De cuentos y cuentas 

No, tu pleito no es conmigo

Porque para erradicar la violencia de género, el abuso de poder y los feminicidios no basta con que yo grite, patalee y escriba sábanas y sábanas de textos.

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Periodista

Nunca he pensado que sos el enemigo. Mi pleito, ese que te causa risa o molestia, es que dejemos atrás los esquemas sociales y económicos que me han puesto a mí en segundo plano. Mi lucha es por ganar lo mismo que vos si hacemos trabajos iguales y tenemos la misma preparación para hacerlo. Mi bandera es que no haya más casos de mujeres golpeadas o asesinadas por sus maridos, ni niñas que deban quedarse en casa a hacer los oficios domésticos mientras sus hermanos van a la escuela, porque a ellas, por su género, se les considera un gasto.
Ya sé que no todos ustedes son acosadores. Entiendo que no todos han pensado siquiera en violar a una mujer. Estoy clara en que vos jamás me levantarías la mano. Lo que quiero que entendás es que nosotras, las mujeres, las jóvenes, las niñas, sí tenemos todas una mala historia que contar, desde algún momento incómodo de acoso hasta golpes. Y por supuesto, están todas las que nunca podrán contar lo que les pasó porque no salieron vivas de sus malas experiencias.
Sí, ustedes también sufren violencia, pero es de otros tipos. Es más común que una mujer muera a manos de su marido a que sea el hombre el asesinado por su pareja. Es más cotidiano saber de mujeres maltratadas, y te aseguro que vos mismo conocés más historias de mujeres que lo sufren, que de hombres en la misma situación. La mayor parte de las víctimas de abuso sexual son mujeres. Muchísimas son niñas. Casi en su totalidad lo han sufrido a manos de parientes o personas muy cercanas.
Es cierto también que la pobreza nos vuelve más vulnerables. Que los esquemas tradicionales de que soy la mujer y debo quedarme en casa me ponen en más riesgo de que mi pareja piense que puede decidir por mí en todo porque me mantiene, y hace más probable que yo tenga miedo de dejarlo, porque no tengo manera de mantener a mis hijos. Es verdad que la falta de educación de las niñas es un círculo vicioso de pobreza y marginación, que madres poco educadas estarán criando niños que tendrán menos oportunidades.
Y es cierto que nuestro sistema de justicia deja mucho que desear. Que existe impunidad. Que hay casos en los que la mujer acusa injustamente al hombre, pero te recuerdo, porque lo sabes, que estos casos no superan ni por cerca a todos aquellos en los que las mujeres no denuncian por miedo, o a los que se quedan a medias porque la víctima no logra continuar, porque se le expone, se le revictimiza o se le obliga a encarar a su victimario.
No, tu pleito no es conmigo. Sé que te parece inocente bromear sobre nuestros reclamos y nuestras luchas. Es un chiste nomás, pensás, no daño a nadie. Yo te escucho con tristeza, porque siempre habrá más gente que se ría de tu “ocurrencia” que personas que se pongan a pensar que a la mejor es cierto, que las mujeres pedimos igualdad porque no la tenemos. Y también admiro la inteligencia con la que armas argumentos para tratar de botar los míos. Y deseo con todo mi corazón que usés esa inteligencia para apoyar mis luchas, que si te dieras el tiempo de conocerlas, podrían identificar como tuyas.
Porque para erradicar la violencia de género, el abuso de poder, los feminicidios, no basta con que yo grite, patalee y escriba sábanas y sábanas de textos. No basta con mis marchas y mis consignas. Porque la raíz de todo esto está en la pobreza, en la injusticia, en la inequidad, en la ignorancia, y esas son cosas, querido, contra las que vos también deberías estar peleando. Si pusieras en ello todo el esfuerzo que le dedicas a criticar mis batallas, te aseguro que estaríamos más cerca de lograr un verdadero cambio para bien de todos.

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