La ciudad de la furia

¿Y hoy contra quién va a perder la Fiscalía?

Meléndez llegó, como ya escribí antes en más de una ocasión, arropado por la esperanza de que él iba a ser mejor que Martínez, Garrid Safie o Astor Escalante, lo cual, de nuevo, era un mínimo.

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Investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos de American University en Washington, D. C.

Cualquier aficionado al fútbol sabe que la del título es una formulación hecha por los amigos para burlarse de uno cuando el equipo favorito navega por la calle de la amargura en el torneo. ¿Y hoy con quién pierde Águila?, suelo escuchar cada vez más a menudo. Pero este asunto, el de la Fiscalía, es más serio que el de cualquier equipo mediocre de El Salvador.

La Fiscalía de Douglas Meléndez ha vuelto a probar esta semana, con el caso del “Gordo Max” y Ernesto Regalado, que es una entidad mediocre, a la que le cuesta muchísimo ganar casos. Y, a poco menos de un año para terminar su mandato, el actual fiscal general tiene muy poco que presentar como lista de logros.

Seamos claros: el fiscal gana poco y, por lo visto en varios de los casos que ha presentado a los tribunales –el de la tregua, es uno de los que vienen a la mente–, pierde porque los abogados bajo su cargo no son capaces de presentar investigaciones sustentadas o de construir prueba sólida. Lo dicho, mediocres.

Los principales problemas de esta Fiscalía General no son la corrupción o la obstrucción de justicia, como sí lo fueron cuando la principal oficina del Ministerio Público estuvo presidida por fiscales a los que la Asamblea Legislativa eligió, en los años de ARENA, para no investigar crímenes de cuello blanco, o cuando, ya durante la primera gestión del FMLN en el Ejecutivo, los diputados eligieron a Luis Martínez, acaso el fiscal general más corrupto del que se tiene memoria.

En la época de Martínez, la Fiscalía se vendió siempre al mejor postor, fuera este un funcionario del gobierno de turno o un empresario urgido de ganar casos en los tribunales, como Enrique Rais. Ese no ha sido el caso de la Fiscalía de Meléndez, pero, de nuevo, eso no debería de ser un alivio.

Tampoco es que la Fiscalía de Meléndez responda a un plan macabro de la “derecha oligárquica”, como suele tuitear el expresidente Mauricio Funes, condenado por enriquecimiento ilícito en El Salvador y asilado en Nicaragua, en parte por consejo de su expartido, el FMLN. La hemorragia tuitera de Funes no es más que el lamento de un exfuncionario corrupto oído y vencido en juicio.
Meléndez llegó, como ya escribí antes en más de una ocasión, arropado por la esperanza de que él iba a ser mejor que Martínez, Garrid Safie o Astor Escalante, lo cual, de nuevo, era un mínimo. Pero también llegó el fiscal actual empujado por la ola contra la corrupción que había nacido en el Triángulo Norte de Centroamérica tras la gestión de Claudia Paz en Guatemala, los logros de CICIG, las manifestaciones populares en Honduras y el apoyo de la comunidad internacional. A poco del final de su gestión, sin embargo, Meléndez está dejando mucho a deber.

Gana poco, decía. Pierde mucho porque sus fiscales no litigan ni investigan bien. Y cada vez que pierde suele echar las culpas afuera. Que si los jueces, que si funcionarios que no le colaboran con información, que si los bancos. Es casi siempre cierto que el sistema judicial, los funcionarios y los bancos del sistema salvadoreño que han visto pasar dinero por sus pasillos llevan décadas acostumbrados a fiscales corruptos o flojos y que eso de colaborar con la justicia es para ellos un chiste, pero Douglas Meléndez es el fiscal general, el abogado acusador del Estado y bien podría procesarlos en lugar de creer que el asunto se resuelve con frases altisonantes que no pasarán de un titular en los periódicos.

No debería de ser un chiste, pero ya empieza a serlo en las reuniones de pauta entre periodistas: ¿Y hoy contra quién va a perder la Fiscalía?

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