcha y stilettos con altura de Pirineos: el Miss Venezuela.

Desde 1952, fecha de su creación, este concurso forma parte de la idiosincrasia nacional. La noche del certamen las ciudades se paralizan, las redes sociales se inundan de comentarios y en los sueños infantiles aparece con frecuencia la corona hecha de cristales austríacos, madreperlas japonesas y circones de piedra rusa. Puedes estar de acuerdo o no, pero igual te enteras; aunque sea solo de lo que aparece frente a las cámaras.

Detrás del Miss Venezuela hay un mundo oculto para el televidente, pero también para muchas chicas que desde diferentes rincones del país llegan al certamen con la ilusión de ser protagonistas de lo que creen será una vida de princesas.

Con lo primero que se encuentran, por no decir que tropiezan, es con el costo de participar en el certamen. Unos $32 mil (según cálculos realizados en abril de 2017) debe invertir una candidata que quiera estar en el cuadro de las chicas que compiten por la corona.

Mariana tiene 22 años, mide 1.78 m, es blanca con el pelo muy largo y negro, de cara delgada; su actitud es ligeramente tímida. Fue descubierta por su mánager y maquillador en una panadería del estado Zulia, mientras trabajaba como cajera, para poder pagar sus estudios universitarios de Administración.

Vive en un hogar modesto, sostenido económicamente por su padre que es un soldador. Desde que decidió ingresar en el certamen regional que servirá de filtro para llevarla posteriormente al concurso de Miss Venezuela, prácticamente toda la economía familiar está destinada para pagar los dos meses de intenso entrenamiento que incluyen gimnasio, clases de nutrición, oratoria y pasarela. Pero este es apenas el primer paso. En caso de que sea elegida para participar en el Miss Venezuela, las facturas se irán amontonando.

En un país en el que según estimaciones del Fondo Monetario Internacional la inflación excederá 2.300 % en 2018 y el PIB caerá en 12 % este año, la carrera por la corona es el equivalente a 924 salarios mínimos mensuales o 77 años de trabajo.

Los gastos, o la inversión en caso de que el Miss Venezuela sea trampolín para una carrera como modelo, son tan elevados pues, al menos durante cuatro meses, deben mantenerse impecables las 24 horas, los siete días. “La persona que participa en el Miss Venezuela rápidamente se convierte en figura pública y, si son modelos, después de participar en el certamen cobran 10 veces más”, asegura Diego Montaldo, periodista de espectáculo con más de 30 años de experiencia en la cobertura del Miss Venezuela y profesor de oratoria.

Viviana Valente, Miss Portuguesa 2016, lo corrobora. Dice que en menos de dos meses ha logrado recuperar su inversión luego de participar en los casting y las campañas publicitarias.

La cifra por participar podría parecer demasiado alta para una trabajadora clase media, pero no para Osmel Sousa, el zar de la belleza y quien lleva la batuta del concurso desde principios de los ochenta. Deslenguado, extravagante y controlador, en el certamen no se mueve una pluma sin su consentimiento.

Sousa no tiene complejos en admitir que busca un resultado óptimo –que a sus ojos es la “fabricación” de una Barbie en vida con medidas 90-60-90– y que hará uso de cualquier artimaña estética para alcanzarlo. “Si hay que hacerle a una niña una cirugía en la nariz, se hace. Esto es una industria y como industria debemos apuntar a la perfección. No podemos quedarnos en la mediocridad”, señaló en un documental que hizo la BBC en 2014.

Y, para él, la perfección tiene un precio.

Un vestido de gala puede costar entre $5 y $10 mil dependiendo del diseñador. No obstante, en la mayoría de los casos, hay un acuerdo con la aspirante que lo desfila, lo muestra y luego lo devuelve.

Lo más costoso es mantenerse regia cada día durante los cuatro meses que dura la preparación. Durante este lapso las chicas gastan unos $10 mil en prendas de vestir, zapatos y accesorios, preferiblemente de marca. Los Dolce & Gabbana, Louis Vuitton, Armani, Rayban y Louboutin se pasean por la Quinta (sede de la Organización Miss Venezuela) como en cualquier pasarela de París o Milán.

