Y con empresarios, políticos, ¿también sintió esa diferencia?
Yo no tenía mucho tiempo para estarme desdoblando y en medio de intensas negociaciones y de lo que supone el manejo de una agenda presidencial, de tratar de hacer también el psicoanálisis de quién estaba de interlocutor mío. Mucho de esto que le estoy contando es un análisis que yo estoy segura que así como yo, lo está haciendo mucha gente, un análisis muy a posteriori, haciendo una lectura de mi gobierno ya con mucha mayor tranquilidad, revisando noticias periodísticas. Hay investigadoras que ya están escribiendo sobre ese tema y ya están documentando eso.
De manera que no es que yo estuviese obsesionada por cómo me estaban tratando, no quiero porque estoy segura de que se va a interpretar de que ‘ah, esa señora estaba más preocupada de cómo la trataban que de cómo gobernar’.
Pero sí, por lo menos hay algunas anécdotas que cuento mucho cuando me invitan a hablar de los temas sobre los desafíos del liderazgo de la mujer y recuerdo una vez que me tuve que encerrar unos días, cancelé la agenda pública porque estábamos nada más y nada menos afinando los últimos detalles del plan fiscal que yo quería presentar a inicios de 2011, pocos meses después de que asumimos el gobierno y, entonces, vaya, cuando un hombre se desaparece y la gente sabe que está encerrado ahí, en su despacho, pues la gente supone que ese hombre está trabajando. Yo presumía lo mismo, yo no tenía por qué presumir que las cosas eran diferentes con respecto a mí. Me comencé a dar cuenta por dos situaciones. Primero, porque es cuando la prensa empieza a acentuar un término, que también se prolongó por mucho tiempo, que es la agenda light de la presidenta, Claro, yo me encerraba a trabajar, y cuando salía era a atender alguna cosa, de alguna invitación que me hacían y a eso les parecía que eran cuestiones light.
Y lo segundo es porque recibo la llamada de un empresario en la que me pregunta: ‘presidenta, ¿qué se ha hecho, hace días que no la vemos?’ Bueno, estamos aquí trabajando, le digo, sacando la propuesta de reforma tributaria que vamos a presentar. Y entonces me dice, sin sonrojo me imagino, no le pude ver la cara, pero con mucha naturalidad: ‘Ah, pues creíamos que estabas en el salón de belleza haciéndote las uñas’. Yo nunca me hago las uñas, hasta ahora es que me las estoy haciendo.
Así que, ese tipo de elementos, claro que daban la pista de que me estaban empezando a leer con estándares diferentes a los que habían leído al hombre en el ejercicio de la presidencia. Desafortunadamente no lo vimos. Yo no tuve un equipo de comunicación que llegara conmigo al gobierno, no el que tenía en la campaña. Tuvimos muchas dificultades para armarlo y no fuimos capaces de enfrentar algo que se le recomienda a todas las mujeres que llegan a la presidencia, especialmente cuando llegan por primera vez, que es estar alertar sobre la forma de manejar la comunicación, porque es un proceso finalmente de aprendizaje de la opinión pública hacia el gobierno y, por qué no también, del gobierno a la opinión pública.
¿Hablaba de esos temas con sus homólogas, con Michelle Bachelet, de Chile; Dilma Rousseff, de Brasil; o Cristina Fernández, de Argentina?
En realidad, sí nos contábamos muchas anécdotas, pero no necesariamente teníamos tiempo suficiente como para ahondar. Sí recuerdo una cena que sostuve en Nueva York –después de que participé, por primera vez, en la Asamblea General de Naciones Unidas– con Michelle Bachelet, ya fuera de la presidencia de Chile, y Hellen Clarke, quien había sido primera ministra de Nueva Zelanda, en la que ellas me advierten que hay enormes desafíos desde el punto de vista de la comprensión que la opinión pública y los medios de comunicación puedan tener sobre la forma en la que una mujer gobierna y el estilo y la forma de cubrirlo.
Se ha escrito mucho sobre el particular, en muchos otros países, en Costa Rica no hemos tenido mucho de eso, pero vaya, entré al gobierno sin el escudo de una fuerte estrategia de comunicación, sin tener al equipo que me ha acompañado en la campaña, muy deseosa simplemente de sacar adelante una tarea que nos habíamos propuesto y fuimos víctimas, de alguna manera, de ese gran descuido que tuvimos en un momento en que se marcaba historia con la primera mujer en la presidencia y, en consecuencia, eso iba a generar todas las reacciones que se conocen que genera la primera vez que una mujer llega a un cargo.
¿Cómo incidió la prensa?
La prensa, sin lugar a dudas, contribuyó en ese proceso de asentar los estereotipos de la mujer y el poder. No hay la menor duda, puedo citarle muchas entrevistas que se me hicieron, comentarios que se emitían, era muy típico que la prensa a la hora de informar, en la misma noticia casi que editorializara, cosa que no lo he visto tanto con respecto a otros gobiernos. Era muy típico que se fijara en elementos bastante accesorios.
Recuerdo como introducción a una entrevista que se me hizo, por ahí de los 100 días, se narra algo que parecía absolutamente irrelevante, a menos de que se analice desde el punto de vista de los estereotipos, y es que se narra que en una de las pantallas que hay en mi despacho se está proyectando la telenovela de las 2 de la tarde. Me pregunté a mí misma ¿cuál es la intención de esto? La gente que lo leyó, sin lugar a dudas, sacó la conclusión de que la presidenta, en lugar de tomar decisiones, seguro que está viendo la telenovela. Cuando decían que iba a pasar algunas festividades en mi casa, pero que no iba a cocinar. Cuando llegaban y me decían ‘¿Por qué no podemos pasar a su casa, nos va a recibir afuera?’ Yo les respondía que sí y, entonces, decían ‘¿Será que no le dio tiempo el fin de semana de arreglar la casa?’
Quizás uno de los momentos más difíciles fue cuando un periodista insistentemente le preguntó a un ministro de mi gabinete por qué yo lo protegía tanto. A la cuarta vez que le pregunta, uno tenía derecho a creer que se estaba insinuando algo que tampoco se le ha insinuado a los hombres. Le cuento algo que nadie se ha enterado: mi marido, que siempre jugó un papel muy discreto durante mi presidencia y fue sumamente solidario, por primera vez sí se molestó y eso hizo que le mandara una nota a la directora de ese medio de comunicación, quien reconoció el exceso en ese trato sexista en contra mío. ¿Qué pensaría la gente entonces de por qué yo tomaba las decisiones y dejaba o no dejaba a un hombre en mi gabinete?
Y algo que me llama muchísimo la atención, me recetaron todas las encuestas, yo creo que le habían recetado, antes y por supuesto ahora, en todos los gobiernos en solo esos cuatro años. Yo recibía prácticamente unas ocho encuestas al año, lo cual nos dificultaba mucho también enfrentar la estrategia de comunicación porque, claro, una encuesta prácticamente cada mes y medio enfatizando que lo que había era una caída, por más que estuviéramos subiendo, la gente volvía a ver que había una caída y, eso a su vez, incidía en las opiniones de las personas.
Por primera vez se preguntaron en las encuestas cosas que no se habían preguntado, no solamente que si volvería a votar por una mujer, sino que se insistía muchísimo si yo tenía control, si tenía control del gobierno, del equipo, lo cual no permitía que nos comparáramos con otros gobiernos.
Así que sí, no tengo la menor duda, porque ahí está confirmado, porque ahí están las noticias, porque ahí está el testimonio de que hubo un trato diferente.