De cuentos y cuentas

Malas madres

Son comunes después del parto los cambios bruscos en el estado de ánimo, la ansiedad, el malestar por la falta de sueño. Generalmente esto dura poco tiempo y se supera, pero cuando esto se prolonga o agrava, se habla de depresión posparto.

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Periodista

Cuando algo se desconoce, se le rechaza o se le tiene miedo. La ignorancia es la puerta de entrada perfecta para el prejuicio, el repudio y el mito. Por el otro lado, el conocimiento se yergue como una luz que permite apreciar las cosas mejor y emitir valoraciones mejor sustentadas y más empáticas.
¿Ha oído hablar de la depresión posparto? Seguramente sí, más de alguna vez. Por desgracia, es poco lo que se divulga sobre qué es verdaderamente, sus causas y sus repercusiones. Como tantos otros temas de salud mental, suele estar rodeada de un halo de escepticismo, medias verdades, interpretaciones subjetivas y opiniones más basadas en el “dicen que” o “creo que” que en hechos comprobables y datos científicos, que, si uno los busca, abundan.
La depresión es una enfermedad grave, severa, inhabilitante, que es causada por cambios químicos en el cerebro, desequilibrios en la forma en que este funciona y deficiencias en los neurotransmisores que permiten que nos sintamos bien. Estar deprimido no es simplemente estar triste, y para tratar esta enfermedad se requiere de tratamiento médico y acompañamiento de la familia y los amigos.
En las mujeres, el embarazo y el parto conllevan un remolino de cambios físicos, sociales, de rutina, pero también hormonales, además del estrés que implica hacerse cargo del bebé. Son comunes después del parto los cambios bruscos en el estado de ánimo, la ansiedad, el malestar por la falta de sueño. Generalmente esto dura poco tiempo, y se supera, pero cuando esto se prolonga o agrava, se habla de depresión posparto.
La nueva madre puede sentirse sin esperanzas, sin capacidad de hacerse cargo de su bebé. En algunos casos se pierde el interés por el niño o, en los más graves, surgen deseos de lastimarlo o lastimarse. Por ello en muchos países hay protocolos de acompañamiento y vigilancia para evitar que la madre y el bebé se queden solos, así como atención en salud mental como parte del tratamiento posparto.
Quienes padecen de depresión posparto, en cualquiera de sus grados de gravedad, no son malas madres. No es que no quieran a sus hijos. No es que estén lejos de Dios o que no tengan fe. No es que sean débiles o que no tengan carácter. Tampoco tiene que ver con que hayan deseado o no convertirse en madres.
Todos estos mitos hacen difícil que las mujeres sepan por lo que están atravesando, que hablen de ello o que busquen ayuda, por miedo a las críticas, al qué dirán o a que las consideren “locas”. Poco a poco se habla más del tema y es común que haya más mujeres que admitan, años después, que atravesaron episodios de depresión posparto, superándolos algunas por sí mismas y otras con oportuna ayuda médica.
La salud mental debe dejar de ser tabú, pero en este tema en específico se requiere especial empatía y mayor divulgación. La maternidad debe dejar de ser vista como el epítome del sacrificio para las mujeres, no debe vinculársele per se con el sufrimiento y el dolor, y los sentimientos de ansiedad, de agobio y de tristeza extremos no deben normalizarse. Hay que estar atentos y abiertos a las necesidades de las nuevas madres y procurarles la ayuda que requieran.
Es muy dañino tratar estas situaciones desde la ignorancia o el prejuicio. Una mejor comprensión de los riesgos que trae consigo la depresión posparto puede salvar vidas. La atención en salud mental es una gran deuda que tenemos como país, pero está en nuestras manos educarnos mejor al respecto, investigar antes de hablar para criticar o simplemente repetir bulos. Empecemos a informarnos mejor y a ser más comprensivos. Encendamos esa luz.

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