Las extensiones de cabello natural han pasado a ser tan importantes como la vestimenta. Comprarlas y colocarlas está por el orden de los $550.

“Al principio yo vivía con una amiga en Caracas y luego un amigo de mi papá, me dio un apartamento alquilado. Todos los días yo compraba ropa nueva, siempre uno tiene que estar de punta en blanco”, asegura Miss Bolívar 2015, Alvany Goncalves, quien deja en claro que los gastos del concurso se los cubrió su papá.

Ante los altos costos de participación, algunas chicas desisten de participar, otras hacen recolectas y rifas en sus barrios o parroquias, una especie de “crowdfunding” analógico y otras apelan a los “santos”: empresarios y funcionarios gubernamentales que se mueven en el mundo de la belleza, siempre prestos a ayudar a cambio de compañía y/o favores sexuales. Algunas de las muchachas que acceden a este trato usan en las redes sociales el hashtag #bendecidayafortunada o #blindadaporDios.

El patrocinio oscuro no le resulta desconocido a Goncalves, aunque aclara que muy probablemente cualquiera que haya accedido a este trato lo mantendrá en secreto. “Si les ofrecen algo, ellas se quedan calladas, nadie va a decir ‘me está pagando tal persona a cambio de que yo sea su acompañante’. Eso es algo que todo el mundo se reserva”.

El gimnasio se convierte en un elemento tan importante como el agua para las futuras candidatas, que pueden gastar hasta $90 mensuales que incluyen un entrenador personal. Eso, en una economía como la venezolana es un verdadero lujo.

Una vez que son elegidas candidatas, el costo del gimnasio corre por cuenta de la Organización Miss Venezuela. En otros casos se hacen intercambios publicitarios, como por ejemplo con las carillas o prótesis dentales que hacen ver la dentadura “perfecta”, es una intervención conocida como “diseño de la sonrisa”. Las cirugías plásticas son caso aparte.

Los gastos, o la inversión en caso de que el Miss Venezuela sea trampolín para una carrera como modelo, son tan elevados pues, al menos durante cuatro meses, deben mantenerse impecables 24 horas, los siete días. “La persona que participa en el Miss Venezuela rápidamente se convierte en figura pública y, si son modelos, después de participar en el certamen cobran 10 veces más”, asegura Diego Montaldo, periodista de espectáculo con más de 30 años de experiencia.

Transformación con bisturí

Si tocara describir a Pina rápidamente, uno de sus principales rasgos sería la delgadez. Tiene 25 años, mide 1.62 metros y pesa 50 kilos. Para este trabajo acudió a la consulta de Peter Romer, reconocido como uno de los cirujanos plásticos de las mises. El consultorio asemeja la sala de una casa con detalles de madera y cuadros coloridos. Por supuesto, una revista Cosmopolitan descansa en una de las mesas de la esquina. En la decoración no hay alusión alguna al concurso.

Ya en la oficina, un cuadro en blanco y negro del Salto Ángel se roba la atención. Eso y un implante de glúteos que descansa en el escritorio.

Romer halaga la figura de Pina y le pregunta qué le gustaría hacerse. Trata de que se sienta confortable y le asegura que no le gusta que sus pacientes critiquen sus cuerpos.

Ella le dice que quiere parecerse a Edymar Martínez, la Miss Internacional de 2015.

El cirujano sabe perfectamente qué es lo que ella necesita. Le sugiere una rinoplastia (nariz), una mamoplastia (senos), una cirugía de orejas y una liposucción para quitarte un poco de grasa de las caderas.

Durante la consulta, no hablan de dinero, solo al salir, la secretaria le entrega el presupuesto. Estos procedimientos descritos por el médico tendrían un costo total de $13,800. Además habría que sumarle los $50 de la consulta. Pina gana un promedio de $60 mensuales como diseñadora. Para costear las operaciones tendría que disponer de su sueldo intacto durante casi 20 años. La mayoría de las jóvenes que participan en el concurso pasan por el bisturí.

