La ciudad de la furia

La hipocresía absoluta de la campaña electoral

¿Qué podemos esperar si votamos por quienes negocian con pandillas, cabildean por llevar corruptos a la Fiscalía, apuñalan la Constitución o, tan frescos, hacen campaña con orgullo al lado de un prófugo? Siempre tenemos una opción: podemos no votar por ellos.

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Investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos de American University en Washington, D. C.

Aquí vamos de nuevo: candidatos reciclados, políticos con décadas de (mal) servicio público a sus espaldas que, confiados en nuestras usuales sobredosis de falta de memoria, se pintan con “fotoshop” en vallas, carteles, buses, mupis y redes sociales para hacernos olvidar todas sus sandeces. Confían plenamente en que no nos acordaremos de lo que han hecho.
Nuestro deber ciudadano es recordarlo y tenerlo en cuenta a la hora de votar por unos, por otros, de cruzar el voto, de anularlo o de, simplemente, no ir a votar. (Soy de los que creen firmemente en que la democracia no se reduce al acto del sufragio y en que es mi derecho absoluto –el de nadie más– decidir qué hago con mi derecho a votar: ¿penar con cárcel la nulidad o la abstención? ¿En qué siglo estamos?).
Más que marcar o no marcar, nuestro deber ciudadano más importante es la veeduría, la exigencia de someter a escrutinio las acciones de quienes, como soberano, delegamos el control de las decisiones políticas y, tan importante, el uso del arca pública.
Dice la Constitución de El Salvador que los candidatos deben ser personas de probada honradez e instrucción notoria. Ni lo uno ni lo otro en muchos casos. Con lo de la instrucción notoria solemos ser un poco más exigentes: no dudamos en saltar a la yugular –vía redes sociales, por supuesto– ante un post mal escrito por una candidata o ante errores de ortografía de un viceministro. Todo eso está muy bien, pero no es ni suficiente ni lo más importante. Cuando se trata de reclamar por lo otro, por la falta de honradez, solemos ser mucho más permisivos.
Y por honradez no hablo solo del robo o el mal uso descarado del recurso público, como es el caso de un candidato del PCN por La Libertad que aceptó en sede fiscal haber recibido en sus cuentas dineros relacionados con el caso por el que el expresidente Antonio Saca ha sido acusado de delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito.
Falta de honradez, hipocresía, es también invocar sin reparos la perorata de la Mano Dura, el ustedes-los-malos contra nosotros-los-buenos cuando se ha alentado, tolerado o simplemente se ha sacado provecho electoral de negociaciones subrepticias con las pandillas. Tal es el caso de al menos dos candidatos a alcalde por el partido ARENA y dos por el partido FMLN.
Y falta de honradez es, por ejemplo, el discurso del presidente de la Asamblea, el primado del discurso “manodurista” que, por otro lado, fue uno de los principales impulsores del intento fallido por reelegir al abogado Luis Martínez, preso y procesado por corrupción, como fiscal general de la república. Hay una palabra para describir eso y no es honradez, es cinismo.
Falta de honradez es también la de José Luis Merino, quien con la aquiescencia de sus jefes también apuñaló la Constitución (lo de apuñalar no es construcción mía, es de Schafik Hándal, líder histórico del FMLN) para ser candidato a diputado sin dejar de ser viceministro y así garantizar su inmunidad. Merino, como ha señalado este periódico, ha sido el centro de un oscuro conglomerado financiero relacionado con el partido en el gobierno.
¿Y Francisco Merino? Él, al menos, es más directo: posa sin reparos con Juan Umaña Samayoa, un prófugo de la justicia.
Y así.
De nuevo: la próxima Asamblea Legislativa tendrá que decidir quién es el sucesor o la sucesora de Douglas Meléndez al frente de la Fiscalía y quiénes serán los titulares de la nueva Sala de lo Constitucional, entre otros funcionarios de segundo grado.
¿Qué podemos esperar si votamos por quienes negocian con pandillas, cabildean por llevar corruptos a la Fiscalía, apuñalan la Constitución o, tan frescos, hacen campaña con orgullo al lado de un prófugo? Siempre tenemos una opción: podemos no votar por ellos.

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