Gabinete Caligari

Nuestra forma de escribir

No creo que el libro ni los escritores vayan a desaparecer. Es posible que sufran algún tipo de metamorfosis para adaptar el oficio tanto a la tecnología como a las nuevas costumbres lectoras.

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Leer y escribir son dos caras de la misma moneda. Leer abre la posibilidad de la escritura. Para el escritor, leer es parte inequívoca de su oficio. Es un método de auto aprendizaje, de diálogo intelectual e intercambio humano. Es un carburante que alimenta nuestro motor narrativo, que lo mantiene activo.

Esta fusión entre la lectura y la escritura supone que así como los medios tecnológicos están transformando nuestra forma de leer, también están modificando nuestra forma de escribir y podrán impactar a futuro en nuestra concepción de la literatura, del oficio del escritor y de la industria editorial.

Gran parte de nuestra interacción tecnológica se realiza de forma escrita. Desde la mensajería privada hasta las más diversas redes sociales, practicamos un hábito de escritura cotidiana. Pero más allá de compartir artículos o información, hay personas que han encontrado en estos medios las herramientas para dar a conocer sus ficciones. Se definen como escritores, aunque su medio de publicación no sea el papel.

En columnas anteriores he mencionado Wattpad, una plataforma donde se pueden leer historias y publicar textos propios. Los lectores pueden comentar e interactuar con el escritor. Wattpad cuenta con más de 65 millones de usuarios y ha publicado más de 400 millones de historias desde su fundación en 2006. Esto llamó la atención de algunas editoriales estadounidenses, que tiene personal dedicado a leer esos textos y dar seguimiento a los más populares, en busca de posible material de publicación. Es conocido el caso de Anna Todd, autora de la serie “After”, que fue descubierta en Wattpad luego de que la primera de sus novelas logró millones de lecturas.

La inmediatez de la publicación y la interacción con quienes leen y comentan pueden ser estímulos suficientes para que un novato se anime a escribir. Algunas plataformas pueden ser una herramienta útil, una especie de taller literario virtual, no programado, donde los textos se ponen a prueba directa del lector, sin la mediación de un trabajo editorial.

Los géneros de las historias son variados: desde historias reales hasta ficciones de todo tipo. El hecho de publicar por entregas sumado a la reacción de los lectores, estimula la publicación espontánea y provoca modificaciones en la historia según los comentarios o “likes” ajenos, y no de acuerdo con una estructura planificada de antemano.
En 2012, la escritora canadiense Margaret Atwood sorprendió a muchos al abrir una cuenta en Wattpad. Con más de 111 mil seguidores, Atwood ha compartido 15 de sus obras de forma gratuita, entre ellas una novela colaborativa, un libro de poemas y algunos cuentos.

La autora fue cuestionada por hacerlo. Nadie entendía qué necesidad tenía de estar en Wattpad, ella que ha sido considerada para el Premio Nobel de Literatura. En un artículo publicado en The Guardian ese mismo año, Atwood explicaba lo valioso que le parecen este tipo de espacios y reflexionaba sobre los cambios que ha visto en la industria editorial desde los tiempos en que, para comenzar a dar a conocer sus escritos, los escribía a mano y los repartía entre sus familiares. Su perfil de Wattpad la define como ansiosa por explorar la manera en que se conectan lectores y escritores.

En un artículo titulado “Escritores y Facebook: cuando la red social funciona como probeta de historias y nuevos personajes”, publicado el pasado 15 de septiembre en el periódico La Nación de Argentina, su autor Daniel Gigena menciona varios casos de personas que comenzaron escribiendo en redes sociales y que luego dieron el salto al papel.

Félix Bruzzone, Julián López y Virginia Feinmann son algunos de estos casos. Utilizaron sus muros de Facebook para dar a conocer sus textos literarios. La cantidad de comentarios y de “me gusta” que generaron llamó la atención de las editoriales. Los tres han publicado en papel y no son los únicos.

Para Cristian Godoy, ocurrió algo más complejo. Según el artículo, estaba bloqueado con la escritura y el único lugar donde podía escribir de manera fluida era en la red social. “Creo que me sucede eso porque desacraliza el acto de escribir, porque todo lo que se publica ahí está atado a lo inmediato y a los 5 minutos ya es tema viejo de conversación”. Esa relajación de la solemnidad de la escritura se produce por el fácil acceso a instrumentos y aplicaciones que usan la escritura como medio fundamental para interactuar con los demás.

Las redes pueden servir como tarima de exposición y como un termómetro de lo que se escribe, pero también como una herramienta de trabajo. El ya mencionado Félix Bruzzone escribía y publicaba en los momentos en que se le ocurría alguna idea, mientras trabajaba como limpiador de piscinas, porque no le gusta cargar consigo una libreta de apuntes. Así nació su libro “Piletas”.

Estaremos en problemas si quienes se consideran escritores no se exigen un nivel superior de calidad en cada nuevo proyecto que emprendan, aunque su medio de publicación sigan siendo las redes sociales. Los lectores también estaremos en apuros si las editoriales tienen preferencia por publicar y visibilizar libros facilones que, aunque populares en otras plataformas, no contribuyen a construir diálogo, a formar criterio propio o por lo menos a entretener exigiendo de sus lectores una atención menos superficial, y sin repetir fórmulas argumentales que ya fueron mejor escritas.

No creo que el libro ni los escritores vayan a desaparecer. Es posible que sufran algún tipo de metamorfosis para adaptar el oficio tanto a la tecnología como a las nuevas costumbres lectoras. Pero esta adaptación no debería de sacrificar la calidad.

La tecnología ha permitido cierta horizontalidad en la escritura y la publicación. Eso hará más difícil detectar la Literatura, con ele mayúscula, entre los millones de productos que se publican en papel o en internet. Eso será como separar la paja del trigo.

Porque para hacer Literatura no basta con tener una buena historia. Hay que saber escribirla bien y tener lectores con el conocimiento y la sensibilidad necesarios para descubrirla.

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