Negocios. Osmel Sousa es el “hacedor de mises”, es quien está a cargo de una industria de belleza que mueve millones de dólares.

Secreto maquillado

Cinco muchachas esperan entre inquietas y apuradas que mencionen su nombre. Se mueven en las sillas. El asfixiante calor de Maracaibo (estado Zulia, a unos 700 kilómetros al occidente de Caracas) no les afecta porque están bajo el aire acondicionado del hotel más lujoso de la capital zuliana. Solo quieren que las mencionen para poder mostrar en el casting que sí poseen lo que se necesita para llegar a ser mises. ¿Y el dinero, lo tienen? Al preguntarles cómo piensan costear su participación en caso de ser electas, cinco de las muchachas responden al unísono: “Con patrocinantes”.

La figura del patrocinante no es una novedad en el certamen. Desde los inicios del Miss Venezuela, algunos diseñadores cedían sus confecciones para que las chicas desfilaran en traje de gala. En otros casos, algunos maquilladores y estilistas preparaban a las participantes a cambio de que se hiciera mención a su trabajo, práctica que aún se mantiene. Incluso se ha repotenciado gracias a las redes sociales. Este, se conoce como un patrocinio transparente.

Pero en los últimos cuatro años, precisamente cuando se ha profundizado la crisis económica, se fortaleció la figura del patrocinante oculto o la participación del “santo”, un personaje que no busca publicidad por su trabajo, por el contrario, prefiere permanecer bajo las sombras y actúa como un mecenas clandestino.

José Rafael Briceño fue profesor de oratoria de tres Miss Universo, una Miss Mundo, dos reinas hispanoamericanas, dos Miss International, una Miss Tierra y una Reina del Café. Asegura que cuando se fue del Miss Venezuela (2014) el patrocinio oscuro o los “santos” era algo excepcional. “Lo que sí me han dicho es que ahora se ha extendido”.

Leoncio Barrios, psicólogo social y estudioso del Miss Venezuela, sostiene: “Por tradición, la política del colchón forma parte del mundo del espectáculo”, por lo que estas situaciones no les son ajenas al Miss Venezuela, pero tampoco son exclusivas. De acuerdo con las fuentes consultadas, los “santos” no obligan a las muchachas a aceptar estos acuerdos. Por lo general, se organizan fiestas o cenas en donde son presentadas a los posibles patrocinantes. En la joven queda decidir si acepta o no.

Opinión pública. En Venezuela se habla, se discute, se escribe, se analiza hasta el más mínimo detalle sobre los concursos de belleza. Es un asunto de país.

De acuerdo con cifras tentativas, un 30 % de las candidatas cada año accede a este tipo de mecenazgo, según una “missóloga” que prefiere mantener el anonimato.

En el país de las mises, la missología es una disciplina: hay expertos en el certamen, se hacen tesis doctorales, se discuten ganadoras y perdedoras, se crean páginas web y blogs para describir hasta el último detalle de la pasarela.

Angely Stewart conoce los intríngulis del concurso, pues ha intentado participar un par de veces en el certamen. Cuando se hizo esta entrevista, en marzo de 2017, estaba convencida de que este sí era su año para portar la banda. Sin embargo, no figuró entre las 24 candidatas nacionales.

“Yo no he tenido oportunidad de que me suceda algo así, pero sí tengo conocidas que han participado –incluso han ganado– y pasa mucho eso. Obviamente lo hacen porque no tienen cómo pagar los costos, quieren ganar, quieren verse bien. Ya después, yo me imagino que saldrán o se terminarán casando con esa persona. Pero hay otras que lo agarran como vicio”.

—¿Y se ha planteado que esto podría pasarle a usted?
—Sí, muchas veces. Pero yo pienso que todo está en la inteligencia y en ser astuta. Tú puedes tener ese contacto allí y decirle: “¡Ayyy, qué lindo detalle!”, pero no porque me mandes esto, tengo que ir a tu casa. En mi caso, yo optaría por jugar vivo.

