Sin correcciones políticas

La estupidez también gana elecciones

Los resultados de las elecciones de 2018 ya esbozaron esa transformación en las claves con las que el electorado salvadoreño había venido votando de manera estable desde la firma de los Acuerdos de Paz.

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Politólogo

«En política y en la vida, la ignorancia no es una virtud».
Barack Obama

Corren tiempos en los que emergen liderazgos políticos mundiales, que ponen en serio entredicho los cimientos y las aspiraciones democráticas avanzadas luego de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948. En diferentes latitudes del globo, las fuerzas partidarias tradicionales -que han liderado las democracias formales durante varias décadas- han comenzado a perder importante terreno electoral o han sufrido derrotas que los confinan a la desaparición o la irrelevancia.

La ineficiencia de las democracias para mejorar las condiciones de vida de amplios sectores de la población, la irrupción de las redes sociales como medios alternativos de información y participación, la contestación de estas a la centralidad en la generación de opinión pública de las grandes cadenas nacionales e internacionales de noticias, la irrupción de una generación de votantes que no vivieron la guerra fría, las olas de migrantes hacia Europa y Estados Unidos que aumentan en cantidad y drama en los últimos años, así como importantes casos y entramados de corrupción procesados, entre otros elementos, han propiciado una grave crisis en los partidos que hegemonizaron las democracias de finales del siglo XX.

En algunos casos, las rupturas con los partidos tradicionales se han traducido en una revitalización democrática de dichos sistemas. En otros países, dichas rupturas han resultado en virajes hacia liderazgos, movimientos y discursos de fuerte corte antidemocrático y anti derechos humanos. El Salvador no es ajeno a dicho contexto y estamos a las puertas de una elección presidencial bajo esa lógica de rompimiento con las fuerzas tradicionales. Los resultados de las elecciones de 2018 ya esbozaron esa transformación en las claves con las que el electorado salvadoreño había venido votando de manera estable desde la firma de los Acuerdos de Paz.

Por su parte, Honduras y Nicaragua viven acelerados procesos de involución democrática. Mientras que Guatemala vive un tenso proceso entre las fuerzas políticas tradicionales y las emergentes fuerzas institucionales y sociales, que libran sus principales batallas en las canchas del respeto a la institucionalidad democrática y las de la tradicional imposición de oligarquías forjadas en la impunidad y el compadrazgo.

Los liderazgos antidemocráticos que irrumpen apuestan por discursos y acciones que promueven el unilateralismo, el aislacionismo y el proteccionismo, obstaculizando los avances en materia de integración de algunas regiones, así como las aspiraciones de otras naciones por alcanzar mayores estadios de apertura e integración. Sus discursos cuestionan la veracidad de los riesgos que enfrentamos como humanidad y ponen en entredicho la apuesta por enfrentar colectivamente -desde la cooperación y el multilateralismo- los retos globales.

En Europa, las últimas elecciones nacionales se han vivido en clave de «brexit», en una suerte de referendos sobre la permanencia o no en la Unión Europea. Por su parte, Centroamérica tiene una antigua e inconclusa historia de integración, que se enfrenta a una importante porción de la ciudadanía centroamericana que la desconoce o que evalúa las instituciones de la integración como inútiles para sus intereses y necesidades cotidianas. Y que considera que estas responden principalmente a los intereses de los «establishments» políticos de la región.

Ante este escenario de crisis mundial, regional y nacional, las juventudes que creen en la libertad y la democracia están especialmente llamadas a juntarse para profundizar el pluralismo democrático y la apertura de las naciones. No se trata de emprender ofensivas que pretendan volver al anquilosamiento político que propició estas rupturas antidemocráticas, sino de construir en la crisis unos nuevos liderazgos, portadores de una renovada agenda democrática nacional y mundial.

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