Sin correcciones políticas

Liderazgos y tiempos

Se trata de construir más proyecto de nación y menos proyección electorera, pues más que de candidaturas, este país urge de instituciones y liderazgos políticos que se vinculen nuevamente con la población, superando la actual antipatía y desconfianza existente entre la ciudadanía y sus representantes.

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Politólogo

“Dedicarse a impedir que tus oponentes políticos cumplan sus metas no es el trabajo más inspirador. La mayor satisfacción es respetar nuestras diferencias pero sin impedir los acuerdos”. John McCain
Todo parece indicar que en 2019 el aún estable sistema de partidos salvadoreño podría experimentar algo similar a lo sucedido en España y Francia, donde el bipartidismo tradicional izquierda-derecha se transformó en un sistema de cuatro partidos con capacidad de competir para alcanzar el Ejecutivo.
Dicha posibilidad está íntimamente ligada al surgimiento de nuevos liderazgos, que –como suele suceder en buena parte de las transformaciones en los sistemas de partidos– nacen del interior de los mismos partidos y fuerzas regentes en el anterior statu quo partidista. Si bien esto es algo aún por concretarse en nuestro país, parece tener hoy más que nunca una significativa probabilidad.
Sin embargo, la fuerzas políticas emergentes solo tienen sentido si vienen a responder las necesidades de sus tiempos, para las cuales los partidos tradicionales ya no están en disposición o capacidad de hacerlo. En tal sentido, uno de los primeros retos de los nuevos liderazgos es la construcción de fuerzas políticas que deberán saber administrar las diferencias –y a los diferentes– y poder convertir sus coincidencias en acciones que les cohesionen.
Otro desafío importante será superar las ansias electorales personalistas, pero, al mismo tiempo, caminar rápidamente hacia su constitución como fuerzas legales y aptas para participar electoralmente. En esa misma lógica, es trascendental la construcción de liderazgos democráticos, con capacidad de movilizar a ciudadanos conscientes, dejando atrás las tentaciones del caudillismo y del clientelismo. Se trata de construir partidos y liderazgos que sean capaces de proceder transparente, democrática y austeramente.
La construcción de propuestas y agendas actuales, necesarias y sentidas por la población, es otro reto fundamental. Se trata de construir más proyecto de nación y menos proyección electorera, pues más que de candidaturas, este país urge de instituciones y liderazgos políticos que se vinculen nuevamente con la población, superando la actual antipatía y desconfianza existente entre la ciudadanía y sus representantes.
Los Acuerdos de Paz están quedando cada vez más en franco sinsentido para importantes porciones de la población, sobre todo para las nuevas generaciones. Cuidar la herencia de la paz anhelada e intentada en 1992 es también un desafío, pues si algo nos ha quedado de lección es que no se construyen instituciones democráticas saltándose la ley ni tomando la justicia por la propia mano. Nuestra historia reciente ya nos ha enseñado bastante al respecto.
Si las nuevas fuerzas políticas no actúan rápida y audazmente, podemos pensar que El Salvador no está por quebrarse. Ya está roto. Este país no está por desangrarse, se está desangrando a borbollones desde hace décadas. En ese sentido, urgen nuevos liderazgos con el coraje para hacer los giros de timón necesarios para retomar el camino pactado en 1992.
Corren tiempos difíciles para el mundo y para el país, con tendencias que agitan a la intolerancia y el aislamiento. Quienes fuimos niños durante la guerra y los que nacieron luego de la firma de los Acuerdos de Paz debemos aportar en la construcción de fuerzas políticas cuyo principal capital y apuesta sean la esperanza y la tolerancia, no el miedo ni el odio que últimamente ha llevado al poder a verdaderos pregoneros de la locura en diversas partes del globo.
Es precisamente el crecimiento de esas tendencias el que exige y da más sentido al surgimiento de nuevas fuerzas, que apuesten por sociedades más tolerantes, plurales, multiculturales, diversas y abiertas. Fuerzas políticas que redoblen sus energías por la integración social y de las naciones, que se asuman seguras de que las diferencias y la heterogeneidad hacen más ricas a las sociedades.
Quedarnos inmóviles mientras algunos empujan el mundo hacia la xenofobia y la violencia no es una opción.

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