Por su parte, otra chica que prefirió mantener su identidad en resguardo decidió que ella no. Que eso no era lo suyo. Sin embargo, el hombre al que rechazó no lo tomó muy bien. “Maldita, te voy a mandar a matar. Voy a inventar todo lo que sea necesario para destruirte. Maldita, ni se te ocurra salir si no quieres que te desfiguren la cara”, fueron algunas de las advertencias que recibió a través de vía telefónica y personalmente. La joven tuvo que abandonar el concurso y el país.

“Lo ideal para ellas es conseguir el apoyo de banqueros o alguien del Gobierno, son los que prestan la ayuda más fuerte y así no tienen que salir con varios. Estos padrinos, por así decirlo, generalmente son hombres casados. Es obvio que sus familias no están al tanto, así que todo se maneja de manera muy cautelosa”, asegura la aspirante.

“Existen otros patrocinadores –santos– que ya tienen un trato con esos famosos mánager. Cada año les buscan una o más niñas (jóvenes), se las presentan y las envuelven de tal manera que ellas no sientan que se prostituyen”, agrega.

Aclara que en otras situaciones, “Osmel mismo es quien consigue a los patrocinadores más fuertes, cuando la candidata es de su agrado”.

Las alarmas en la Organización Miss Venezuela se encendieron y Sousa respondió a la acusación de proxeneta que le hacía Castellanos en su obra teatral. “En una obra de teatro en Miami dijo que yo le había mandado a hablar con hombres. Todo el que me conoce sabe que no me dedico a eso. Si me dedicara a eso, sería multimillonario, porque tengo a las mejores. El único hombre con quien la mandé a hablar fue con el psiquiatra, porque tenía varios tornillos flojos. Y no creo que haya ido”.

El tema del financiamiento oculto o el patrocinio de los “santos” dejó de ser un secreto a voces luego de que la exmiss venezolana y hoy actriz y supermodelo Patricia Velásquez lo narrara en su autobiografía, “Sin tacones, sin reservas (2014)”, que había tenido que “prostituirse” para costearse su participación en el certamen Miss Venezuela en 1989.

“Muy pronto entendí que para poder pagar los gastos del concurso del Miss Venezuela tendría que usar mis dones con el fin de encontrar un patrocinador. No todo el mundo tenía que ir tan lejos, pero, erradamente, pensé que esa sería mi única posibilidad”, afirma Velásquez.

Describe al individuo con un rostro grande y un enorme bigote. “Hice lo posible por simpatizarle mucho y lo logré. Me buscó un apartamento en Caracas y pagó todo lo necesario para el certamen”, cuenta Velásquez al tiempo que detalla que los encuentros con su patrocinante, al que describe como una persona 15 o 20 años mayor que ella y de trato amable, se producían semanalmente.

En mayo de 2017, tres años después de la revelación de Patricia Velásquez, en una sala de teatro de Miami, Estados Unidos, la exmis Venezuela 2013, Migbelis Castellanos, vuelve a encender las redes con el tema del mundo oculto del Miss Venezuela con la obra “Todo por una arepa”.

Castellanos, hace referencia en su monólogo, que ella misma califica de autobiográfico, de las “sutiles” sugerencias que le hizo su jefe, indirectamente refiriéndose a Sousa, para que agradeciera a una persona externa a la organización el pago del costoso ajuar que llevaría al Miss Universo.

“‘Aquí están tus siete maletas con la ropa que debes usar durante el certamen’; yo, de inmediato, pensé ¿y quién pagó todo eso? Porque, hasta donde yo sabía, la organización solo había aprobado 300 mil bolívares, que solo alcanzaron para una chaqueta y un pantalón… Acto seguido me dijo: ‘Y esta es una cartera carísima que te mandó un querido amigo mío que te quiere conocer’. Ahí me paralicé… porque, de inmediato se me vino a la mente la imagen clarita de que me tocaría cenar con el supuesto fan y así, de algún modo, agradecerle el regalo. ¡No, que va!, ni yo ni mi primera finalista vamos a pagar regalitos de desconocidos”, dijo la exmis ante su público en Miami.

