Malva, la única hija de Pablo Neruda, nació en Madrid, España, en 1934 y murió ocho años después en Holanda, en plena ocupación alemana. ¿Cómo es que el poeta –que se reconocía como un gran defensor de los marginados, que recibiría el Premio Nobel de Literatura, que ocupó altos cargos de cónsul honorario– abandonó en condiciones miserables a su hija enferma de hidrocefalia? Esta es la pregunta que plantea “Malva”, la primera novela de Hagar Peeters, una de las mejores poetas holandesas de su generación. Peeters le presta un oído comprensivo a Malva y se transforma en narradora omnisciente por una sencilla razón: ella también fue abandonada por su padre.
La novela está recién editada en Colombia por Rey Naranjo. Cuando un par de amigos argentinos le dijeron a John Naranjo, creador de la editorial, que el libro no tenía pierde, que su autora había producido una novela memorable, él decidió publicarlo. Con siete poemarios en su haber, Hagar Peeters obtuvo con “Malva!” el premio de Literatura Fintro a la mejor novela escrita en holandés en 2016. “Se trataba de una poeta de talla mundial que por primera vez se metía a escribir novela –dice Naranjo–. Yo llevaba seis años siguiéndole el rastro a la literatura holandesa. Buscando obras que sacudieran el alma. Y me encontré con este libro que, además de sacudir, es una clase magistral de poesía del siglo XX”.
En la novela, Malva Marina Reyes Hagenaar –“un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de 3 kilos”, como la describió Neruda en sus cartas– habla con voz propia. La voz que le brinda Peeters. Y dice: “Tenía casi dos años cuando, en lugar de superar la hidrocefalia, mi padre me echó de mi casa (…). Es posible que mi padre también quisiera matarme o amarme o morir o dármelo todo, porque yo ya no formaba parte de él sino que había sido colocada fuera de él, como una estrella solitaria”.