Gabinete Caligari

Nuestra casa en llamas

Todavía es tiempo de evitar que nuestra casa, la Tierra, sucumba a las llamas. Toca actuar. De inmediato. Porque cada minuto cuenta.

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Greta Thunberg, una adolescente de 16 años, se sienta todos los viernes delante del Parlamento sueco, en Estocolmo, con una pancarta que dice “huelga escolar por el clima”. Lo hace desde agosto del año pasado. El objeto de su protesta es exigir a los políticos acciones concretas contra el cambio climático.

Cuando tomó la decisión de faltar a la escuela para realizar dicha protesta, sus padres no se mostraron entusiasmados. No tenían ningún impedimento con la causa de su hija, pero no les gustó la idea de que perdiera clases para protestar. Le dijeron que era mejor que se dedicara a sus estudios y así, “cuando fuera grande”, podría hacer algo para cambiar las cosas por sí misma. Thunberg argumentó que no tenía tiempo porque estamos viviendo una emergencia climática. Argumentó que no tenía mucho sentido seguir estudiando si ni ella ni su generación tienen futuro alguno. Advirtió a sus padres que, les gustara o no, ella realizaría la protesta. Cosa que cumplió.

Las preocupaciones de Thunberg en cuanto a las consecuencias del cambio climático surgieron luego de que Suecia vivió una ola de calor tan extremo que provocó varios incendios forestales. Los incendios la hicieron llegar a la conclusión de que los políticos hacen poco para detener “el incendio de una casa en llamas”, una metáfora que Thunberg utiliza con frecuencia para ejemplificar la situación del calentamiento global y lo urgente que es ejecutar acciones concretas para evitar que siga subiendo la temperatura ambiental.

Lo que comenzó como una protesta solitaria se ha transformado en pocos meses en un movimiento global. Adolescentes de diversos países del mundo han realizado acciones similares, que tuvieron su momento de mayor visibilidad el 15 de marzo de este año, cuando se realizaron huelgas y manifestaciones en diversas ciudades del mundo para protestar contra la desidia de los políticos que no ejecutan los cambios necesarios para detener o minorizar el inevitable descalabro.

Se estima que casi un millón y medio de adolescentes se han sumado al movimiento, sobre todo en países de Norte América y Europa, aunque también hay participación en Australia, Chile, Argentina, Sudáfrica, India y China, entre otros. ¿Sus exigencias? Terminar con el uso y la explotación de los combustibles fósiles; utilizar 100 % de energía limpia y ayudar a los refugiados climáticos.

Estas movilizaciones y la edad de la mayoría de sus participantes, no debe ser visto simplemente como “una noticia curiosa”. Es en realidad la protesta de una franja de población que, aunque todavía no es considerada mayor de edad, está auténticamente preocupada por el destino que le aguarda. Algunos de los organizadores de estos grupos de protesta explicaron que los adultos no dejan de verlos y tratarlos como un grupo de encantadores chiquillos a los que se recibe por protocolo, pero cuyas demandas y acciones todavía no son tomadas en serio.
A pesar de ello, Greta Thunberg aprovecha la atención generada para difundir su mensaje. El ser vista como un tipo de interlocutor diferente, le ha permitido ser invitada a importantes foros internacionales. Sus discursos son claros y directos.

En sus palabras ante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, celebrada en diciembre de 2018, Greta Thunberg dijo: “Necesitamos mantener los combustibles fósiles en el suelo y debemos centrarnos en la equidad. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo”. En la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial, celebrada a inicios de este año, apeló no solo a los políticos, sino a todos, en general: “Los adultos dicen: ‘Tenemos que dar esperanzas a la próxima generación’. Pero no quiero tu esperanza, ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que yo siento todos los días, y luego quiero que actúes (…) Quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas, porque eso es lo que está pasando”.

En una entrevista reciente concedida a la BBC, al ser preguntada sobre lo que se puede hacer, Thunberg propone que los políticos escuchen a los científicos, ya que estos pueden aportar soluciones. Además, de manera individual, propone que nos informemos, que hablemos sobre la situación y cambiemos nuestros hábitos personales. Sin embargo, también está consciente de que, aunque el cambio de hábitos ayuda, los cambios de mayor impacto serán aquellos que se puedan realizar a escala nacional en cada país. “La mayor parte de las emisiones de gases de invernadero no son generadas por individuos, sino por corporaciones y Estados”, explicó Thunberg en la misma entrevista.

Para quienes todavía piensan que el cambio climático no es ni tan grave ni afectará a países como el nuestro, le sugiero que haga lo que pide Thunberg, informarse mejor. En un comunicado conjunto emitido en abril por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se informó que los extremos meteorológicos derivados del cambio climático destruyeron el año pasado más de la mitad de las cosechas en el corredor seco centroamericano. Esto ha provocado que 1.4 millones de personas necesiten asistencia alimentaria urgente en la región.

La falta de programas y asistencia adecuada para aliviar este tipo de emergencias, termina empujando a muchos de los afectados a migrar fuera de sus países. Las previsiones meteorológicas para el presente año indican que El Niño podrá prolongarse hasta octubre, lo cual derivará en sequías o inundaciones y agravará la ya de por sí problemática situación de muchos.
A primera vista, el hecho de que adolescentes en diferentes partes del mundo estén alzando sus voces para exigir cambios efectivos en las políticas ambientales parece esperanzador. Pero de nada servirán sus protestas si nosotros, los adultos, no tenemos la humildad de escuchar y actuar en consecuencia, sin retórica, intereses mezquinos ni politiquería, con la seriedad que la situación amerita.

Todavía es tiempo de evitar que nuestra casa, la Tierra, sucumba a las llamas. Toca actuar. De inmediato. Porque cada minuto cuenta.

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