Árbol de fuego

México y su perdón

A muchos les pareció molestar que quien hiciera la solicitud de perdón no fuera un indígena sino que una persona con apellidos españoles y hablando castellano. Alguien que le debe algo a la colonia.

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Periodista y comunicador institucional

México es el hermano mayor de El Salvador y Centroamérica. Con una poderosa influencia en tantos aspectos: música, comida, gustos, casi toda la cotidianidad. La influencia mexicana siempre ha sido transversal. De las últimas noticias que llegan del hermano mayor hay una que parece querer reabrir los libros de historia: el presidente de México solicita al rey de España que pida perdón por las atrocidades contra los pueblos originarios en la conquista y la época colonial. Fue «trending topic» rápidamente. Una noticia con contexto de hace 500 años. Se vino una avalancha de burlas y reclamos por la solicitud al rey y que también se derivó a la Iglesia católica. En una época en la que las víctimas tienen más visibilidad que nunca antes, a nadie le gusta ser el victimario. Menos por algo que sucedió hace tanto tiempo.

México, con una historia tan parecida a la nuestra. Tan llena de imposiciones y repleta de frases del estilo «el fuerte siempre gana» y de «eso ya pasó». A muchos les pareció molestar que quien hiciera la solicitud de perdón no fuera un indígena sino que una persona con apellidos españoles y hablando castellano. Alguien que le debe algo a la colonia. Pero nadie está renegando de la herencia cultural. Ni México ni El Salvador, ningún país de Latinoamérica serían lo que son sin el sincretismo cultural. El mestizaje entre las distintas culturas, incluida la española, que quede claro, se le deben: las raíces del país que tanto se añora, las tradiciones de los pueblos, la comida típica. Todas tienen elementos traídos por los primeros hombres que vinieron de la península ibérica. Así como otros elementos de los esclavos africanos que ellos trajeron consigo en tiempos coloniales (África, un continente saqueado y humillado y al que nadie le ha pedido perdón).

Otros menoscabaron la petición de Andrés Manuel López Obrador indicando que posterior a la colonia, el Gobierno mexicano no ha hecho nada por reintegrar a los pueblos originarios. Algo absolutamente cierto en un país con una marcada desigualdad y un sistema de castas y clasismo que arrastran todos los países latinoamericanos. Pero el mandatario no solo habló acerca de que España y la Iglesia católica tenían que pedir perdón, sino que el Gobierno de México haría lo mismo por la desidia y marginalidad en la que han tenido a los indígenas. Dijo que esta es una época de hermandad entre pueblos pero que, antes que eso, se debía pedir perdón por el pasado. Nada de revanchismo. El perdón para dar la vuelta a la página. Reconocer los actos que ocurrieron y asumir el mal hacer.

¿Es tan complejo pedir perdón? Más cuando se tiene una historia común que se remonta a 500 años de la caída de Tenochitlán. Hay en esto tanta cercanía y familiaridad. El perdón se sigue asociando a los débiles cuando se predica el «lo hice por tu bien». Trascendió que la propuesta de México fue rechazada desde el primer momento en Europa. Nada sorprendente. Hay tantos rasgos comunes en Iberoamérica. Lo extraño hubiera sido evaluar la idea, analizar y, finalmente, reconocer los abusos a los que se ha sometido a los pueblos originarios. Así fue como se construyeron sociedades que solo se acuerdan de ellos para utilizarlos en afiches turísticos. No hay un solo responsable. Hay que dejar de lado la dicotomía de España contra Latinoamérica. Y, por primera vez, asumir un verdadero ejercicio de igualdad.

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