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Santiago y sus migrantes

Estas son solo algunas de las transformaciones más evidentes que está experimentado Chile y, específicamente, Santiago a raíz del fenómeno migratorio.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

La inmigración está cambiando el rostro de Chile. Aunque inicialmente fueron los colombianos quienes por su cercanía geográfica empezaron a llegar a la tierra de Neruda, actualmente ya no son el único referente migratorio para Chile. Haitianos, venezolanos, argentinos y españoles, por mencionar algunos, se escuchan en las calles de manera frecuente.

El fenómeno migratorio ha tenido un significativo aumento en los últimos tres años y ha sido evidente, no solo en las estadísticas nacionales, sino también en el día a día. Anteriormente, los chilenos se sorprendían e interesaban cuando escuchaban un acento distinto al propio. Ahora, aunque sin pasar inadvertidos, los extranjeros nos hemos ido incorporando a la dinámica diaria del país.

Sin embargo esta rápida explosión de inmigrantes ha implicado un choque cultural que nadie esperaba: los chilenos están en un proceso constante de integración y aceptación de las nuevas costumbres y características que inevitablemente implica la migración; y los extranjeros necesitan obligadamente aprender una nueva cultura y, al mismo tiempo, ir incorporando su propio conjunto de normas, rituales y creencias, manteniendo el delicado equilibrio entre lo propio y lo ajeno.

Recientemente, en una conversación que entablé con una funcionaria municipal de una de las comunas más tradicionales de Santiago, me comentaba que la oficina de asuntos laborales ha debido reformular sus funciones y asesoría, ya que ahora, quienes más uso hacen del servicio municipal son los inmigrantes. No es que estos tengan una formación educativa deficiente o escasa, sino que se enfrentan a desafíos con su estatus migratorio y el desconocimiento de los procedimientos que una búsqueda laboral implican.

El hecho de que una oficina municipal esté redirigiendo sus esfuerzos hacia un grupo diferente de la población es una potente señal de cómo está cambiando la dinámica social a raíz de la migración. De igual forma, la demanda ha crecido de tal manera que los plazos para los trámites usuales de solicitud de visas han aumentado de manera considerable.

 

Sin ánimo de generalizar –ya que las circunstancias de quienes llegan al país no son todas iguales–, el fenómeno migratorio que específicamente la ciudad de Santiago está experimentando incluso ha favorecido una transformación del mercado inmobiliario, generando un repentino auge en las construcciones de gigantescos complejos de departamentos, a los cuales se ha llamado guetos verticales.

Estos han sido muy criticados porque, a juicio de los expertos, promueven el hacinamiento e irrumpen con el paisaje, transformando las dinámicas urbanas de barrios históricamente reconocidos por sus casas.

Por otra parte, los inmigrantes de países caribeños están incorporando también una característica que hasta hace unos cuantos años atrás, como en El Salvador, tampoco era usual en Chile: la raza de color. Esto genera una suerte de ambiente más globalizado e inclusivo, ¡como debería ser! En donde la convivencia entre distintas razas pasa a ser la normalidad.

Estas son solo algunas de las transformaciones más evidentes que está experimentado Chile y, específicamente, Santiago a raíz del fenómeno migratorio.

Vivir este proceso como parte del grupo de extranjeros que eligieron a Chile como nuevo domicilio es una experiencia muy interesante y de la cual rescato muchos aprendizajes, pero, sobre todo, la importancia de incorporar de manera armónica las distintas culturas que convergen en un país distinto al propio. Y, por otra parte, cómo la inmigración promueve la deshomogeneización dinamizando la cultura de un país.

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