#Redes Tecnopolíticas

Un laboratorio para probar a ‘hacer’ ciudadanía

Si el otro año #ElSalvadorDecide quiénes estarán en la Presidencia, estos proyectos deberían estar en práctica en más niveles de los que tenemos actualmente.

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Lexicógrafa y comunicadora digital

“Estamos aquí para construir las herramientas para que mande la gente”, dice Pablo Soto, concejal de Participación Ciudadana, Transparencia y #GobiernoAbierto en el Ayuntamiento de Madrid, en un video de Open Government Partnership sobre cómo la ciudadanía se une en línea para organizarse por un cambio legislativo. Con esto volvemos al punto de esta columna: las redes sociodigitales, las tecnologías digitales deberían estar en función de la gente, sin tampoco verlas como herramientas mágicas de democratización, como dice el teórico Christian Fuchs.

Sé que nos falta camino como país, pero debemos seguir dando pasos. Por eso, ahora quiero presentarles una de las ideas que más he atesorado en este año y medio. En marzo de 2017, con mi mejor amiga de la maestría haríamos una estancia de investigación en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, y ella aterrizó primero.

De pronto, un día cualquiera, me ‘whatsapeó’ para decirme que había un lugar cerca del Museo del Prado, que no era de la universidad, pero donde se daban las clases de un máster a las que podíamos unirnos sobre ciudadanía digital y esfera pública digital, además de talleres y conferencias (y encima hacer tesis; en resumen, el paraíso).

Y pues, en mi infinita buena fortuna, el primer día en que puse mi computadora en ese lugar había una conferencia de Bernardo Gutiérrez, uno de los autores que estudié para mi marco teórico para presentar “El cóctel: encuentro de narrativas de la participación”, una combinación de ‘storytelling’ para lo político, porque “juntas y juntos pensamos mejor la ciudad que por separado”. Más perfecto, imposible.

Y entonces el Medialab-Prado, plataforma del Ayuntamiento de Madrid, tomó forma y rostro. Pero en año y medio nunca he logrado terminar de describir qué es un laboratorio ciudadano cuando le cuento a alguien que quiero ‘armar’ uno en Guatemala o El Salvador.

Claro, este laboratorio no tiene probetas, ni elementos químicos, ni requiere de una bata (gris o blanca) para entrar… aquí lo que se pone a prueba, lo que se construye (colectivamente) son proyectos que permitan “configurar, alterar y modificar los procesos de investigación y producción” a través de “la colaboración de personas con distintos perfiles (artístico, científico y técnico)”, como indican en su página de Facebook. Y sin embargo, cada vez va tomando más forma. Más claridad. Pero, sobre todo, voy tomando referentes.

En Colombia, por ejemplo, está el Laboratorio de Innovación para la Paz, en la Universidad Nacional de Colombia.

ste espacio colaborativo facilita herramientas, habilidades y tecnologías que incidan en resolución de conflictos o desafíos que se viven en las comunidades para construir paz en el posconflicto, a través de prácticas de reconciliación entre comunidades vulnerables y búsqueda de desarrollo sustentable. Este proyecto, que apenas va en su primer año, es parte del Programa DIA, Democratizando la Innovación de las Américas, iniciativa de The Thrust for the Americas y la Organización de Estados Americanos (OEA) junto al CAF-Banco de Desarrollo de América Latina.

¿Cuánto bien nos haría esto en El Salvador?

Y una más. Este próximo octubre se hará el #LABiCAR, Laboratorio de Innovación Ciudadana, en Rosario, Argentina. Más de 10 días para colaborar en propuestas de género, derechos humanos, medio ambiente, discapacidad, participación ciudadana y demás: a pura inteligencia colectiva, diría Pierre Levy, se apuntalan proyectos para dar forma desde el conocimiento específico que cada quien tiene pero de manera colaborativa, cooperativa.

Entonces, si el otro año #ElSalvadorDecide quiénes estarán en la Presidencia, estos proyectos deberían estar en práctica en más niveles de los que tenemos actualmente. Ejercer nuestra ciudadanía con la ayuda de las herramientas tecnológicas, de estos espacios de colaboración, es un camino largo. ¿Qué dicen, probamos a ‘hacer’ ciudadanías, a (re)construir herramientas para que mande la gente?

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