Las alarmas en la Organización Miss Venezuela se encendieron y Sousa respondió a la acusación de proxeneta que le hacía Castellanos en su obra teatral.
“En una obra de teatro en Miami dijo que yo le había mandado a hablar con hombres. Todo el que me conoce sabe que no me dedico a eso. Si me dedicara a eso, sería multimillonario, porque tengo a las mejores. El único hombre con quien la mandé a hablar fue con el psiquiatra, porque tenía varios tornillos flojos. Y no creo que haya ido”, dijo el hacedor de mises durante un desfile de moda organizado por Raenrra, en el que participaron los 14 concursantes del Míster Venezuela 2017.
La historia de la supermodelo Patricia Velásquez no le es ajena a uno de los principales preparadores de jóvenes del Miss Venezuela. Esteban Velásquez tiene 17 años viviendo en las entrañas de la organización. Ha sido mánager de muchachas que se han llevado varios premios.
De entrada, admite que el patrocinio oculto es común y se refiere a esta práctica sin nombrarla, tomando distancia de ella. “Eso pasa en todas partes… Pero yo les digo –a las chicas– que yo no trabajo con putas. Yo sé que detrás de todo esto siempre va a venir una situación que las va a perjudicar. Eso es inevitable. Estamos viviendo en un país donde la gente se vende por un jabón. Eso ni siquiera está pasando solo en el Miss Venezuela, está pasando en la universidad, en el supermercado”, confiesa.

El primer contacto

De décadas. El Miss Venezuela se creó en 1952; y desde entonces dejó al país varios títulos. Ahora, todavía se sigue con fervor y da lugar a especializaciones de diversos tipos.

Los casting regionales han proliferado. De uno que existía hace 15 años –Miss Aragua– hoy, hay nueve que funcionan como franquicias: Aragua, Bolívar, Zulia, Carabobo, Centro-Occidental, Miranda, Anzoátegui, Mérida y Táchira.

De cada casting regional, se seleccionan entre cinco y 10 muchachas que posteriormente son escogidas por Osmel Sousa y su equipo, en un gran concurso nacional que se realiza en Caracas.

El mánager Velásquez comenta que él anteriormente iba a los centros comerciales, gimnasios y liceos para buscar a las chicas; hoy lo hace directamente a través del Miss Miranda, casting regional del cual es organizador.

Ibrahim Rivas es otro mánager y al igual que Velásquez admite la existencia de los “santos”, aunque niega que él tenga algo que ver con esto.
Asegura que les habla claro a las participantes. Les hace saber que no están solas y que cuentan con un representante que puede apoyarlas ante cualquier situación que lesione su integridad. “Yo no voy a llevar a ninguna de mis niñas donde un patrocinante –santo– y que yo sepa que lo que quiere es una noche de pasión”. Según él, les dice que “no están obligadas a hacer nada que vaya en contra de su voluntad”.
“Yo siempre fui muy claro y directo (con alumnas) en advertirles el riesgo que existe en este mundo del modelaje y más ahora en Venezuela, que está pasando por una situación y crisis económica”, agrega el missólogo Montaldo.
Rónald Perozo, maquillador de mises, considera que el gran problema es social y ante la crisis y el deseo de participar de chicas que no tiene recursos, la realidad se impone. “Es un tema país. Yo te voy a decir algo, si yo fuese mujer y tuviera 19 años, esta misma estatura (más de 1.80 m) y me dicen: ‘Este es el portugués que tiene todos los frigoríficos del estado Miranda y está interesado en ti’; entonces yo vengo y me siento a negociar. Tú te pones a pensar en tu mamá, tu papá, tu hermanito, la educación… y entonces, allí, no me vengan a hablar de valores”.


Este texto es parte de un especial de Efecto Cocuyo en el marco de un acuerdo de promoción del periodismo por parte de Organized Crime and Corruption Reporting Project y el International Center for Journalists. Esta nota es republicada por CONNECTAS y, a su vez, por LA PRENSA GRÁFICA, gracias a un acuerdo de redifusión de contenidos.

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