En ese 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, recordamos a estas niñas, adolescentes, mujeres inocentes que, esperamos, sobrevivieron a los abusos de sus vidas complicadas, a las detenciones y la violencia, esperando que cada una de ellas tuviera la suerte de ser liberada y la fuerza de Yolanda que, durante las torturas más indignantes que se abatieron sobre su cuerpo, nunca dejó de resistir gracias a una única convicción: “Pensé en mi mamá. Yo sabía que lo que yo había hecho lo hacía porque creía en eso, pero para mí el modelo ideal de ser humano era mi madre, era la mujer que me había enseñado por qué hacíamos todo eso, que me había enseñado a luchar por la vida y que me había enseñado que si uno se metía a estas cosas, tenía que ser valiente, pero valiente no en términos de que yo soy la heroína, sino en términos de que la vida valía la pena vivirla”.